La insoportable levedad del ser... turístico
Esta buena evolución del turismo puede ser el comienzo de una etapa prodigiosa o un breve espejismo entre eriales
El escritor checo Milan Kundera, en su libro 'La insoportable levedad del ser', utilizaba los postulados de Nietzsche para decirnos que todo lo vivido volvía ... a repetirse eternamente, pero que siempre volvía de manera diferente. Algo así es lo que ocurre con el sector turístico actual del tipo que sea.
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Más allá de argumentos existencialistas, en esta levedad por la que discurre nuestro destino turístico hemos llegado al periodo estival para observar con ilusión que todo vuelve a ser igual a los buenos tiempos de hace unos años. Igual, aunque se nos antoja diferente.
En este verano sin mascarillas ni restricciones, el turismo pedalea con fuerza hacia una recuperación de los niveles prepandemia. Con una previsión de ventas para 2022, según cálculos de consultoras especializadas, del 80% del volumen alcanzado en 2019, podemos afirmar que vamos por el buen camino; que todo marcha bien, aunque tengamos la sospecha, aprendida en estos años enfrentados a la mayor crisis conocida, de la evidente e insoportable levedad del ser... turístico.
Años en los que hemos sufrido y hemos tenido que reinventarnos (verbo remilgado y recurrente en tiempos difíciles, usado para todo lo que suponga un cambio profundo de nuestra zona de confort; otro eufemismo edulcorado que adorna crisis y las convierte en necesario estímulo para seguir adelante mientras el cuerpo aguante).
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Pues eso. Hemos pasado dos años muy lejos de la zona de confort, conscientes de que la levedad de nuestro destino estaba marcada por un ente microscópico que congeló nuestras ilusiones y, mucho peor aún, se llevó en su avance mortal a millones de personas.
Entablamos entonces una lucha con esa amenaza fatal para nuestra existencia turística. En esa lucha mejoramos protocolos sanitarios en hoteles, aeropuertos, auditorios y otros espacios, recuperamos códigos QR para minimizar los contactos entre personas, instalamos medidores de dióxido en interiores, implementamos herramientas para celebrar eventos virtuales y adaptamos nuestros hoteles como espacios para teletrabajo, entre otras medidas.
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Todo ello con el fin de que nuestras empresas, nuestros huéspedes, nuestros colaboradores tuvieran la seguridad de que aquí estábamos para empujar, como la fábula del pastor con sus ovejas. Que con esfuerzo todo volvería a ser como antes, aunque tal vez un poquito diferente.
Ahora estamos en 2022 bajo la luz de un nuevo comienzo. Las empresas turísticas, reforzadas con nuevas herramientas de digitalización, con protocolos de seguridad y nuevos modelos de eficiencia energética, han recuperado la marcha. Los aeropuertos nacionales reciben millones de turistas mientras que la ocupación hotelera ronda el 70% con un aumento anual del 33,5%. Vamos bien.
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Además, el turismo de reuniones, segmento de especial importancia para el turismo de la ciudad de Murcia, vuelve a apostar por los eventos presenciales, tal y como se desprende de los datos facilitados por la Oficina de Congresos de Murcia, que ha confirmado 28 congresos celebrados durante los seis primeros meses de 2022 y una previsión de actividad congresual del 60% con respecto a 2019. Mejor aún.
Pero prestos a celebrar la recuperación y volver a nuestra zona de confort (cada uno a la suya), nos olvidamos de esa insoportable levedad del ser... turístico. Con una fuerte dependencia de los mercados emisores de nuestro entorno como Reino Unido, Francia, Alemania y otros, incluida Rusia; esta buena evolución del turismo puede ser el comienzo de una etapa prodigiosa o un breve espejismo entre eriales.
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En este tórrido verano de la recuperación, avanzamos entre desequilibrios logísticos, mercados inciertos, y el alza de los precios espoleados por un conflicto bélico en Ucrania que ha generado la mayor crisis humanitaria en Europa desde el final de la segunda guerra mundial. Una guerra a las puertas de casa, sin final a la vista y que está perjudicando gravemente a sectores clave como el alimentario y el energético.
Mientras entendemos los motivos de este tiempo convulso, el sector turístico estudia en esta era postpandemia modelos alternativos de desarrollo que de momento ofrecen un pronóstico incierto. Asistimos a un escenario donde el concepto mismo del turismo está en un proceso de reconfiguración que pretende alejarse de los efectos negativos que la actividad turística ha provocado en algunos destinos de afluencia masiva.
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A todos los que seguimos aquí, inmersos en esta insoportable levedad existencial, los animo a salir cada mañana de su zona de confort para buscar juntos un modelo turístico responsable, gestionarlo con eficiencia, llenarlo de experiencias sostenibles y regresar a esa zona que todos conocemos con la satisfacción que solo se obtiene mediante el trabajo bien hecho.
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