Las protestas espontáneas de agricultores y agricultoras en distintos puntos de nuestro país ponen de manifiesto su hartazgo y desesperación con las políticas agrarias y ... medioambientales que dictan España y la UE, de espaldas al campo. Proexport ha estado al margen de estas convocatorias, pero nos solidarizamos con todos ellos y les mostramos nuestro apoyo, pues somos productores hortofrutícolas y compartimos todos sus problemas. De hecho, hace ya dos años que advertimos públicamente del 'tsunami normativo' que supondría la Estrategia Europea del Campo a la Mesa. Dijimos que esa estrategia, junto a la política de barra libre a la entrada de productos de terceros países en la UE, restaría competitividad a nuestra mejor agricultura y acabaría expulsando del sector a miles de agricultores y pequeñas empresas. No nos hicieron caso y, desgraciadamente, está pasando.
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El campo dice 'basta ya' aquí y en muchos países de Europa sacando sus tractores a la calle. No miremos a otro sitio, nuestro país, nuestros gobiernos, son también corresponsables de haberla apoyado y de incluso ir en ocasiones más allá. ¿Nada tiene que ver el Ministerio de Agricultura con el nuevo e hiperburocrático Cuaderno de Campo Digital que enclaustrará a nuestros ingenieros agrónomos en los despachos?, ¿o con una Ley de Cadena Alimentaria que obliga a registrar millones de contratos privados y muchos expertos califican como la más insegura jurídicamente de Europa? Podemos hacer las cosas mejor.
Y qué decir del Ministerio de Transición Ecológica: ¿por qué ese escasísimo diálogo con el sector agrario al que regula constantemente sólo desde el prisma ecologista más extremo? Lo demuestra en materia de recortes al agua para regadío mientras deja ir al mar 85.000 hm3/año, reduciendo sin sólidos criterios agronómicos el uso de fitosanitarios y de fertilización, eliminando envases que preservan nuestros alimentos más sensibles o protegiendo espacios naturales sin atender a su compatibilidad con el mundo rural. La intención podrá ser buena aquí o en Europa, pero la ejecución está siendo tremendamente alienante para el mundo agrícola. Se olvidaron de la importancia de producir alimentos y de que la sostenibilidad en agricultura ha de ser además de medioambiental, también social y económica. Y si no, no lo es.
Y en la Región de Murcia retumba también ese 'basta ya'. Fijémonos en la hiperregulación normativa y el control exhaustivo al que es sometido el sector agrícola del Campo de Cartagena en los últimos años: créanme, no tiene parangón en Europa. La Ley para la recuperación y protección del Mar Menor cargó sus tintas casi en exclusiva sobre el agro, soslayando otros factores que alteran el estado de la laguna. Ha permanecido invariable en 6 años, a pesar de los avances en sostenibilidad del sector y del lamento desesperado de los agricultores por la particular redacción de algunos de sus artículos, de escaso rigor técnico, y régimen sancionador persecutorio. Si tras tanto progreso demostrado, Gobierno y Asamblea Regional se negasen a adaptarla mínimamente, siquiera para facilitar su cumplimiento, nadie habrá de sorprenderse de que la protesta estalle en el campo antes de que se tengan que abandonar las tierras. Sumémosle a esto la amenaza de o cumplir las durísimas medidas cautelares de la Confederación o no recibir agua de riego: cultivar de forma medianamente competitiva en la zona, admitámoslo, se convierte en misión casi imposible.
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Tenemos una de las agriculturas más diversas y avanzadas, lo que nos permite disfrutar de la dieta más saludable del mundo. Es hora ya de abrazar al campo y de cambiar lo que se ha hecho mal en España y en Europa. Gobiernos y partidos políticos de todos los colores deben facilitar la revisión urgente de aquella normativa que comprometa la producción agrícola, dar al agro plazos realistas para realizar su transición ecológica, diseñar junto a él, y no contra él, planes de modernización y reducción de huella medioambiental, y, sobre todo, exhibir más respeto y consideración a quienes nos dan de comer cada día. Legislar de espaldas a nuestros agricultores sólo traerá como consecuencia el progresivo abandono de los cultivos, la pérdida de producción nacional de alimentos saludables, el incremento de precios al consumidor, el descontento social y, al final, la protesta en las calles.
Es seguro que ningún agricultor querría estar hoy en las movilizaciones, sino trabajando honradamente como cada día en su finca de almendros, lechugas, frutales o tomates. Se dirá que las protestas de ayer son en parte anárquicas, descontroladas, no autorizadas previamente, y que pueden causar molestias a una parte de la población. Es cierto. Reclamémosles una pronta restauración de la libre circulación de personas y mercancías. Pero comprendamos también que cuando la desesperación del campo se desborda, hablan los corazones y no las organizaciones.
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