La antisibila tiene los ojos vendados y el corazón entablillado, no piensa ni siente, no puede, se ha quedado tísica de ideas y sentimientos. Es ... una diosa de Jano y una anti-Casandra. Atada a su mástil de plomo, sólo ve con los ojos que viran al pasado, si quiere volverlos al futuro se nublan y ciegan, pues carece de Moiras y de Horas, sólo tiene lacayos que corren raudos a cubrir su rostro del velo tupido de la estulticia.
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Desprovista de verdad, se arma de ideología para seducir a más de los suyos, que salen también a las calles, sin ideas, pero henchidos de una sensibilidad mutilada. Como una pseudoamiga, persuade a sus filas a sentir sólo con una parte del alma, y entonces estos, polarizados y polarizantes, se empeñan en defender sólo el dolor de los que quieren como votantes, que son muchos más que los otros dañados. A estos últimos no los quieren, y su muerte no les importa, más aún, creen que la merecen porque sí.
La antisibila es la antipolítica. Con sus ojos abiertos sólo para el pasado, analiza el presente con las categorías de otras épocas, pero sin una señal de aprendizaje histórico. Practica la ideología como disimulo del pensamiento, y recupera conceptos obsoletos para defender su posición extrema y caduca. 'Imperialismo', 'colonialismo', 'apartheid', 'genocidio', emite como 'flatus vocis' que suenan atróficos cuando salen de su boca, como si los hubiera estudiado en una revista de pseudociencia. Qué duda cabe que Lempkin no está en su biblioteca, y ha debido de echar a las llamas los libros de Marx, Rosa de Luxemburgo y Simone Weil, porque desconoce el concepto de 'persona'.
La antisibila es una antidemócrata. Como mucho le gustan las falsas democracias, esas en las que los gobernantes no quieren a su pueblo, porque detestan la libertad y el derecho. Odian el traje de chaqueta y se visten de 'sport' para representar bien su pose. 'Progresistas de postal', gobiernan para un pueblo al que nunca sacan de la pobreza, sino que lo condenan más a ella, pues de otra forma no tendrían a quien dirigirse como votante. Necesitan a su pobre, y si no existiera lo crearían, por eso buscan y rebuscan al miserable para usarlo como alimento de su antipolítica.
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La antisibila es una inmoral. Ha invertido todos los buenos valores morales, y juzga desde el resentimiento. No quiere el bienestar material ni espiritual para nadie, pues odia la economía y también la cultura. Todo esto le produce escozor, y no lo practica, porque lo asocia al carácter y la fortaleza de ánimo, de las que desconfía. Tanto es así, que no tiene ningún pudor en justificar las peores acciones de los hombres, pues encuentra en su credo político razones para ponerse de su lado.
La antisibila es la antimujer. Sí, también a ella la quiere oprimida, calladita y oculta bajo el burka. Dice que es feminista, y usa a la mujer como escudo político, como arma arrojadiza. Nos trata como incultas y débiles, incapaces de pensar y actuar, quiere hacernos dependientes también de su falsa justicia. Nos desfeminiza y acalla elaborando 'para nosotras' un discurso de víctimas y pobrecitas. También a nosotras nos necesita así, si no, si de repente se nos proyectara como fuertes y capaces, ya no la necesitaríamos para salvarnos. Por eso no sabe gobernar para la mujer de hoy.
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La antisibila es la antivida. Sólo anima al desconcierto y al caos global. Quiere apartar a su diplomacia de los estados legítimos. Juega al despiste y al engaño más descarados, cuando más claridad y sensatez se precisan. Entonces ella, cargada de su despropósito, enemista y mete cizaña, practicando la dialéctica invertida e ingenua de los 'buenos y los malos', ella que es la antimoral y la antivida. Incapaz de gobernar en el presente, alienta la disputa y la guerra, porque no sabe ya transitar el camino de la justicia.
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