Los otros divorcios
Como los malos políticos, Florentino no contó los votos antes de meterse en líos
En contra de lo que se ha dicho, y encabezando una larga lista de bulos, durante la pandemia la gente se ha divorciado mucho menos. ... Se dijo que, como no había más remedio que confinarse con la pareja, el tedio hizo mella, y las separaciones se dispararon de manera notable. Mentira. Busco los datos del Consejo General del Poder Judicial y veo que en 2020 los divorcios se han reducido en un 13%. Divorcios y separaciones en toda España han sido 95.000. Menos que durante los seis años anteriores. Sigue estando vigente la frase de Groucho Marx de que «el matrimonio es la principal causa de divorcio».
Sin embargo, en este tiempo hemos asistido a no pocos divorcios de otra especie. Divorcios entre ejemplares distintos a la pareja. El más reciente, y más mediático, se ha producido en el mundo del fútbol. El ínclito constructor Pérez, reputado presidente del Real Madrid, ha tenido la idea de hacer una superliga protagonizada solo por los clubes de fútbol más ricos de Europa. Esto ha hecho temblar los cimientos no solo del balompié sino de las bolsas. Su intención, dice, era que todos viéramos cada miércoles un Manchester-Barça o un Juve-Madrid. Creo que nadie le contó lo del séptimo merengue. Dejaría de ver fútbol si a cada momento tuviera un grandísimo partido. Qué aburrimiento. ¿Se imaginan comer todos los días bogavante? Es posible que lo haga el tío Gilito. Menos mal que la sensatez se ha impuesto pues, como los malos políticos, Florentino no contó los votos antes de meterse en líos. Lo que ha originado que equipos, jugadores, aficionados, medios de comunicación, se divorcien, y se tiren los trastos, cuando lo importante es saber cómo va a acabar la actual competición. Además, a equipos representativos de ciudades como Coruña, Córdoba, Huelva o Murcia, el que haya superliga nos les trae al pairo, metidos, como estamos, en la superviviencia pura y dura de los clubs modestos.
También la Covid ha originado divorcios en los centros de enseñanza. En todos, pero principalmente de las universidades. Por fortuna, la edad me ha hecho estar lejos de las aulas, lo que no impide seguir en contacto con colegas que cuentan y no paran de los sinsabores de esta situación. Por más empeño que los rectores han puesto en el tema, el divorcio entre los intereses de estudiantes y los de los docentes ha quedado patente. No en todos, pero sí en buen número. Ya digo que no he sufrido el tener que dar clases 'online', o examinar 'online'. Pero compadezco a aquellos que han sido obligados a hacerlo, no ya por lo difícil de acertar con la calificación, sino por la manera de enseñar. Imagino que dirigirse a un ordenador es como hacer a Shakespeare ante un patio de butacas vacío, diciendo al aire eso de 'ser o no ser'. Estamos hablando de un divorcio incompleto, sí, pues hay muchos estudiantes que ponen todo su interés en aprender, pero otros lo ponen en aprobar de cualquier manera.
Y qué decir del divorcio en la política. En esto no hay pandemia que lo haya originado, pero sí lo ha ampliado. La habitual enemistad entre los partidos políticos se ha desbocado con el virus. Antes había oposición; ahora hay odio. Personalmente, no doy crédito a lo que leo y oigo que dicen los mal llamados padres de la patria. Y madres. ¿Cómo es posible que la defensa de un programa político se base en la mentira y el insulto? ¿Cómo voy a atender las demandas de una ideología si los que la defienden echan porquería al contrario? Y por si faltaba algo, aparece el transfuguismo. Ya no hay antipatías entre partidos de diferente signo. Las hay entre correligionarios. Y no uno, más de uno. Me vienen a la mente algunas formaciones que se pueden dividir entre prófugos y no prófugos. No les daré el gustazo de darles publicidad; en el pecado llevan la penitencia. En todo caso, se trata de divorcios de los llamados salvajes, frente a aquellos otros que pudieran ser más racionales. Lo malo del caso es que, entre peleas, unos y otros nos gobiernan. ¡En manos de quiénes estamos!
Seguro que si siguiéramos escarbando en otras direcciones de nuestra sociedad saldrían nuevos divorcios, capaces de asombrarnos en estos tiempos que corren de ertes, eres, colas del hambre, avisos para vacunarse que no llegan, y lindezas por el estilo. Mejor dejar su comentario para otro momento. O para nunca.
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