Confieso que me sabe a cuerno quemado que me taladren el cerebro con todo eso de la movilidad sostenible y la reducción de la huella ... de carbono mientras los políticos viajan en helicópteros y aviones privados. Hay excepciones, como la del liberal e incombustible primer ministro de los Países Bajos, Mark Rutte, que va en bici al trabajo aunque no tanto como le gustaría desde que el crimen organizado lo tiene amenazado. En España la desfachatez de los que nos gobiernan llega a límites insospechados, tanto que hasta se atrevieron a llamarnos «derrochólicos» desde el Ministerio de la Transición Ecológica y Reto Demográfico a nosotros, pobres mortales, que, según ellos, ponemos el lavaplatos más de lo necesario, la calefacción al máximo y vamos en coche a comprar el pan y apuramos demasiado las marchas. «De malgastar energía también se sale» rezaba la absurda campaña publicitaria cuyo vídeo comenzaba simulando a un grupo de alcohólicos en terapia. Y todo mientras el Falcon 900B de Sánchez, en el que el presidente vuela libremente cual pájaro, emite dos toneladas de CO2 a la hora y gasta más combustible que un español en todo un año.
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Según ONU-Habitat, las ciudades consumen el 78% de la energía mundial y producen más del 60% de las emisiones de gases. Ante estos datos la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, incluyó en su programa electoral de hace unos años la idea de una ciudad sostenible en la que todo esté en un radio de 15 minutos (colegios, compras, centros de salud, espacios de ocio, lugares de trabajo) como propuesta para combatir el estrés y el cambio climático a través de un modelo de vida más cómodo y calmado en el que se devuelve el tiempo a los ciudadanos.
El padre del concepto de la ciudad de los 15 minutos –cronourbanismo lo llaman– es el científico y profesor de la Sorbona Carlos Moreno, quien ha estado estos días por Madrid para recordarnos que en un mundo obsesionado con ir continuamente más rápido y más lejos parar y redescubrir lo cercano se convierte en una idea revolucionaria. Y tiene más razón que un santo cuando se pregunta por qué una calle ruidosa y contaminada no puede transformarse en otra repleta de árboles donde la gente se reúna y llegue a la panadería andando.
Este plan de ciudades caminables ha enloquecido a más de uno e inundado las redes con todo tipo de mensajes: «Te encerrarán en tu barrio», «Solo tendrás 15 minutos de libertad», «Una película de terror se está ensayando». Cierto que esta propuesta de proximidad y el diseño de ciudades en las que vivir y no solo comprar puede sonar a ciencia ficción, pero por lo menos sigamos estudiándolo.
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