Escena 1. Carla Toscano, diputada de Vox, llama a Irene Montero «libertadora de violadores» y le recrimina que su «único mérito es haber estudiado a ... Pablo Iglesias en profundidad». La ministra de Igualdad responde indignada y advierte, señalando a los que tiene en el Congreso sentados justo detrás, que le van «a parar los pies a esta banda de fascistas» mientras solicita que se incorpore al diario de sesiones la «violencia política que se está ejerciendo en este momento en la sede de la soberanía popular». La bancada de la izquierda la aplaude a rabiar y ella rompe a llorar mientras me vienen a la cabeza todos esos presidentes, ministros y diputados que han sido insultados en ese hemiciclo hasta la saciedad y recuerdo las palabras del mismísimo Iglesias sobre Ana Botella cuando era alcaldesa de Madrid: «Una mujer cuya única fuerza proviene de ser esposa de su marido y amiga de los amigos de su marido» o las de la propia Montero cuando llamaba a Rajoy «franquista y saqueador».
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Escena 2. El Ministerio de Igualdad lanza una campaña publicitaria pagada por todos en la que se acusa de machista a Pablo Motos. En redes sociales comienza el linchamiento al presentador mientras la bendita hemeroteca rescata vídeos de la actriz Anabel Alonso estampándole sin permiso un beso de tornillo a Jordi Cruz en MasterChef, de David Broncano preguntando por sus relaciones sexuales a Leonor Watling y de Jorge Javier Vázquez ridiculizando a más de una mujer. Pero claro, Anabel es feminista y de izquierdas, el de 'La Resistencia', divertido y guay, el de 'Sálvame' hasta alcaldable con el PSOE, y con ellos doble rasero y del embudo la parte más ancha.
La película agota y tanta hipocresía espanta, también la que se gastan con el Mundial. Confío en que todos los que se niegan a ver los partidos para no ser cómplices de un régimen que no respeta los derechos humanos también boicotearon la Supercopa de España que se celebra en Arabia Saudí o el Mundial de Rusia de 2018 con el dictatorial Putin a la cabeza. No se engañen, lección de verdad la de los japoneses recogiendo la basura en los estadios de Qatar. En su país la práctica del Osoji persigue inculcar los valores de limpieza y cuidado desde temprana edad y así, barriendo y fregando en las escuelas, aprenden también a cuidar lo público y a ser ciudadanos ejemplares. Pero el Osoji va más allá de una rutina diaria y también se llama así a la 'Gran limpieza' para entrar en el nuevo año renovados: fuera lo que sobra y espacio para lo que vendrá. ¿Un nuevo Gobierno? Ojalá porque con este no puedo más.
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