Hay que ser optimistas, dicen los psicólogos y los gobernantes, para poder superar política, social y económicamente la adversidad. El problema es que la adversidad real es individual o familiar, lo demás es estadística. La política no sufre la devastación, la aprovecha para su propia expansión enredando el discurso y distrayendo el relato (como a ellos les gusta definir la propaganda). El sufrimiento nunca es compartido, podemos ser solidarios o comprensivos, pero las deudas, la enfermedad, la desesperanza o el miedo son personales e intransferibles y cada uno lucha como mejor puede y sabe sin otra ayuda que su voluntad, su intuición o su necesidad. Solo los fieles ideológicos, los necios o los privilegiados pueden entender con optimismo una situación que nos ha superado. Salir de esta nos va a costar más de lo que indican los predicadores de la buena nueva.
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En este año que empieza seguiremos atrancados, de ahí el título, en las dos grandes crisis que asolan nuestro país: la sanitaria y la económica. Ninguna de las dos se va a resolver por el simple deseo. La primera requerirá de la generalización de la vacuna que no se producirá hasta el próximo verano y habrá que esperar, dicen los científicos, hasta terminar el año para saber su efecto y dar por finalizada la pandemia.
La segunda, la económica, será más larga, profunda y costosa. Después de una caída tan brutal del PIB en tan poco tiempo, desconocida en crisis anteriores, la recuperación será trágica para muchos sectores económicos. Creo que, por las prisas de terminar el confinamiento y salir a la calle, no hemos valorado suficientemente el parón de cuatro meses de encierro con prácticamente toda la actividad parada. El retraso producido se hará notar a corto y medio plazo pues, como ya avisa el Banco de España y el Banco Central Europeo, hasta 2023 no se recuperará el nivel previo a la crisis sanitaria. Por tanto, quedan dos años de dificultades que habrá que ver cómo se gestionan para que empleo y actividad no se resientan. Complicado, desde luego, cuando baja el consumo y aumenta el ahorro. Y más complicado si parte del Gobierno se empeña en provocar debates innecesarios en momentos de dificultad. La subida del salario mínimo interprofesional, cuando ya han subido las cotizaciones a SS, es jugar con fuego en un país que ya está en llamas y solo obedece a la necesidad de agitación electoral. Ahora mismo lo que hay que hacer es defender al trabajador sin empleo o en riesgo inminente de perderlo (veremos cómo termina la aventura de los ERE), facilitando las condiciones que fortalezcan la economía y estabilicen el mercado laboral.
En este año que empieza seguiremos atrancados en las dos grandes crisis que asolan nuestro país: la sanitaria y la económica
La esperanza de los fondos europeos de ayuda puede ser una buena baza para equilibrar la economía, aunque no estén específicamente dirigidos a paliar el desastre producido. No llegarán hasta el mes de abril, pero el título no me negarán que es bonito: 'Real Decreto-Ley por el que se aprueban medidas urgentes (¿?) para la modernización de la administración pública y para la ejecución del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia', ahí queda eso. El 50% es para ayuda directa no reembolsable y el otro 50% vía préstamos. La gestión será compartida entre todas las administraciones públicas y está encaminada hacia proyectos de inversión, sobre todo en el ámbito digital y de transición ecológica que faciliten la transformación del modelo productivo. Está abierto a todas las empresas; grandes, pequeñas y autónomos. Es importante señalar que las ayudas deben distribuirse con equidad y gestionarse con seguridad, rapidez y efectividad, sin cometer errores, fraudes o nepotismo ideológico, tanto por parte del Estado central como por el autonómico.
Como vemos, hay interés en Europa en ayudar al desarrollo empresarial y financiar el futuro sobre la base de la recuperación, la creación de empleo y la sostenibilidad. Los euroescépticos y los criticones de güisquería deberán hilar muy fino si quieren seguir siendo escuchados. Y hay muchos y de múltiples tendencias políticas.
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Hay un tercer motivo que nos mantendrá atados al año terminado. Lo que denominan 'conflicto catalán' (hay nuevas plebiscitarias a la vista), que no es otra cosa que un conflicto entre catalanes provocado por un partido corrupto y una familia imperial de carteristas meapilas en un intento bochornoso de escapar de la justicia. La oligarquía franquista reaccionaria, reconvertida a la democracia y al independentismo con tal de seguir mangoneando (y será social comunista en cuanto vea la pela) ha convertido Cataluña en una tiranía paroxística y esquizofrénica mediante la mentira y la manipulación de la fe y la emoción de muchos catalanes que ahora son súbditos y rehenes de su propia agitación y presos de su propia ceguera, porque los realmente poderosos se esconden y nunca pagan. El coste de querer pasar a la historia sin tener que inventarla es una factura incobrable.
Lo dicho: feliz 2020 II y feliz resiliencia a todos.
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