Hace unas semanas, TVE programó el concierto ofrecido por Joan Manuel Serrat a mediados de diciembre para despedirse de su público de Madrid. Debo reconocer ... que en muy pocas ocasiones a lo largo de mi vida he disfrutado tanto de cuanto puede ofrecerme una pantalla. Y es que escuchar a nuestro mejor cantautor es algo que te conecta con una serie de sensaciones, de recuerdos, de imágenes, vividas y soñadas, y de alegrías, es decir, con la belleza. Y esa incuestionable belleza se despliega sobre todo en tres aspectos: la música, la voz humana y la magia estética de los versos. Muchas de las canciones que nos brindó esa noche contienen rimas y recursos técnicos dignos de los mejores poetas de nuestro siglo XX. En esto coincido plenamente con mi paisano y amigo Pedro Guerrero, también poeta. El tema 'Mediterráneo' bien pudiera haber sido creado por alguno de los grandes, como Neruda o Alberti, y también por Machado o por García Lorca. No es una obra más en el repertorio de Serrat, sino la más lograda de entre todas las canciones de su extenso repertorio, que siempre destila sentimientos e impresiones vitales. Y por encima de todo la música, tanto la que él ha compuesto como la que otros le han escrito. Así, consigue organizar, cada vez que actúa, un emocionante espectáculo, no de luz y color, como ahora se lleva, sino de sonidos, de voz y de poesía. Como en la ópera, todos esos componentes se rellenan con una armoniosa representación escénica, pues Serrat es artista hasta cuando saluda al público o le narra alguna historia de su vida, como hizo la otra noche.
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Quedé realmente admirado cuando, tras elogiar los versos de ese inmenso poeta que fue Miguel Hernández, atacó las nanas de la cebolla, una de las columnas que soportan el universo del oriolano. Hay que ser muy frío, muy torpe, muy insensible, para no vibrar con ese poema y con esa canción, como ocurre con el canto para la libertad, también ofrecido en esta ocasión.
Y es que resulta casi fácil componer temas destinados a loar la belleza o virtudes de una dama, o incluso de una ciudad o un lugar determinado, mas qué complicado es dirigir una canción a los piratas, a los niños, a un mendigo llamado Benito o a quienes pertenecen a otras razas, y Serrat alcanza niveles inusitados cuando canta a esos locos bajitos o a los facinerosos del Mar, a quienes hay que cortarle las piernas para que se arrodillen ante alguien.
Pero la piedra angular del argumentario 'serratino' es siempre el amor, también en los paisajes, en las historias y hasta en los piratas, que acaban enamorándose y se llevan a navegar a la mujer amada, tatuada en su cuerpo.
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Cuántos nombres de mujer son desde hace décadas indefectiblemente relacionados con los temas de nuestro cantautor, dedicados a Lucía, a Penélope o a Mercedes, la del Palmo. Y cuántos inicios de una relación amorosa se asimilan hoy a ese contacto que narra entre quien no debía estar allí y quien pasó sin querer pasar por ese lugar, surgiendo el amor de un simple cruce de miradas.
E igualmente, cuánto se ha conectado el exilio español de posguerra con el último viaje de D. Antonio, al que cubre la tierra de un país vecino. Y cuánto se ha evocado el terruño de muchos al escuchar 'Mi pueblo blanco'. Qué decir de D. Guido o de Tío Alberto, perfiles ambos del vividor de siempre y de ahora.
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He de reconocer que me entusiasma Serrat hasta cuando no lo entiendo, porque canta en catalán, destacando de ese lote de canciones un precioso tema en el que cuenta que para tener un bello sueño hay que estar bien despierto.
Nadie es perfecto y es de apuntar que metió la pata, para los españoles no catalanes, cuando al comienzo de su trayectoria se negó a cantar en castellano representando a su país en Eurovisión, pero el rechazo que obtuvo entonces ha sido enormemente compensado con las dilatadas satisfacciones que desde aquel evento nos ha dado a todos los españoles, cantándonos en nuestro idioma, uno de los suyos, y aportando continuas ilusiones a nuestras vidas.
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Para terminar, insisto con 'Mediterráneo'. Para mí la mejor canción en español del siglo pasado. Al describir un paisaje alcanza un dintel solo comparable al que consiguió Pablo Milanés cantando al amor en su tema 'Yolanda'.
Larga vida a nuestro cantautor por excelencia, que, en efecto, ha formado parte de nuestras vidas desde el año 1965 hasta su reciente despedida. Joan Manuel, siempre nos cantarás, nos alegrarás y nos emocionarás.
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