El dilema para la familia empresaria
Muchas empresas se enfrentarán en algún momento a la sucesión o venta. La clave está en abordar este proceso con planificación y profesionalidad
Seguramente en este momento muchas empresas familiares se hallan debatiendo entre la sucesión o la venta. Este momento crítico no es solo una cuestión empresarial, ... sino también un proceso emocional profundo, especialmente para los líderes que han heredado el legado de padres y abuelos, pero que sienten que el entorno de incertidumbre, volatilidad económica, tensiones geopolíticas e inseguridad jurídica, unido a los diferentes intereses de hermanos, primos y sobrinos, hacen muy compleja la toma de decisiones, a pesar de los protocolos de sucesión.
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Muchas de las que no se enfrentan a esa decisión o la dilatan acaban liquidándose sin más o, en el peor de los escenarios, quebrando. Hay una realidad objetiva: en torno al 30% de las empresas pasa de la primera a la segunda generación; un 15% a la tercera; y menos de un 3% llega a la cuarta generación. ¿Es recomendable entonces vender? No. Lógicamente, si se dan las condiciones, siempre es mejor la continuidad empresarial. Pero, en ocasiones, vender puede ser una decisión responsable desde una óptica objetiva y de protección del patrimonio familiar.
La perspectiva de iniciar un proceso de venta, parcial o total, genera una mezcla de miedo y ansiedad. Estos sentimientos emergen de la profunda relación con la empresa, vista no solo como un negocio, sino como parte de la identidad y la historia familiar. Ante esa disyuntiva, los líderes deben contemplar cuál es el mejor legado para su familia y para la empresa, conceptos difíciles de disociar.
Independientemente de la inclinación que la familia empresaria pudiera tener a desprenderse de la compañía en el corto plazo, es crucial que las unidades de negocio estén bien estructuradas y preparadas para un posible 'exit'. Una práctica recomendable en muchos casos es la creación de una estructura corporativa, con sociedades patrimoniales de cada rama familiar como propietarias, y empresas diferenciadas donde se separen los distintos negocios del entorno de la matriz, según su actividad empresarial. Esto no solo optimiza la gestión y los recursos, sino que también ofrece ventajas operativas en caso de una futura venta singular de algunos de los negocios.
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En el ámbito de las transacciones corporativas, es común que los compradores no estén interesados en adquirir ciertos activos del negocio, como son las naves o terrenos. Por ello, una estructura donde dichos activos estén concentrados en una sociedad inmobiliaria, y las empresas productivas o industriales del holding operen sin estos activos, es una estrategia efectiva para facilitar el proceso.
Este tipo de estructura societaria es necesario que se encuentre operativa al menos unos cuantos años antes de la transacción. Plantear la creación de este tipo de estructuras sin esa anticipación incrementa riesgos tributarios a futuro.
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Tomada la decisión de venta, la transacción puede durar meses, tiempo en el que se pueden negociar términos como la continuidad de algunos miembros de la familia en roles de gestión o como empleados, el compromiso de alquiler de ciertos activos, o incluso la venta parcial y el diferimiento del resto unos años.
Un aspecto importante en todo este proceso es prever el día después de la venta, momento que puede ser tan desafiante como la venta en sí. Las familias se encuentran de la noche a la mañana con una liquidez significativa, pero sin el negocio que ha sido su centro durante generaciones. En ese momento es vital actuar con cautela y estrategia. Tomar decisiones precipitadas, ya sea 'embalsando' todo el dinero en instrumentos financieros clásicos, pero de bajo rendimiento, o invirtiéndolo 'compulsivamente' sin una estrategia clara llevará a una erosión del patrimonio obtenido. Por esa razón es recomendable planificar con anticipación qué se hará con este capital. La creación de un 'family office' es una estrategia efectiva para poner a rendir al capital, ya sea a través de inversiones financieras, empresariales, inmobiliarias o en otros negocios. Para ello, es crucial contar con asesores internos o externos que ayuden a proponer inversiones inteligentes y bien fundamentadas.
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En cualquier caso, vender una empresa familiar no significa perder el talento emprendedor. Todo lo contrario, una familia empresaria que vende suele generar otras nuevas que les permiten aprovechar ese ADN empresarial, y seguir generando riqueza desde otros enfoques y sectores.
En resumen, muchas empresas familiares se enfrentarán en algún momento a la disyuntiva entre sucesión o venta. La clave está en abordar este proceso con planificación, profesionalidad, equilibrio entre el respeto al legado familiar y visión pragmática hacia el futuro. Una estrategia bien definida preservará el patrimonio familiar y lo hará crecer adaptándolo a los nuevos tiempos. Una vez superado el vértigo y afrontado el reto, se abre un apasionante mundo de nuevas oportunidades para la familia empresaria.
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