Conocí a Víctor Rodríguez en Madrid. Los dos hacíamos cola para echar la matrícula en la facultad y los dos estábamos sin piso cuando nos ... presentó José Alfonso Pérez. Y aquella carencia nos unió para siempre. Teníamos la suficiencia propia de la tardoadolescencia, pero también el remecer de nervios de quien empieza una etapa nueva en un sitio que desconoce. Aún no sabía lo que he aprendido después: que la vocación de Víctor era indeclinable, que estaba bien encementada, además, por su sentido de la responsabilidad; que tenía el sueño de ser alguien en el periodismo, pero con los pies en el suelo; que le gustaban Los Chichos mucho, pero más le gustaba Queen; que su sentido de la responsabilidad no era un estorbo para disfrutar de la vida cuando tocaba hacerlo, que sabía respetar y cultivar la ley no escrita de la amistad dilatada en el tiempo, que suele ser la mejor, y que tenía algunos problemas de tensión con los que el periodismo, poco amigo de abanicos y hamacas, no le ha auxiliado precisamente. Aún recuerdo hace un año, cuando empalideció y me pidió que lo llevara al hospital por una razón sencilla: tenía los pies en el suelo, como siempre, pero la tensión en las nubes.
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Nunca le dije que me asusté bastante, que con esas cosas no se juega, y se lo digo hoy que acaba de estrenar el sillón de director de orquesta en LA VERDAD. Lo he visto llorar, reír, cantar 'Bohemian Rhapsody' a voz en grito, vivir situaciones difíciles y otras más aventajadas, y edificar una familia estupenda junto a su mujer, Maria Luisa, y sus hijas, María y Paula. En todo este tiempo, siempre envuelto en la bandera del periodismo, que él empurpuró con una trayectoria envidiable.
Tiene por delante un reto de locos: mantenerse a flote en un mundo, el del periodismo, arponeado por tierra, mar y aire, pero que siempre estuvo vivo por una razón sencilla: siempre tuvo su público. Cuando a Vargas Llosa le preguntaron una vez para qué servía el periodismo, contestó: «Para hacer ciudadanos críticos, porque convierte en experiencias directas los problemas de la sociedad». Tan lúcido como siempre. Víctor suscribiría esta frase de pe a pa, así como la que dijo García Márquez cuando calificó que este era el mejor oficio del mundo. Un mundo difícil, sí, y en el que no viene mal un poco de suerte, pero Víctor Rodríguez, más que nadie, merece tener esa suerte.
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