El domingo por la noche Carolina y yo esperábamos con mucha curiosidad la entrevista que Jordi Évole le iba a hacer a Iván Redondo, el ... muñidor de los éxitos de Pedro Sánchez. El anuncio del programa fue inmejorable: Pablo Iglesias riéndose, como si fuese John Turturro, de sí mismo y de la solemnidad del aparato. A continuación unos tráileres de Évole con Redondo que hacían pensar en una justa sin caballos ni lanzas, el duelo entre dos tipos brillantes, supuestamente de los más brillantes del país. Hicimos los deberes pronto, pedimos Telepizza y abrimos una botella de vino que nos regalaron Arturo Comas y Anaís. Todo listo. Claqueta. Acción. Solo uno de los dos brilló.
Publicidad
Los aspectos digamos 'cinematográficos' del programa son tan buenos que, por momentos, te olvidas de que es una prosaica entrevista. Empieza a hablar Redondo y, sin venir a cuento, anticipándose, queriendo epatar con tácticas de 'coaching' de empresas y autoayuda saca una reina y un peón para deslumbrar a un Évole especialmente poco simpático. No funcionó y poco a poco, palabra a palabra, empecé a preguntarme dónde estaba el talento de ese señor tan brillante. Encadenaba argumentos de sección de consejos del 'Vogue' con solapadas muestras de resentimiento por el poder perdido. Entre lo que él quería decir y lo que Évole le sacaba se fue entreviendo algo ya previsto, que ese señor es un mercenario venido a más, un soldado a sueldo que quiso llegar a ser 'condottiero'. Nada dejaba claro el turbio publicista y, cuando en un rapto de ego, anunció su futuro compartiendo medio con Évole, se dio cuenta del error y soltó un vergonzante «esto no lo pongas», recibiendo la respuesta del entrevistador: «Lo vamos a poner todo y, si para que digas lo que vas a cobrar tengo que decirlo yo, no hay problema». El joven Maquiavelo de cercanías aguantó el órdago solo unos segundos. Ha sido la humillación más palmaria que hemos visto en televisión desde que Marisa Naranjo se lio con las campanadas de 1989-90 y nadie se tomó las uvas correctamente más que unos cuantos listos. Entre esos tipos rápidos tengo la certeza de que no estuvo Redondo.
Ya no entendíamos cómo Sánchez había confiado en este vendedor de biblias ni cómo era posible la convivencia con Pablo Iglesias. Todo acabó con un vídeo xenófobo que produjo para Xavier Albiol, alcalde de Badalona. Entonces entendí que en su día ese vídeo le dolió a Évole, que es de Cornellá y entiende los códigos de convivencia frágiles de la región. El superasesor, el vicepresidente en la sombra, no supo cómo escapar de aquello. Era la humillación última, aunque el presentador le guardaba un último regalo en las tomas en las que el muñidor presidencial, ahora en promoción para cualquier energética que busque estómagos agradecidos, pedía que lo sacaran de tal o cual forma.
Vimos esa noche una hora de televisión fulgurante, como casi siempre con este programa, y vimos un ejemplo de persona que llega sin valer. Ese es el cáncer de España, la usurpación. España está desorientada por muchas razones pero una es por los listos, por la gente que sabe ubicarse en los puestos decisivos usurpando el lugar a alguien. Es tan frecuente que ya nadie protesta. En Murcia, sin ir más lejos, se va a nombrar a un director de museo que nunca ha tenido un trabajo fijo remunerado antes, que nunca ha gestionado nada. Y no pasará nada.
Publicidad
España es un país de listos y trepas. Los caminos del poder son tomados por clanes que llevan siglos haciendo eso. Están en los 'Episodios Nacionales' de Galdós, están en 'El Quijote', en el 'Lazarillo de Tormes', en todo Eduardo Mendoza. Nuestra gran literatura se asienta en las figuras de pillos y oportunistas que llegan sin valer, sin haber demostrado nada, de personas que, cuando empieza la entrevista, sacan una reina y un peón del bolsillo como si fuesen cuentas de cristal en manos de los indios americanos. El siguiente paso es indios estafados y sin tierras ¿Le ha pasado alguna vez?
El problema no tiene solución porque no es que haya muchos pillos que embaucan a crédulos, es que el sistema por el que funciona este país ha sido creado, en parte, por esos pillos que han dejado los huecos para medrar. En la Universidad es muy fácil de detectar. Si España es la décima potencia económica, ¿cómo puede ser que la Universidad de Barcelona, en la que he tenido el honor de dar clase durante años, sea la primera española del 'ranking' mundial ocupando el puesto 131? Lleve este argumento a la política, ¿de verdad le parece que nuestros políticos son los mejores de entre nosotros, como debería ser?
Publicidad
Llegados a este punto el pesimismo nos puede vencer, porque seguramente todos hemos sufrido concursos amañados, pelotas colocados a dedos, familias poderosas copando puestos de la administración pública o del partido… Pero no, no debe ser así. La victoria de Évole sobre el listillo Redondo fue la demostración de que se puede combatir, al menos, esta metástasis sistémica del oportunismo sin escrúpulos. No es fácil, la honestidad está siempre en desventaja con la falta de moral pero no se puede cejar, por nosotros y por nuestros hijos sobre todo.
Habrá otros Redondos, muchos más, pero que cada vez lo tengan más difícil es un reto necesario. Eso, y no otras cosas, es puro patriotismo.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión