Cosechas en peligro
Hay que usar la tecnología de las plataformas digitales para que los temporeros puedan trabajar y evitar la escasez de alimentos en los lineales
El campo está siendo fundamental en la crisis en la que estamos. No falló al comienzo, garantizando las cadenas de distribución y el abastecimiento; no falló después, colaborando en la desinfección del virus sin abandonar sus labores agropecuarias, gracias al esfuerzo de explotaciones y cooperativas, de empleados y organizaciones. Ahora el sector necesita que se aborde con rapidez un problema para asegurar el abastecimiento y no alterar la seguridad alimentaria: la falta de temporeros.
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Una parte destacada de las faenas agrarias de recolección en países europeos importantes se llevan a cabo gracias a la labor de casi un millón de trabajadores de temporada en Alemania, Francia, Italia... y España. Ahora mismo, el virus dificulta su presencia, por varias razones: el propio temor al contagio, que hace que muchos se queden en sus casas; las restricciones a la movilidad, que no sabemos con precisión cuánto van a durar; y el hecho de que incluso donde esas restricciones se suavizan, hay menos medios de transporte de lo habitual.
En España hubo en la pasada campaña algo más de 90.000 trabajadores con contrato temporal, de los que 65.000 eran ciudadanos de la UE (43.000 españoles y, el resto, rumanos y búlgaros). Para este año, el ministro de Agricultura, Luis Planas, ya adelantó hace días su objetivo de movilizar los efectivos necesarios sin violar las condiciones del confinamiento. Hace semanas que se sugirió que las oficinas de empleo convocaran a parados de larga duración para ofrecerles empleo en las recogidas de cosechas. Funcione o no esta opción, hacen falta muchas más. Las medidas y ayudas que ha habido hasta ahora –236 millones a los ayuntamientos para contratos temporales de los que hayan concluido ya sus otras labores, flexibilizar la contratación y los plazos de los permisos de residentes legales, permitir que los parados puedan sumar ingresos por labores agrarias sin dejar de percibir su prestación por desempleo— son positivas, pero insuficientes. El tiempo se echa encima y las empresas del campo no van a poder contratar los temporeros que necesitan.
Para orientar el debate, fijémonos en lo que están haciendo países europeos con problemas similares. En síntesis, coinciden con la línea que se está siguiendo en España: recurso a parados y flexibilización en contratación y regularización –con prórroga de permisos si hace falta– de los migrantes ya trabajando. Pero otros países están avanzando mucho más rápido en el uso de nuevas herramientas con plataformas digitales que, de forma rápida y sin trabas burocráticas, puedan convertirse en el marco de encuentro entre la oferta y la demanda de trabajo en el campo.
Francia, que necesita un auténtico ejército de temporeros cada año –200.000 solo en los tres próximos meses—, ha puesto en marcha un portal de empleo precisamente para eso, para casar la oferta con la demanda. En Alemania, donde necesitan unos 300.000 temporeros anuales, hay flexibilización de normas de entrada y extensión —de 70 a 115 días— de los permisos de residencia temporal, además de la creación también de una plataforma digital para encajar la oferta y la demanda de los trabajos en el campo y en la que los interesados se pueden dar de alta. Italia ha prorrogado los permisos de residencia; el sector, que recibe anualmente a unas 370.000 personas, cree que hará falta más flexibilidad en la contratación y que participen en las tareas los que disfrutan de alguna renta básica universal. También Reino Unido va a intentar cubrir la falta de 70.000 trabajadores temporeros con estudiantes y permisos especiales coordinados a través de una página web oficial.
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Estas medidas de otros países europeos aportan ideas que hay que debatir y estudiar bien en España, empezando por la puesta en marcha de esas plataformas digitales para agilizar las contrataciones. Además, hay que conciliar las condiciones de trabajo con las normas generales de confinamiento, para evitar el contagio del virus. Y antes de poner a trabajar en el campo a los parados hay que asegurarse de que estén en buenas condiciones o acostumbrados al trabajo físico, que suele ser duro y que exige una experiencia previa y un conocimiento del trabajo que hay que hacer.
No es sencillo. Sí es, sin duda, urgente, e importante. Para el campo y para todos nosotros.
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