El yacimiento de San Esteban es una oportunidad, de las pocas que se ponen a huevo, para demostrar nuestro amor propio como murcianos. Por mucho ... que digan las autoridades que se ha avanzado, todos vemos tristemente cómo aquello no chuta, y no lo hará por mil motivos, pero entre otros, hay que poner uno en la balanza: la indolencia. Al principio hubo abrazos y encadenamientos solidarios, hasta intentos de pescozón a los que insistían con la idea del parking. Pero luego, por despecho y por otras inclemencias –la económica no fue la primera razón, más bien el mareo de perdiz institucional, la distracción y un poco de alpiste para entretener a los arqueólogos–. Por una cosa o por otra, el caso es que desde 2009 este lugar, que el catedrático José María Luzón Nogué, exdirector del Museo Arqueológico Nacional y del Museo del Prado calificó 'in situ' de «mina de oro», no es hoy más que un quebradero de cabeza.
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Luzón volvió hace unos días a Murcia; es el comisario de la exposición 'Velázquez y Juan de Córdoba', en la Fundación Cajamurcia. Terminado el acto de presentación, le abordé para preguntarle qué le parecía hoy aquella «mina de oro» –estamos hablando del arrabal de la Arrixaca Vieja (o del Norte), una extensión de 10.000 metros cuadrados, ejemplo único del urbanismo andalusí de los siglos XII y XIII, el más extenso de los hallados hasta hoy–. Y esto fue lo que me contestó Luzón: «Es una mina de oro, ¡lo es! Pero hay que invertir en el tiempo, y se podría recuperar, pero dicen que no tienen dinero». Me contó que Carlos III también tuvo detractores y levantó un reino, de modo que sigue convencido de que San Esteban puede levantar la ciudad de Murcia, «pero si se invierte; si no se invierte es una vergüenza».
Convertir el yacimiento de San Esteban en un lugar de trabajo, ir poco a poco, recuperando y restaurando, y tomando decisiones parciales, por aquí y por allá, sería una digna salida para el notable catedrático y académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Dar pasos. Y lo cierto es que se han dado pasos, pero nunca hemos sabido, de verdad, si esos avances iban en serio o eran puro humo.
«Tiene que ser un proyecto estable como fue el de Pompeya, vamos. Que duró 50 años y en 50 años cambió todo», cree Luzón. «La arqueología del estoy aquí, saco y abandono, esa arqueología es muy negativa, porque destruye». Cabe preguntarse por qué la ciudadanía está muda; por qué tantos socios de gobierno, que se dicen comprometidos con la cultura, no apoyan decididamente recuperar el alma de un lugar tan conectado con el legado de Al Andalus.
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