Cuando todo esto pase, olvidar será una necesidad. Deseamos con urgencia que nuestro mundo se parezca mucho más al que conocimos desde niños. Y seguro ... que así será, más pronto que tarde, pese a la cantidad de covidiotas que nos rodean.
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En nuestro pasado, la estupidez siempre estuvo presente. Es una constante. Tontos ha habido muchos a lo largo del tiempo. Sospecho que en un porcentaje idéntico al actual, aunque ahora se visibilizan más fácilmente debido a sus excéntricas actuaciones cuyas consecuencias nos afectan a todos y conocemos con inmediatez.
El pasado año, la RAE aceptó la palabra covidiota. Al margen del contexto en el que nace, y que tanto deseamos superar, la covidiotez es casi un modo de ver el mundo, un paradigma. Es la contemplación de cualquier realidad, negándola e interpretándola de un modo subjetivo. Un traje a medida del desnudo emperador. Y un ejemplo de insolidaridad y crueldad, cuando el que ejerce el mal es consciente de estar haciéndolo.
La RAE consideró el término un calco del inglés 'covidiot' y tardó poco o nada en aceptarlo. Imagino que la Academia pensó que quedaría suscrito a un tiempo concreto con principio y fin. Pero sería mejor dejarlo en el diccionario. Perpetuarlo en el tiempo. Repetirlo una y otra vez hasta interiorizarlo como una definición, entre otras, de aquellos que se saltan las normas aun a riesgo de perjudicar a muchos o a todos. Eso y no otra cosa es el límite de la libertad. Libertad y covidiota debieran considerarse palabras de 2021.
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Que se pueda fumar sin molestar a nadie es un derecho –probadamente pernicioso para nuestra salud–, pero no deja de ser una elección personal
Ahora bien, asistir a fiestas sin mascarilla y saltándose la distancia social no es un ejercicio de libertad, sino una estupidez y un delito.
Hay otro porcentaje florido de covidiotas de primera división: los que negaron la existencia de la propia pandemia y, por supuesto, la eficacia de las vacunas. Aquí se genera un problema de índole moral: ¿es lícito realizar este tipo de afirmaciones? ¿Tengo derecho a decir que la tierra es plana? ¿O que los antibióticos no curan? ¿O debemos considerarlo incluso delictivo? Por supuesto, la respuesta es dificilísima.
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Es evidente que nuestra libertad acaba donde empieza la de los demás, incluso la de conocer la verdad. Pero las prohibiciones y las limitaciones a la libertad de expresión dan pavor y, como hemos visto en la actitud de la izquierda más ejerciente, puede conducir a justificar actitudes despóticas y un intervencionismo estatal desaforado. Se empieza por legalizar sobre lo que se puede decir o no y se acaba justificando el control sobre los medios de comunicación. O erigiéndose en supremo valedor del bien común y decisor de lo que nos conviene o no como sociedad.
Hay límites: debe haberlos y más en pandemia. Pero es preferible un modelo en el que nos 'pasemos' de libres que otro en el que el Estado decida permanentemente por nosotros.
Por supuesto que Díaz Ayuso ha ganado las elecciones enarbolando la bandera de la libertad. Pero se equivoca quien lo vincula con el libertinaje contemplado en tantas ciudades.
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Covidiotas los hay repartidos homogéneamente por todo el territorio nacional, incluso allí donde 'Doña Rogelia' Laura Borrás mueve sus labios gracias a 'Mari Carmen' Puigdemont desde Waterloo. No queda otra que dejar que hablen, ¡faltaría más!, confiar en la justicia y recordarles que la república catalana, por si alguien todavía no se ha enterado, no existe. Igual hay quien cree que esta es otra acepción de covidiota.
O en el País Vasco, donde han decidido negar la historia e imponer el olvido de las víctimas a base de ceguera en el discurso construyendo un relato interesado y falso. Allí celebran poder visitar en la cárcel, a pie o en taxi, a miembros de la banda terrorista ETA. Todo muy libre y especialmente justo, ¿verdad? Otra acepción más a sumar de covidiota.
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Y por si esto fuera poco, Iván Redondo y Pedro Sánchez amenazan con presentar un plan para diseñar la España de 2050 ante su evidente incapacidad para enfrentarse a la de 2021. Menos mal que nos queda la docta RAE y su inmensa capacidad para, visto lo visto, ampliar el término. No les resultará difícil.
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