La luz jubilar brilla de nuevo en las cumbres del Noroeste
Este domingo, coincidiendo con la apertura del Año Santo 2024, comenzará a brillar en lo más alto del Castillo de Caravaca
Amediodía de este domingo, coincidiendo con la ceremonia de apertura del Año Santo 2024, comenzará a brillar de nuevo la luz jubilar en lo más ... alto del Castillo de Caravaca, anunciando a las gentes que la puerta está abierta y la luz encendida en la basílica de la Vera Cruz, para acoger a cuantos, desde los más diferentes y alejados lugares, lleguen a postrarse al pie de la Sagrada Reliquia, alcanzando con ello, en las condiciones que la Iglesia Católica prescribe, el perdón definitivo de sus culpas internas.
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Cual estrella de Belén, que guio a los Magos desde lejanas tierras hasta el portal donde había nacido el Niño Dios, la luz jubilar iluminará el camino que conduce a Caravaca a lo largo del año de la gran perdonanza, cumpliendo la doble misión de señalar el camino y ser hoguera simbólica en la que se consumirá tanta basura espiritual que, acumulada en la conciencia individual o colectiva, impide la paz interior de la que tan necesitada anda nuestra sociedad.
En Caravaca, durante todo el Año Santo que acaba de comenzar, se obtiene la visión de futuro, libre de impedimentos espirituales, que no sólo queremos para nosotros, sino para los hijos y nietos que vienen detrás, a quienes queremos dejar un mundo mejor que el heredado por la actual generación que rige los destinos del porvenir.
La luz jubilar es un símbolo sugerente para el cuerpo, y también para el alma, que avisa, ilumina y consume
Y todo ello bajo la inmensa bóveda celeste del Noroeste murciano, donde la Naturaleza se muestra en estado puro durante las cuatro estaciones del año natural. En el Noroeste vive el frío en invierno, bajo el cielo azul impoluto, sin contaminación alguna que matice su aspecto. Vive también la gama de colores, sabores y aromas que proporciona la primavera, durante la floración de los campos y la maduración de las cosechas. Y también el verano, cuando acoge a peregrinos y turistas que huyen de los rigores del estío propios de otros lugares de la Región de Murcia. Y el otoño, en que la recolección y almacenamiento de los productos del campo y de la huerta, generosos por su propia naturaleza, luego servirán para satisfacer las necesidades de la población a lo largo del año, en las más exigentes mesas, y entre los más exquisitos paladares.
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Caravaca y el resto del Noroeste murciano, que bien podría llamarse Tierra de Órdenes Militares por la configuración histórica que a lo largo de los siglos imprimieron estas en su espacio geográfico, ofrece al turista o peregrino que busca la paz interior o la satisfacción de los sentidos, un variado repertorio monumental, gastronómico y paisajístico en lugares desconocidos todavía para muchos, que aguardan y desean incluso su contemplación y disfrute, en la seguridad de no defraudar a quienes se atrevan en una aventura multisensual que nunca defrauda.
La luz jubilar, encendida desde este 7 de enero en lo más alto de las almenas del castillo medieval de Caravaca, intramuros del que se levanta la Real Basílica de la Vera Cruz, es un símbolo sugerente para el cuerpo, y también para el alma, que avisa, ilumina y consume. Motiva así al visitante que se acerca hasta el pie de la Cruz, utilizando el medio y el camino más oportuno a sus expectativas, a encontrarse codo con codo con semejantes de cualquier raza, clase, condición y creencia, haciendo juntos el último tramo del camino, a través de las cuestas que conducen al encuentro con la Sagrada Reliquia, ante la cual se experimentan sensaciones y vivencias que cada uno administra en su interior, pero que nunca dejan indiferente.
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Miles de voluntades ya miran a Caravaca, y cuentan los días que faltan para que el reloj del alma comience a funcionar al ritmo que cada cual elija, en la seguridad de que tras el encuentro con los demás, al pie de la Cruz, nada ni nadie va a imponer en adelante, en el interior de cada cual, creyente o agnóstico, otra forma de vida que la que él elija, tras la experiencia vivencial de la peregrinación.
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