Colapso moral' llamó Hannah Arendt a la imposibilidad de sus compatriotas de discernir lo bueno de lo malo. Y una vez más, el monstruo terrible ... del odio, valiéndose de sus instrumentos espeluznantes, ha conseguido doblegar a la más básica y sana razón de los hombres. Una vez más, ha mostrado la faz siniestra de sus puños y sus miembros, el oscuro poder de los cuerpos contra la vida.
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Sin duda, para quienes observamos desde la confortable ventana de los pacíficos estados de Europa la crueldad de este terror, lo más doloroso es el crimen perpetrado, la pérdida de cientos de víctimas inocentes, desde los más inocentes, los bebés, a los más respetables, los ancianos. Todos sentimos que lo peor siempre del asesinato es la forma macabra que adoptan los terroristas para llevarlo a cabo. Quitan la vida, matan y lo hacen cargados de odio y de furia, de la forma más cruel e ignominiosa. Hordas de hombres deleznables.
No obstante, entre los afortunados, entre los hombres no amenazados, también los hay que han perdido. Estos no han perdido la vida, desde luego, pues ellos también se aferran a ella, y tanto lo hacen que para no tener que lamentar su pérdida, se ponen del lado de los asesinos. Algunos, víctimas del miedo, pero sin motivo, deciden plegarse a los designios del monstruo, y duermen al lado de la bestia, al amparo de su poder, al cobijo de la sangre y el pulso aún calientes de su fuerza desmedida. Y, ciegos también, como abducidos por el magnetismo primitivo de la irracionalidad, rezan inconscientes sus gritos siniestros. Adoptan, sin embargo, un gesto calmo y servil, con el descaro hipócrita de quien ya no merece el perdón, porque despliegan hoy el viejo y gastado discurso antisemita para armar un nuevo y sibilino negacionismo. ¡Sus corazones se han convertido en piedra y sus cerebros en paja!
Algunos, víctimas del miedo, pero sin motivo, deciden plegarse a los designios del monstruo
Una vez sufrido de nuevo este duro golpe para la historia de la humanidad, resulta absolutamente descorazonadora la insensibilidad de estos contemporáneos. Estamos perdidos si un solo hombre 'de bien' no se conmueve ante el dolor sufrido.
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Estos (y estas), protagonistas de una falsa 'ética del cuidado', han perdido el juicio y reavivan un nuevo 'colapso moral'. Cuando fingen no conocer el significado de las palabras, demuestran que el terror ha matado también su sentido, ha atravesado su corazón, ha aniquilado su moral y amordazado su intelecto. ¡No habéis aprendido nada del poder de los cómplices con los verdugos! ¡Sois la vergüenza del mundo! Esos hombres del presente que se afanan en completar un episodio horrible; ¡no podréis eludir vuestra responsabilidad más tarde!
Ningún miembro de los gobiernos de los estados de derecho actuales puede confundir los términos y fingir que no los conoce. Si, de repente, ahora alguno asegura que no entiende el significado de la palabra 'terrorismo', sin duda ese está también perturbado y ocupa un lugar indebido. Eso, o bien se permite una impostura intelecto-moral que escandaliza al sentido más elemental de lo humano. Aquellos políticos que confunden los conceptos clave de su profesión, ponen en peligro a todos los ciudadanos, pues no serán capaces de frenar al enemigo cuando llegue, y siempre llega, pues protegen el odio y la violencia; y, entonces, será evidente, por demasiado tarde, que incumplieron su principal deber como gobernantes.
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Hoy es el momento de estar a la altura, de dejar de lado las afinidades ideológicas y los intereses espurios. Hoy, es momento de honrar a las víctimas inocentes, pero el duelo es roto por cuantos se obstinan en su inmoralidad, por quienes se jactan incluso de su insensatez, de forma imperdonablemente inoportuna. Hoy es el momento de condenar también la negligencia pertinaz de los hombres y de las mujeres que han protegido a los terroristas bajo el velo de su ignorancia simulada. Su alma se ha ido a lo más bajo y muestra impasible una faz siniestra de sepulturero.
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