Dicen, esas estadísticas que lo saben todo, que casi un 40% de los españoles se va de vacaciones en agosto, así que en estas fechas ... imagino a mis lectores en una tumbona, con el bullicio de un chiringuito a su espalda, o durmiendo la siesta en el jardín de un pueblo, olvidando las ciudades con sol intermitente.
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En el norte vamos por libre, tanto climáticamente como en otras facetas. Si usted está en Sevilla seguro que mira, casi con envidia, las temperaturas de Cantabria o del País Vasco, donde el cielo se encapota, se enladrilla, se amarmola y un largo listado de sinónimos que tenemos para decir que 'hace malo y que de playa no hablamos'. Un meteorólogo me dijo que en la zona donde vivo había una anomalía térmica negativa, que la masa de aire cálido se quedaba en el sur y en el centro y que, generalmente, las Azores siempre tenían algo que ver.
Resumiendo, que llega agosto, las vírgenes, las altas temperaturas y la ausencia de noticias patrias, que de las otras no nos libramos. Es el momento perfecto para detectar en los periódicos esas ocurrencias del personal que se vuelven noticiables. Yo, por ejemplo, desconocía que existía una Federación balear de balconing (palabra aceptada por la RAE). Ya saben, esa curiosa actividad que consiste en tirarte desde un balcón para aterrizar en una piscina, despues de haber bebido más que los peces en el río. La cuenta de X de esta federación muestra más de 60.000 seguidores y el portal web tiene, además de sus normas, un almacén de datos y una clasificación que encabezan los turistas de Reino Unido. Para poder dar una correcta puntuación se especifica que esta experiencia con resultado de muerte puntúa dos puntos, los heridos un punto. En caso de empate gana el equipo que registre más fallecidos y si persiste la igual puntuación se mira el número total de pisos por caída. Una delicia de idea para estimular a los curiosos.
He estado a punto de revisar los países que entraban en esta gran liga para saber dónde se acumula más idiota por metro cuadrado, pero a última hora me he arrepentido. En estos casos, tengo el síndrome de la madre educadora y me entran unas ganas irrefrenables de partirles la cara a los de la web y a esos miles de seguidores. Veo que cada vez es más difícil que un individuo, varón y adolescente llegue a ser un adulto. Agradezco a los dioses y diosas que mis hijos hayan superado la tentación de practicar esta actividad y animo a los padres de las criaturas a que les enseñen las nítidas fronteras entre la estupidez y la sabiduría.
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