Días extraños estos, de agendas con cremallera, como bajos en calorías, en los que nos levantamos con el cuerpo raro por una situación inédita que ... nadie podía prever con los primeros casos en Wuhan, un sitio cuya existencia ignorábamos, yo al menos, pero que recordaremos para siempre, por todo lo que nos ha cambiado la vida. Así, ha sucedido algo insólito desde que supimos que el decreto permitía ir con mascotas, porque por vez primera hemos dejado de sacar al perro: ahora es el perro el que nos saca a nosotros. Y es que ahora agarras la correa y sales agradecido de tenerlo al lado, por cuanto es el salvoconducto perfecto para estirar las piernas. Eso sí, a la tercera el perro empieza como a mirarte raro. 'A este se le ha ido la pinza', piensa. Lleva razón, todos andamos con la pinza aletargada, porque nada es como era. No sé si saldremos más fuertes, pero sí más conscientes de los privilegios que nos rodean, en los que solo pensamos un día, justo el que los pierdes.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión