Se cumplen setenta años de la publicación de 'Réquiem por un campesino español', quizá la mejor novela –llegó a publicar en torno a ochenta a ... lo largo de su vida– del aragonés Ramón J. Sender, que, durante la Guerra Civil, como tantos otros escritores e intelectuales de aquel tiempo, se vio forzado a tomar el camino del exilio.
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El 'Réquiem' fue censurado por el régimen franquista, hasta el punto de verse obligado a aparecer en México en 1953. Entonces llevaba por título el nombre de uno de sus principales protagonistas, Mosén Millán, el cura que, cabizbajo y pensativo, recordando aquellos pasajes en los que coincidió con Paco el del Molino, cuyo cuerpo yace en un féretro en medio de la iglesia, espera, infructuosamente, a que los habitantes del pueblo asistan al sepelio.
A Ramón J. Sender no le hacía demasiada gracia –como le sucedió a Sánchez Ferlosio con su odiado 'El Jarama'– que la gente solo le hablara de su 'Réquiem', cuando había tanto para elegir. Como 'Crónica del alba', 'Míster Witt en el Cantón', ambientada en la ciudad de Cartagena, o 'La aventura equinoccial de Lope de Aguirre', que, con el título de 'Aguirre, la cólera de Dios', dio lugar a una soberbia película, protagonizada por Klaus Kinski y dirigida por un genial Werner Herzog.
Pero regresemos a nuestro 'Réquiem', cuya edición conmemorativa en la editorial Destino ha sido prologada por otro egregio aragonés, Ignacio Martínez de Pisón. 'Réquiem' fue incluida en su día entre las cien mejores novelas en lengua española del siglo XX. Y no es para menos. Pocos escritores supieron decir tantas cosas con tan pocas palabras: menos de cien intensas páginas en las que Sender, sin apenas aludir a nuestra Guerra, a base de símbolos, nos lega un verdadero testamento de aquella época tan bárbara. Tanto es así que un ilustre murciano, profesor durante tantos años en la neoyorquina universidad de Columbia, Gonzalo Sobejano, llegó a decir que se trataba de «la obra perfecta». Y otro yeclano, no menos distinguido, amigo personal de Sender, José Luis Castillo-Puche, la tildó de verdadera joya literaria «por la concisión, justeza y exactitud de su estilo».
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Lo que puede leerse entre líneas es casi más importante que el texto de la novela en sí. Y, ni siquiera de ese modo, pudo librarse de la férrea censura en España, porque había quien sospechaba que, en lo más profundo de la obra, se escondía un mensaje que podría resultar peligroso. Como la presencia de Mosén Millán, que delata a Paco el del Molino, faltando a su palabra y traicionando su amistad. Un sencillo cura de pueblo que representa a todo el conjunto de la Iglesia católica por el vergonzoso papel que adoptó durante y después de la Guerra Civil española.
'Réquiem por un campesino español', después de setenta años de su publicación en el exilio de Sender, es un relato intenso cuya sencillez estilística –suele leerse y analizarse, incluso, en centros de educación secundaria– no impide esa hondura abismal que atesoran sus páginas. Ni siquiera después de tantos libros y artículos dedicados a la novela, está dicha la última palabra sobre la misma. Hay en ella un pasaje que todavía resulta de un misterio indescifrable. Me refiero a ese momento en el que, durante el entierro, un potro entra a todo galope en la iglesia, llenándola de coces y de relinchos. Castillo-Puche, que fue uno de los escritores que más veces leyó la novela y que conversó con el propio Sender sobre la misma, llegó a la conclusión de que el significado de la presencia de este animal en el templo sigue sin ser desentrañado del todo. Podría representar la rebeldía de Paco el del Molino después de su muerte. Pero también podría tratarse de la incontrolada voz de la conciencia, atropellando lo más sagrado. El enigma, como la propia obra, es posible que quede para siempre.
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