Buenos y malos

PERMÍTAME QUE INSISTA ·

No hay un conflicto y dos posiciones; hay un tirano que ha invadido un estado soberano y democrático y está matando a inocentes para conseguir sus objetivos

Frivolizar en tiempo de guerra debiera ser delito si no atentara contra la sacrosanta libertad de expresión con la que tan mal conviven algunos. Estamos ... en guerra. Así de duro y así de claro. Negarla o no querer apoyar a Ucrania es apostar por Putin. No hay camino intermedio, no hay equidistancia justa. Por ello, escuchar a miembros del Congreso de los Diputados o del Gobierno de España, país miembro de la OTAN y de la UE, articular un discurso contrario a ambas organizaciones resultaría una mera 'boutade' si no estuviéramos ante el mayor conflicto mundial desde la II Gran Guerra y si dichos argumentos no los verbalizaran nuestros máximos representantes políticos.

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No podemos resultar un aliado fiable como país si medio Gobierno y tres cuartos de sus apoyos parlamentarios cuestionan las decisiones de los organismos internacionales que intentan, haciendo encaje de bolillos, que la guerra provocada por Putin no nos conduzca a un conflicto internacional de incalculables magnitudes.

La nómina de buenistas que nos dirigen mal y colegas de discurso proyectan una imagen de desunión nacional y de ideología 'happy'-comunista trasnochada que no se produce en ningún otro país moderadamente serio. No merecerían ni medio minuto si no estuviéramos en guerra y si ellos no fueran parte de quienes tienen que gestionar nuestro papel en la contienda.

Estamos en guerra. Así de duro y así de claro. Negarla o no querer apoyar a Ucrania es apostar por Putin

Ione Belarra, sin ir más lejos, esa ministra cuyas competencias desconocemos pero con sueldo y asesores de tener muchas responsabilidades, estuvo callada mientras pensó que Europa solo iba a prohibir a Putin que Rusia participara en Eurovisión y algunas otras cuestiones prácticamente folclóricas. Ahora bien, en cuanto Pedro Sánchez tuvo que recular –para no hacer el ridículo ante todo Occidente– y asumió que debíamos enviar armas para ayudar a la resistencia ucraniana, la señora ministra de no se sabe qué, recuperó la pegatina del 'No a la guerra' sin pensar ni mínimamente en lo extemporáneo de colocársela en la solapa, ni en las consecuencias internacionales. Maduro, fiel aliado de Putin y especialmente de sus rublos, está vociferándolo pleno de satisfacción y, aunque es indiferente lo que este señor cacaree, es prueba de lo sencillo que resulta externalizar fisuras internas.

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Por supuesto en esta nómina de presuntos buenistas que al fin y a la postre solo son enemigos de nuestro modo de convivencia libre y democrático, no ha faltado Puigdemont, que votó en el Parlamento europeo en contra de las sanciones a Rusia.

Tampoco nos ha fallado Otegi, que se deja los dedos tuiteando que no enviemos armas a Ucrania y que le demos una oportunidad a la diplomacia. Está claro que se creyó aquello que le dijo Zapatero de «hombre de paz» y de aquellos polvos... Y, por supuesto, Pablo Iglesias entró en escena, aunque no fuera para defender a los profesionales de la cadena de TV rusa que se despedían de su audiencia porque su discurso no estaba en sintonía con la propaganda del Kremlin y se les amenazaba con penas de hasta quince años de cárcel. De eso Pablo no habló, que él no cree en los medios de comunicación privados (salvo cuando le pagan divinamente, claro).

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A cierta distancia de los anteriores, hay que ser honestos, apareció Abascal y su incapacidad para distinguir entre un inmigrante ilegal y un refugiado. Y por supuesto Irene Montero sosteniendo que las que más sufren en la guerra son las mujeres y los niños al quedarse viudas y huérfanos, frase difícilmente comprensible por los que están en el frente. Señora: en una guerra sufren todos y el cadáver lo ponen demasiados (indiferentemente del género).

En realidad, todo lo anterior muestra posicionamientos ideológicos diferentes, pero todos ellos viejunos y muy lejos del sentido común, nada europeísta. No hay un conflicto y dos posiciones; hay un tirano que ha invadido un estado soberano y democrático y está matando a inocentes para conseguir sus objetivos. Sí, existen las guerras justas y lo contrario es una falacia. Hay buenos y hay malos y dependiendo de dónde nos posicionemos y cómo, seremos de los unos o de los otros.

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