La corrupción y el sarmiento
JUAN LEGAZ PALOMARES
Lunes, 20 de octubre 2025, 23:49
Este sinsentido e idea tan peregrina llega a iluminar mi fatídico y oxidado cerebro a través de aquella frase espontánea y certera que soltaban con ... sutil gracejo los ancianos de aquel pasado que añoro con entusiasmo y que me activan las pocas neuronas que sobreviven en mi torpe y cansino cerebro.
Estos viejos, cuando observaban a una persona que levantaba el codo con frecuencia, en exceso y repetidamente, hábilmente y jacarandosamente dejaban caer la expresión de empinar el codo para disimular el tratamiento que le daban a los que abusaban de consumir y beber alcohol. Como aún creo que no estoy ebrio ni ciego de pasión, haciendo un esfuerzo mental inusual les explicaré esta ocurrencia sobre la corrupción y el sarmiento.
Pues bien, mis admirados ancianos, cuando alguien, por la razón que fuera –respetable–, bebía alcohol continuadamente e iba ebrio a todas horas, si en algún momento lo veían un poco lúcido, con cierta sorna, y para disimular, decían: «Este está tan alcoholizado que se emborracha con que huela o le golpees con un sarmiento». Entiéndase que el sarmiento de la vid produce la uva y de esta se elabora el vino. Hay que aclarar que, antiguamente, las bebidas alcohólicas que existían eran vino, anís, coñac y poco más. He aquí el símil de la fatal comparación con la que pretendo obsequiarles en este breve comentario de la corrupción y el sarmiento.
Así como la paradoja con la que asignaban aquellos viejos rústicos de determinar al bebedor empedernido que emborraba con el golpe o el olor de un sarmiento, igualmente los corruptos se emborrachan con el olor del dinero. No necesitan contarlo ni palparlo, están tan viciados en poseer más y más dinero que, solo con olerlo –aunque es inodoro–, aunque sea a distancia, agarran una borrachera dineraria que no se la pueden quitar de encima y, además, utilizan unos argumentos parecidos a los que empleaban los dominados por el alcohol. El vicio les domina de tal manera que cada vez aspiran a poseer más riqueza, aunque sea a costa de aplastar al vecino o amigo.
Sin embargo, existe un curioso detalle que no quisiera pasar por alto: los borrachos en su desequilibrio y delirio mental provocado por el alcohol, normalmente dicen la verdad. Por el contrario, los corruptos mienten como bellacos y, peor todavía, no están dispuestos a devolver ni un solo euro, lo contrario de lo que les sucede a los borrachos, que casi siempre devuelven o vomitan lo que se han bebido de más.
Como no aspiro a vivir enfangado en la corrupción ni a ser adicto ni dominado por el alcohol, les advierto de que he elegido vivir alejado de la corrupción y del sarmiento por sus efectos nocivos.
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