Gorbachov que estás en los cielos

Muerto el que creímos un héroe descubrimos que la URSS nunca dejó de latir en los corazones de los ex-KGB como Putin

Sábado, 10 de septiembre 2022, 01:08

La reina de Inglaterra ha muerto cerrando una época extraña. Pensamos que hoy estamos mal sin darnos cuenta de que en algo así como dos ... años Donald Trump volverá al poder. Antes el futuro era siempre bueno, las cosas mejoraban en sentido positivo, pero en esta inversión de la lógica actual, lo que tenemos ahora será como 'El Padrino III' y lo que tendremos entonces la primera o la segunda parte: lo bueno viene ahora y la carga de violencia será mayor.

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A la vuelta del personaje más estrambóticamente corrupto del siglo se añadirá la evolución de situaciones críticas del planeta, como las endémicas guerras, personificadas en las visibles como Ucrania y las invisibles africanas, o los genocidios tolerados, como los de los rohingya en Asia. A ello hay que unir las trompetas apocalípticas que toca el clima hace ya mucho. Recuerdo cuando había quien negaba el cambio climático. Hoy nadie ya puede hacerlo y yo echo de menos aquellos tiempos en que era posible que estuviésemos equivocados. Hace unas semanas, buceando en Cabo Tiñoso, vi por primera vez tan al norte una 'vieja', el característico y delicioso pez canario. Para que todo vaya inexorablemente a peor vivimos la fase caliente de una nueva Guerra Fría. Para cerrar el círculo, volveremos a ver a Putin y a Trump estrechar sus manos para cumplir los deseos imperialistas del nuevo zar y los intereses espurios del obeso traidor americano en temas como la explotación del Polo Norte.

Si nos paramos a pensar todo esto puede que no nos levantemos de la cama, así que, una vez leído, intentemos olvidarlo.

Hace días murió Mijail Gorbachov. Fue uno de los héroes de mi tiempo, pero mi tiempo está tan lejos que otro de ellos fue el rey Juan Carlos. El presidente ruso cambió el mundo. Tengo muy presente a Rostropovic tocando su violoncelo junto al Muro de Berlín. Guardo una piedra de ese lienzo de pared de hormigón. En una visión insuperable del desguace de la URSS, una gigantesca estatua de Lenin viaja en barcaza río abajo en 'La mirada de Ulises' de Theo Angeolopoulos. El mundo, de repente, estaba en esa paz que obvia las guerras en los países que solo nos importan por lo que de ellos podemos robar. Abrazos entre los halcones conservadores, Reagan, Tatcher, Juan Pablo II y el presidente ruso. Luego Yeltsin, la voracidad europea y americana en la disolución del imperio soviético, la factura a los años del comunismo... qué años tan intensos aquellos en los que el periódico se leía de la primera página, en la que Mario Conde era cabeza de cartel, a la última, en que la cultura tenía su peso real pasando por la geopolítica fascinante de los 90.

Muerto el que creímos un héroe descubrimos que la URSS nunca dejó de latir en los corazones de los ex-KGB como Putin. Resulta extraño porque en la disolución del imperio los sátrapas del partido se quedaron con el poder de la mayoría de repúblicas. ¿Por qué no volvieron a formar la Unión cuando pudieron? Desde la óptica de Putin y sus nostálgicos de ese aborto ideológico que son los soviets ultracapitalistas lo coherente habría sido volver a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, pero en la rapiña de los medios de producción por parte de las camarillas de estos sátrapas las palabras 'comunista' y 'soviético' molestan. Aquí no hay nada de ideológico, hay deseo de poder y de imperio. Nada distinto a la época de los zares. En su nuevo libro, 'Rusia. Revolución y Guerra Civil, 1917-1921', Anthony Beevor relata una carta entre el duque de Marlborough y su primo Winston Churchill en 1902 con un perfil del zar Nicolás II. El autócrata es el ejemplo de su idea de que Rusia es demasiado asiática para entender la democracia. Según la línea de pensamiento de los zares, la madre patria solo se puede regir por la autocracia. Gorbachov olvidó eso cuando intentó convertir su país en una democracia occidental.

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Mi generación tiene en la memoria a Yeltsin, ese borracho corrupto, desautorizando a Gorbachov, aniquilando la perestroika y abriendo la vía a la depredación de las grandes compañías estatales rusas, que cayeron en manos de viejos lobos comunistas a los que el comunismo les duró el tiempo de llegar a su nuevo despacho y comprar una mansión en Saint-Tropez. Lo terrible es que aquellos comunistas que pisotearon sus supuestos ideales para convertirse en la oligarquía más inmoral del mundo llaman traidor a Gorbachov, que tuvo que hacer publicidad para mantenerse. Él no estaba traicionando nada, quiso acabar con la dictadura comunista y abrir el país a occidente y la democracia. Ellos sí son traidores a sus supuestas ideas, a su país y a la decencia.

Gramsci suele servir para todo y hay una frase que se ha hecho recurrente: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en este claroscuro surgen los monstruos». Normalmente se aplica al tiempo de los fascismos pero desde este punto de la historia sirve para el proceso de desintegración soviético. Gorbachov le dijo a Felipe González que habían emprendido un viaje que no pudieron acabar, y así fue. Rusia quedó perdida en el claroscuro en el que surgen los monstruos.

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Cuando dentro de unos años, si la justicia americana no lo impide, Trump y Putin se den la mano, lo que aplastarán en ese choque serán las esperanzas del mundo.

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