Nada es lo que parece

Maldito 1936

Ciges Aparicio tuvo muy poca fortuna en la vida. Fue uno de los primeros en caer, fusilado, sin juicio alguno, por los sublevados

Es probable que la fama del hijo oscureciera la del padre, algo que suele ocurrir con frecuencia. Ahí está ese otro caso de Rafael Sánchez ... Ferlosio, el autor de 'El Jarama', que casi borró del mapa a su progenitor, el periodista y escritor Rafael Sánchez Mazas, que firmó esa deliciosa novela titulada 'La vida nueva de Pedrito Andía'. Si entonces la suerte le fue esquiva, unos años después, con la aparición de 'Soldados de Salamina', de Javier Cercas, la figura de Sánchez Mazas, presente en esas páginas, se reactivó de nuevo y fueron muchos los que le prestaron –al personaje, fiel falangista que acuñó la consigna de ¡Arriba España!, y al escritor– su atención y pusieron sobre él un mayor interés.

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Pero ahora me quiero referir a Manuel Ciges Aparicio y a su hijo, el actor Luis Ciges. La fama de este último como uno de los mejores secundarios del cine español de todos los tiempos, fue bien ganada por sus magistrales interpretaciones en películas como 'El bosque animado' y, sobre todo, 'Amanece que no es poco'. Es inolvidable aquella escena en la que padre e hijo –en este caso, Ciges y Resines– comparten lecho, y el padre le pide un respeto porque «dos hombres en la misma cama son dos hombres en la misma cama, ¿eh?».

En los últimos años de la vida de Luis Ciges, que finiquitó un 11 de diciembre de 2002, en alguna que otra ocasión, lo vi en zapatillas y bata de casa, paseando por la acera de la Gran Vía madrileña, ante la mirada atenta de quien lo cuidaba, con ese rostro enjuto de viejo cómico que se sabe al dedillo el papel que le fue asignado en la vida.

Ahora, más de un siglo después de su primera publicación, sale a la luz uno de los libros más destacados de Ciges Aparicio, 'Los vencidos', obra, entre periodística y puramente ficcional, ambientada en las minas de Riotinto en Huelva, la California del cobre, en un tiempo en el que a los perros se les ataba con longaniza, mientras que los trabajadores se morían de asco y hambre. En la obra asistimos a una escena muy cruel en la que un trabajador le asegura a Ciges, que anda husmeando por la zona a la caza de un buen reportaje periodístico, que prefería morir en un derrumbe de la mina antes que en su propia cama, enfermo, porque, de esa manera, la compañía inglesa, propietaria de la explotación, se vería obligada a indemnizar a la familia, según el convenio estipulado.

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Ciges Aparicio tuvo muy poca fortuna en la vida. Fue un respetado regeneracionista español de los tiempos de Baroja, Unamuno, Machado y compañía, que tuvo la mala suerte de estar al frente de la delegación del gobierno de Ávila justo en el momento del golpe militar de Franco. Fue uno de los primeros en caer, el 4 de agosto del 36, fusilado, sin juicio alguno, por los sublevados. Se ve que le tenían ganas. Había sobradas ansias de revancha contra un tipo fiel y honrado cuyos precedentes gustaban muy poco tanto a republicanos como a nacionales. A finales del siglo XIX, en un artículo que escribió con el pseudónimo de Escipión y que publicó en 'El País', defendía, sin ambages, la autonomía de Cuba. A pesar de su ideología republicana, aunque era amigo de Manuel Azaña, denunció desde la prensa las manipulaciones políticas y las injusticias generalizadas del sistema canovista. Ciges Aparicio fue un hombre inquieto al que jamás le tembló el pulso a la hora de llamarle a las cosas por su nombre, aunque con ello se jugara la vida.

Mientras que 'Amanece que no es poco' se convirtió en la película más icónica de Luis, el brillante y eterno segundón del cine español, a su padre, al bueno de Manuel Ciges Aparicio, se le hizo de noche para siempre aquel nefasto 4 de agosto del maldito 36.

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