Nada es lo que parece

Sobre el feminismo

Enrique Gacto concluye su impecable discurso haciéndonos ver que, duela a quien duela, «no hace falta conceder privilegios a los que son iguales»

Viernes, 12 de mayo 2023, 00:57

Hace un tiempo, cuando todavía era un novato, un ingenuo piloto de aguas turbias en esto de la 'navegación' por las redes sociales, me cayó ... encima la del pulpo, en primer lugar, por bocazas, y, en segundo término, por meter la cuchara en el plato equivocado, por decirlo en plan finolis.

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Por eso me ha llamado mucho la atención que alguien, por mucho prestigio que atesore, como es su caso, por mucha erudición que haya sido capaz de demostrar, que también, sea tan valiente, aun recurriendo a fuentes históricas, literarias y jurídicas, a la hora de abordar ese asunto tan polémico y controvertido como es el feminismo, que se ha convertido en campo de batalla de los partidos políticos y hasta del ciudadano de a pie, cuyo parlamento suele estar ubicado en la barra del bar.

El intrépido en cuestión no es otro que el profesor Emérito de la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia Enrique Gacto que pasa por ser el maestro de un buen puñado de promociones de juristas que siempre le han mostrado su agradecimiento. Enrique, que es amigo mío, y con el que converso a menudo para aprender de lo mucho que sabe, fue el encargado, hace unos meses, de dictar el discurso de apertura de la Real Academia Alfonso X el Sabio, a la que pertenece como miembro de número. Ahora, después de llevar a cabo su publicación, hemos tenido ocasión de conocer sus palabras, con todo un acopio de citas, sobre el feminismo.

No se trata, como se podría pensar a primera vista, de estar a favor o en contra, sino, simple y llanamente, de poner las cosas en su sitio. Comienza por hablar de la cultura patriarcal, que es el resultado de la confluencia de la tradición judía con la cultura griega, y, sobre todo, por los planteamientos romanos que consolidó el cristianismo. Y da cuenta, además, de esos textos literarios españoles que, desde época medieval, calificaban a las mujeres, sin consideración alguna, de «animal imperfecto» (así lo hace un personaje de Cervantes) o de «fisgonas y parleras» (Lope de Vega).

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Cuando el ilustrado profesor Gacto recurre al mundo del Derecho, aparece el Código Civil de 1899 en el que se plasma, textualmente, que «el marido debe proteger a la mujer y esta obedecer al marido». De manera que, durante largo tiempo, las mujeres no podían ser testigos en los testamentos ni comparecer ante los tribunales en juicios civiles. Y, para más inri, en el derecho penal hubo delitos (la blasfemia o la embriaguez) cuya gravedad aumentaba cuando eran cometidos por la mujer.

Enrique Gacto, como buen conocedor de la Historia y de la Literatura, se traslada a los últimos años del siglo XIX, y saca a relucir ciertas iniciativas particulares, con nombres tan conocidos como los de Concepción Arenal (con ella nació el feminismo en España), Carmen de Burgos, más conocida como Colombine, o la propia condesa de Pardo Bazán, a la que casi nadie recurre –ya lo expliqué en esta misma página con motivo del primer centenario de su muerte– por haber sido rica, noble, inteligente, católica, monárquica y amante de Galdós.

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Vueltas y más vueltas, con avances muy significativos que se producen a partir de los años ochenta del siglo pasado –cuando Franco estira la pata–, hasta llegar a nuestros días, cuando, a los ojos de la ley, existe igualdad absoluta entre hombre y mujer. Y viceversa.

Enrique Gacto concluye su impecable discurso haciéndonos ver que, duela a quien duela, «no hace falta conceder privilegios a los que son iguales», y, como consecuencia de ello, «es posible que más de una mujer no pueda evitar la duda de preguntarse si su ascenso profesional se debe a méritos propios o a la aplicación de la cuota legal». De manera que le parece absurdo hablar de 'matria', del 'Papo Francisco', de las 'lealas' compañeras, y de tantas otras ocurrencias por el estilo.

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