Tengo 43 años y casi cuarenta de ellos los he vivido en el mismo barrio de Murcia: el Infante Juan Manuel. Una zona de la ciudad a tiro de piedra del centro actualmente, aunque décadas atrás era el extrarradio, como sucede en los barrios de las afueras de otras urbes que, sin moverse físicamente, porque las casas no andan, parecen acercarse, compactándose con el resto mientras poco a poco pasa el tiempo.
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El Infante Juan Manuel tiene una gran barrera natural, el río Segura, cuyo cauce urbano ha sido siempre una frontera entre el norte y el sur de mi ciudad. Sorprende conocer aún gente que nunca ha venido a este lado, la margen derecha. Mi barrio ha crecido mucho (tengo fotos de pequeño en la puerta de mi casa rodeado de huerta) pero sigue a años luz del norte en muchos aspectos tales como equipamientos, servicios y, por qué no decirlo, una aparente y continua falta de cariño por parte de las administraciones.
El río como tope norte y las vías del tren como precipicio sur, afortunadamente destinado a desaparecer (ya tenemos suficientes barreras naturales en nuestras vidas como para crear otras artificiales) generando una innecesaria impermeabilización humana que ha traído un cierto grado de aislamiento con muchos efectos colaterales negativos: carencia de conexiones de transporte, ausencia de vertebración social, necesidad de cohesión a todos los niveles.
Se ha lanzado Murcia Conexión Sur, un proyecto para dar solución al enorme espacio que dejará el ansiado soterramiento de esas vías que, como una cicatriz, partieron hace siglos la ciudad en dos. Y yo solo hablo del Infante, podemos sumar el resto de barrios y pedanías afectadas todavía en mayor medida.
Participé como ciudadano afectado en uno de los foros al respecto, contando cómo veía una persona que vive en el sur y tiene a diario que trasladarse al norte a hacer sus gestiones, como tantos otros miles de ciudadanos, la importancia que en mi opinión tiene la movilidad urbana en ese sentido, la integración social que se genera con ella, la necesaria eliminación de barreras arquitectónicas y la necesidad de hacer más sana y limpia una ciudad, llamando a la valentía política y a la imprescindible buena comunicación de proyectos como éste.
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Un foro de barrios en el que escuché también las demandas de otros puntos de vista siempre constructivos y que desplazan a uno desde su hogar a otras casas, a otros problemas y a otras necesidades.
Murcia tiene una oportunidad de oro de saldar su histórica deuda con el sur. Que lo veamos.
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