Sabido es que en el último libro canónico de la Biblia San Juan Evangelista narra las revelaciones y visiones que Dios le hizo en la ... isla de Palmos. Es su segunda parte la que contiene las visiones proféticas relativas a Cristo y los decretos divinos sobre el fin del mundo. Queda allí plasmado cuál será la culminación de los tiempos, atribuyéndose a ese evento todo lo terrorífico o espantoso que pueda pensarse, el exterminio y la devastación. Lo más conocido de ese egregio libro es la descripción que encierra de las grandes calamidades que asediarán la Tierra: la peste, el hambre, la guerra y la muerte, esto es, los cuatro jinetes del Apocalipsis, que un día cabalgarán juntos y arrasarán el planeta. En esa ensoñación igualmente inserta San Juan una serie de alusiones a los grandes déspotas que avasallarán a sus pobladores, habiéndose relacionado las mismas calamidades con sátrapas, unos reales y otros imaginarios, como Marte, Cambises, Atila, Heliodoro, Perseo, Tiberio, Alejandro Magno y Nerón. Pero no se alude allí a los grandes depredadores de los tiempos modernos, a Hitler, a Stalin, y sobre todo al actual representante de 'la Bestia', el despreciable Putin. Como los nombrados, este dictador ha acumulado en su persona todo el poder y se dedica a generar el mal entre sus propios ciudadanos y, ahora ya, entre los de naciones ajenas a Rusia e independientes. Por proximidad geográfica y por identidad histórica ha comenzado por Ucrania, pero él mismo ya ha anunciado que está dispuesto a «conquistar» cualquier país que plantee algún inconveniente a su extemporánea ansia imperial (por ejemplo, Suecia y Finlandia).
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Esta actitud le lleva hoy a asediar criminalmente a las ciudades de Ucrania, con una guerra de corte medieval, sin mostrar escrúpulo alguno en matar no solo a sus militares, sino también a los civiles, sin distinción entre adultos y niños. Qué monstruo puede enviar misiles a las calles y a los edificios para masacrar a los inocentes. Escribió en una de sus obras teatrales Alejandro Casona que los niños están siempre jugando con la muerte, la Dama del Alba, pero ahora es la muerte la que juega con ellos, la que los rodea y los extermina, y además, de forma caprichosa, lo que hace tal conducta más execrable todavía. Qué daño pueden hacerle a ese desaprensivo las criaturas que transitan o se divierten con sus peluches y juguetes en las plazas de Kiev o Mariúpol. Sin duda, a ese tipo de sujetos se refería el término la bestia de la sagrada escritura.
Pero es que ese personaje cuenta con un amplio potencial atómico, lo que convierte el problema en una pesadilla para la Humanidad en su conjunto. Nadie está libre de sus veleidades, ningún rincón del orbe está fuera de su siniestra órbita. Desde que hace muchas décadas se lanzaron las primeras bombas atómica sobre ciudades de Japón, se ha considerado que estas poderosísimas armas, más que ofensivas eran preventivas, es decir, que su fabricación y tenencia por las grandes potencias llevaría a las otras a suponer que nunca se utilizarían, pues evidentemente se asistiría en ese caso a la destrucción total. Pero igualmente ese entendimiento se asociaba con la siempre latente posibilidad de que un 'loco' apretase un día uno de los botones atómicos, y ese día ha llegado. En verdad, todos dependemos del ejercicio de esa facultad de pulsar la tecla de la que gozan algunos estadistas, o mejor dicho, algunos jefes de Estado, y Vladímir Putin apunta malas maneras en ese ámbito. Con él la diplomacia falla siempre y resulta terrorífico pensar cuándo puede tirar por la 'calle de en medio'.
Siempre se ha dicho también que todo lo que se tiene es para utilizarlo y más aún si algo es enormemente costoso, como ese tipo de mortíferas armas. Prueba de ello es que cada vez se presupuestan y crean de forma más sofisticada, o lo que es igual, más sorpresiva y destructiva.
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Los tiempos apocalípticos no eran, pues, mera literatura, pueden llegar ante la brutalidad de algunos hombres y, si no ideamos medios para neutralizar la barbarie, realmente podemos asistir a aquella cabalgata, la presencia de la peste, como la vigente Covid, el hambre, siempre asociada a la anterior, la guerra, hoy real, y, como destino de todas juntas, la muerte, la definitiva y más temible plaga bíblica.
Esperemos que la guadaña con la que siempre se le representa no asuma nunca un protagonismo total y para ello bueno es recordar, con Miguel Hernández, que «tristes son las armas, si no son las palabras».
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