Ecoansiosos

PARALELO 37 ·

Solo a mí se me ocurre meterme un viernes en la web de la ONU y arruinarme la noche

Miércoles, 25 de enero 2023, 01:26

«Emergencia planetaria». «Amenazante y catastrófico calentamiento global». «Adaptarse o morir». «Los incendios forestales, en preocupante aumento». Solo a mí se me ocurre meterme un ... viernes en la web de la ONU y arruinarme la noche con titulares como estos en vez de salir por ahí a darme una vuelta, aunque si les soy sincera, y superados los cincuenta, ando más agobiada por mi incipiente dolor de huesos que por los gases de efecto invernadero. Otro gallo cantaría si estuviera en los veinte.

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¿Llevas sin dormir desde que te enteraste de que el núcleo de la Tierra se ha frenado y ha empezado a girar hacia el oeste? ¿Sufres palpitaciones solo con imaginar que el Ártico pueda quedarse sin hielo? ¿Lloras al pensar en fenómenos atmosféricos extremos? Si tu respuesta es sí siento decirte que sufres de ecoansiedad, un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones, según la definición de la American Psychology Association (APA) que por ahora no la califica de enfermedad, pero tiempo al tiempo.

«Quiero que entren en pánico. Quiero que sientan el miedo que yo siento todos los días», gritaba Greta Thunberg a los líderes mundiales presentes en una conferencia de Naciones Unidas de 2019. La ecoansiedad de la joven sueca es de manual y lo triste es que miles de jóvenes en el mundo la sufren igual que ella. De las 10.000 personas de diez países diferentes y edades entre los seis y los 25 años preguntados recientemente por la revista médica británica The Lancet el 45 % considera que la preocupación por el clima afecta de forma negativa a su vida cotidiana, tres cuartas partes cree que «el futuro es aterrador» y un 56 % asegura que «la humanidad está condenada». No les quiero cansar con más datos, pero en España los jóvenes no son ajenos a esta angustia y solo el 20% afronta la vida con optimismo. No me digan que no es tremendo.

En internet hay un buen puñado de remedios para gestionar la ecoansiedad de los que me quedo con evitar convertir el cambio climático en monotema, prestar atención a lo que suma y no a lo que resta, contribuir con un consumo consciente y dejar de aleccionar al entorno en cada encuentro. ¡Sí, por favor! Qué pesadilla amargar al prójimo una sobremesa con la satanización de carnes y lácteos y los 1.000 millones de toneladas de metano que cada año liberan más de 1.500 millones de vacas en forma de sonoros pedos. Y qué injusto también porque estos pobres animales son solo responsables del 5% de las emisiones; el resto es cosa nuestra.

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