Aprender para el futuro

ASÍ ME PARECE ·

Si ninguno de los dos grandes partidos alcanzase la mayoría absoluta, habría que llegar a una gran coalición

Domingo, 18 de diciembre 2022, 08:46

Lo que está ocurriendo actualmente en la vida política española es muy grave. Se habla de crisis institucional. Y, en la trifulca cotidiana, la crispación ... ha subido varios grados. Desde los partidos de la oposición se le llama tirano al presidente del Gobierno, se pone en duda su legitimidad, y se le acusa, incluso, de intentar un autogolpe de Estado. Desde el Gobierno, se le reprocha al PP que se haya situado fuera de la Constitución, como auténticos insumisos, al bloquear sistemáticamente cualquier intento de renovación del CGPJ y del Tribunal Constitucional.

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Pocos españoles de buena fe, y con un mínimo de cultura política, podrían dejar de estar de acuerdo con Emiliano García Page, con Javier Lambán, o con Núñez Feijóo, cuando consideran que no se puede hacer una reforma exprés del Código Penal, de prisa y corriendo, a medida de los delincuentes del 'procés'. Pero, por otro lado, también pocos españoles de buena fe, y no cegados por el fanatismo de partido, pueden estar de acuerdo con el comportamiento del PP, al bloquear sistemáticamente la renovación del CGPJ, y al pedirle a sus jueces afines que desarrollen prácticas de refinado filibusterismo político para bloquear la renovación el Tribunal Constitucional.

En cualquier caso, de la vorágine legislativa que hemos sufrido esta semana no puede salir nada bueno. La supresión del delito de sedición, sin haber retocado el tipo del delito de rebelión, deja inerme a la democracia española frente a los que quieran romper la unidad de España. Y la nueva tipificación de la malversación de caudales públicos se puede convertir en la ley penal más favorable para muchos corruptos ya condenados.

¿Hay posibilidades de salir de esta situación? ¿Estamos condenados de por vida a esta política de bloques en permanente enfrentamiento y sin posibilidad alguna de diálogo y acuerdos? Lo que nos está sucediendo ahora nos debería servir para aprender que debemos impedir que algo similar se repita en el futuro. Ello exigiría que la clase política española efectuase algunas reflexiones.

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Antes que nada, todos deberíamos hacer un ejercicio de sinceridad, dejarnos de cinismos y de histriónicas rasgaduras de vestiduras, y reconocer abiertamente que lo que ahora está ocurriendo, ya en 2019 sabíamos perfectamente que podría ocurrir. Más aún, que algunos partidos políticos deseaban que esto ocurriera, y que era su estrategia para achicharrar a Pedro Sánchez, y así recuperar el poder. Se trata, pues, de unas estrategias cumplidas, realizadas tal y como se habían previsto.

Las primeras elecciones generales de 2019 las ganó el PSOE. Estaba en manos de Ciudadanos facilitar que Pedro Sánchez formara gobierno. Albert Rivera podría haber sido vicepresidente. Pero algo o alguien obnubiló la mente del dirigente de Ciudadanos. Se negó a cualquier pacto con el PSOE y tuvimos que ir a unas segundas elecciones ese año. Durante la campaña electoral, Pedro Sánchez reconoció que no podría conciliar el sueño si el Ministerio de Trabajo estuviese en manos de Podemos. Esas segundas elecciones las volvió a ganar el PSOE. Pero también sin mayoría absoluta. Pedro Sánchez, si quería conseguir la investidura, tendría que pactar. Ciudadanos era ya una fuerza política irrelevante. Quedaba el PP. Casado tenía dos opciones: o bien facilitar la investidura de Pedro Sánchez con un pacto de legislatura, que recogiese aquellos asuntos que el PP considerase prioritarios; o bien negarse a pactar, arrinconando al PSOE, al que no le quedaría otra salida que, o ir a unas terceras elecciones legislativas, o pactar con Podemos y contar con la dependencia parlamentaria de los separatistas. Con la primera opción, el PP hubiera impuesto un calendario legislativo, habría podido ejercer la oposición en todo lo no pactado, y habría impedido que el Gobierno de España cayese en manos de Podemos y con dependencia parlamentaria de los separatistas. Era esta, sin duda, la opción que más interesaba a España. Pero el PP optó por la segunda, que era el camino más seguro para la destrucción de Pedro Sánchez, que terminaría quemado por sus cesiones a Podemos y a los separatistas. Y esto es precisamente lo que ha ocurrido. Que nadie, pues, se escandalice por lo que está ocurriendo. Desde 2019 se sabía que podría suceder.

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Para que en el futuro esto no se repita, habría que adoptar nuevas estrategias. En mi opinión, la única solución es ir pensando en la gran coalición. Si ninguno de los dos grandes partidos alcanzase la mayoría absoluta, habría que llegar a una gran coalición. Los resultados electorales sucesivos demuestran que cerca de la mitad de los españoles son de derechas; y cerca de la otra mitad, de izquierdas. Los dos grandes partidos, que nos representan, deben ponerse de acuerdo y gobernar juntos. Acabaríamos con la influencia de los populismos y demagogias en la izquierda y en la derecha. Y, sobre todo, se podrían tomar las grandes decisiones políticas que España necesita sin depender de los separatismos vasco y catalán. Incluyendo, entre esas grandes decisiones, la reforma de la Ley Electoral y la inaplazable reforma de la Constitución Española.

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