Nunca se sabe
La vida es eso, atreverse a dar un paso en una dirección desconocida y cambiar lo que estaba destinado para nosotros. A veces conviene dejar en fuera de juego a nuestro propio destino
Hace pocos días, Juan del Val recogía el Premio Planeta, el concurso literario en lengua castellana mejor pagado, por su obra 'Vera, una historia de ... amor'. En segundos, decenas de expertos se lanzaron a criticar el galardón, antes incluso de la publicación del libro. Y yo, que no he leído ni esta novela ni las otras 1.000 presentadas, no voy a valorarlo. Ni puedo. Prefiero, sin embargo, quedarme con la historia que está detrás de este galardón y la moraleja que lo acompaña. Porque sí, el premio de este año quizás esconda una moraleja.
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Resulta que, en su juventud, Juan del Val tenía todas las cartas para que su vida transcurriera entre el hormigón y la tierra, sin ambiciones ni éxitos reseñables, una vida anodina y, probablemente, desperdiciada. Pero finalmente no fue así. La persona que estaba destinada a ser, no llegó. Fue otra bien diferente. Y eso ocurrió porque en algún momento, una buena decisión o un golpe de suerte, lo cambió todo. De ahí la moraleja: aunque parezca que todo está decidido, «nunca se sabe». Juan del Val cambió su mapa de vida y se fue alejando cada vez más de su destino hasta que acabó llegando a un lugar diferente: a una ciudad, a una familia, a un trabajo, a un premio literario.
A veces, viajas por un camino cómodo y poco exigente hasta que, de repente, das un volantazo, porque alguien te lo indica o porque tienes esa intuición. Te desvías por una carretera comarcal, más estrecha y menos transitada y, a partir de este momento, el viaje es otro. Y dejas de preguntarte cuál es tu ruta para concentrarte en lo que ves. Disfrutas del sol acariciando tu cara tras las lunas del coche, contemplas el paisaje como si fuera la primera vez que conduces. Y parece que eres otra persona dentro de tu propio cuerpo. La vida es eso, atreverse a dar un paso en una dirección desconocida y cambiar lo que estaba destinado para nosotros. A veces, conviene dejar en fuera de juego a nuestro propio destino. Porque nunca se sabe.
En su juventud, Juan del Val tenía todas las cartas para que su vida transcurriera entre el hormigón y la tierra
«Nunca se sabe» es la distancia aproximada entre lo incierto y lo seguro, entre el conformismo y la aventura, un cosquilleo de emociones que te devuelve al niño que dejaste de ser, cuando no había meta demasiado grande ni aventura demasiado imposible. Cuando los «nunca se sabe» eran tu catecismo y estabas deseando comenzar cualquier aventura por peligrosa que pareciera. Las dudas no te frenaban y el miedo menos aún. Por desgracia, lo normal es que, en algún momento te alejes de ese niño y comiences a buscar certezas en lugar de adrenalina, seguridad, donde había aventura. Dejas de arriesgar, de probar cualquier «nunca se sabe», por pequeño que sea. Dejas de intentarlo. Ya no quieres ser astronauta, quieres ser funcionario.
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La mayor parte de los caminos imposibles de mi vida acabaron mereciendo la pena, incluso aquellos que no salieron bien. A veces se tarda un tiempo en descubrirlo, es cierto, pero acabas encontrando el sentido. Los «nunca se sabe» están detrás de la mayor parte de las cosas buenas que me han sucedido. De no haberme embarcado en varias de ellas, mi vida entera sería distinta y, probablemente, peor.
Así que, pase lo que pase, reivindico los «nunca se sabe», incluso los que se quedan a medias, porque los comienzos son deliciosos, y dejan un regusto dulce que te acompaña siempre. Y también los «nunca se sabe» que al final salen mal, porque es una lección que no pudimos aprender de otro modo. Ramas que no brotaron o se pudrieron pero que acabaron dando forma al árbol de nuestra propia vida.
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No hay que dejarse ningún «nunca se sabe» en el bolsillo, no vaya a ser que esta vez, la siguiente, sea la buena. No quedarnos con la duda de lo que habría podido pasar de haberte atrevido. En la vida, el miedo o la vergüenza, rara vez son útiles. Los «nunca se sabe» están repletos de lugares por los que nunca íbamos a transitar: un premio, una experiencia, un trabajo, un amor. Los «nunca se sabe» son el camino cuando el camino es la meta.
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