Grande Nadal

Nos honraríamos sus seguidores con la concesión de esta dignidad: Grande de España

Cuando escribo estas líneas no han transcurrido ni veinticuatro horas desde que Rafa Nadal nos alegró a los españoles el último y frío domingo de ... enero. Efectivamente, el triunfo cayó para nuestro gran tenista y no para el súbdito de Putin. Otro contratiempo para ese déspota. Durante los próximos días se va a hablar y a escribir sobre la gesta del deportista. Este será sin duda el término más utilizado para glosar su victoria en el Abierto de Australia. Cuanto más se repita este calificativo más se ajustará a la verdad, pues lo que hizo el mallorquín fue algo realmente fuera de serie.

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Cuando quienes pudieron ver el partido y quienes nos limitamos a seguirlo por los móviles nos desfondamos, pues los dos primeros sets cayeron a favor del ruso, la fuerza y la inteligencia de este joven nos volvió a ilusionar a todos, y así hasta la apoteosis final.

Al inicio todo era desfavorable para el español, pues venía de lesiones importantes y de un contagio por la siniestra Covid, además, jugaba en una pista que no es de tierra batida, su terreno idóneo. Enfrente, uno de los mejores jugadores del mundo, engrandecido por sus recientes éxitos e igualmente por la soberbia que le caracteriza. Nadal pudo con todo y logró alzar hasta el cielo su raqueta y, después, una copa más de las muchísimas que acumula. Realmente, una gesta.

Desde la antigüedad clásica los sabios han valorado y alabado a los grandes deportistas, habiendo en Grecia quienes destacaban en ellos su trabajo y su tesón y quienes engrandecían sobre todo su conocimiento y su inteligencia. Hesíodo y Homero protagonizan esas dos visiones del héroe. Y Cervantes las refundió al poner en boca de Don Quijote que no es un hombre más que otro si más no hace. Así es, los hombres y las mujeres sobresalen sobre el común cuando desarrollan tareas que rebasan ampliamente lo propio de las personas normales. Rafa Nadal es una de ellas.

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Cabeza y cuerpo se alían magistralmente a la hora de desplegar su raqueta, que, impulsada por su mente y por el prodigioso brazo que la maneja, pone la bola siempre en el sitio adecuado. Al servir, al recibir y al desarrollar cada juego, su muñeca conduce la pelota al sitio clave de la pista para sorprender al rival. A todo esto se unen su tenacidad y su perseverancia, ambas dotes manifestadas de forma increíble cada vez que salta al terreno de juego, su mundo. Por eso, este triunfo fue épico. Todos nos conformábamos ya con su segunda posición en este torneo, menos él, pues la gloria es de los primeros y él está destinado a la gloria. Venció a Medvédev como a todo el que se le pone por delante, y estoy seguro de que lo habría hecho igual con el negacionista serbio que no pudo competir. Estoy convencido de que hay Nadal para rato y creo que este mallorquín de Manacor, balear de Menorca y español de Baleares, merece a estas alturas un reconocimiento de ámbito nacional, estatal. Pocos españoles han dado tanta satisfacción, y tan prolongada, a este país. Ello le hace acreedor de las más altas dignidades que España otorga a sus ciudadanos, algo que desborde la concesión del nombre de una calle o plaza, la erección de una estatua o monolito, o el nombramiento como hijo predilecto o adoptivo de su pueblo o de otras ciudades.

El Reino de España cuenta con la posibilidad de perpetuar de la mejor forma a este egregio deportista, aunque obviamente la decisión ha de ser del Jefe del Estado. Me estoy refiriendo a la posibilidad de ennoblecer su persona precisamente haciéndolo noble. No entiendo bien la nomenclatura de la nobleza, pero sí conozco un dato, la circunstancia de adicionar al título (marqués, conde, duque, etc.) la llamada 'Grandeza de España'.

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No sería la primera vez que se actúa así, ni resultaría novedoso que esa distinción recayese en un deportista de élite.

El orgullo con que Rafael Nadal enarbola la bandera española y las continuas alegrías que nos prodiga a los españoles merecen, sin duda alguna, ese reconocimiento.

Vamos a por él para encumbrar aún más a quien, como decía ayer su tío y preparador en una entrevista en TV, puede más con la cabeza que con el cuerpo, y ya sabemos de lo que es capaz combinando ambas facetas de su persona.

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Por grande y por español nos honraríamos sus seguidores, todos los españoles de verdad, con la concesión de esa dignidad: Grande de España.

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