La ropa sí que es vieja; que viene la dana
CAYETANO PELÁEZ DEL ROSAL
Viernes, 10 de octubre 2025, 00:15
No me gustan las palabras 'viejo', 'abuelo', 'anciano', y sí, la de 'mayor'. Porque yo soy mayor, ya que multiplico la edad en varias veces ... a la de un joven. Ser mayor no es nada malo, y hay mayores desde cuarenta años hasta los que Dios quiera y se lo permita. Pero eso de «viejo», «pase, viejo», «siéntese, viejo», «le ayudo a pasar, viejo», como que no me gusta nada, porque digo y repito que la ropa es vieja, pero yo no.
Un día fui a comprar al mercadillo unas barras de pan de casa El Calvo, que tiene el pan bien bueno, aunque caro. Lo uno se perdona por lo otro, y había mucha gente en la cola. Un servidor de ustedes se acordó en ese momento de que hay muchos sitios donde los viejos tienen preferencia, así que alcé mi voz gastada de hablar, y pedí dos barras de pan.
El Calvo, que parece una buena persona, atento y servicial, que le da un toque al pollo asado que ya quisieran otros saber hacerlo como él, me dijo: «A la cola». Le dije que en Correos, en Carrefour, en Cajamar y en otros sitios se daba preferencia a los mayores de 70 años, y me dijo que eso eran los que se encontraban mal, pero que a mí me veía muy bien, así que a la cola.
No me lo repitió porque salí pitando como un cohete hacia otro sitio, como el supermercado donde se respetaba la alta edad. Me obligó a buscar otro sitio donde el pan bueno fuera una realidad, y la miga prensada bien se abriera al instante lentamente.
Y visto lo visto, a la luz de lo que dicen los nutricionistas y los médicos del cáncer de comer un pan con fibra, he encontrado un lugar donde la barra de pan integral o de masa madre tarda en arrugarse unos cinco días, como el pan que hacían los ermitaños en las ermitas de Córdoba, que al cabo de siete días de estar metido en una orza de barro tapada todavía estaba tierno y crujiente y listo para comer. ¡Ay, qué pan más rico! Añádenle un buen aceite de oliva extra virgen ecológico de aceituna 'picúa' amarga prensado en frío con medios mecánicos, unas lonchitas de jamón de chato murciano, y un buen restriegue de tomate del terreno y alégrense de haber llegado a mayor con sobra de años.
Hoy cuando ya los dientes flaquean y empiezan a enamorarse de las manos del dentista, cuando ya no pueden roer un buen hueso o pegarle un mordisco a una buena manzana, permito que me digan viejo si no soy capaz de comérmela de varios golpes, y llegar hasta el corazón, pero si soy capaz de abrir una nuez con la boca, quitarle el platillo a una cerveza con los 'piños', encender un misto rascando contra los incisivos, díganme viejo y se lo permito.
Pero llámenme viejo, y se lo admito, cuando me dicen que viene la dana, que trae mucha agua, que cierran los centros educativos, que alertan a la población para que no se mueva en coche, que no salgan de sus casas, que estén atentos a las indicaciones de las autoridades.
Con la edad, me aterra cuando pueda venir una avalancha de agua y me lleve al Mar Menor y me acoja entre sus aguas.
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