La hostelería en Murcia tiene sus peculiaridades, como en todas partes, pero hay una singularidad murciana que me llama la atención, el hecho de que ... tan pronto eres 'colega' como inmediatamente pasas a ser «caballero». Llegas a un bar y un chico, o chica, generalmente joven, te suelta: «dime, qué quieres», pero unos segundos después, cuando te sirve el café que has pedido, te eleva de nivel: «aquí tiene, caballero». Puede ser así o al contrario, que te reciba con un sonoro «caballero» y al segundo te tutee.
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Lo del tuteo comienza a darme igual, porque aquí ya todo el mundo tutea a todo el mundo, pero alguna vez les digo en broma: «Oiga, aclárese usted, llámeme como quiera, de tú o caballero, pero las dos cosas a la vez, no». Pero si ustedes se fijan bien, lo del medieval caballero no siempre es un signo de respeto o un reconocimiento a tu estirpe caballeresca, al modo del 'chevalier' francés. No, no lo crean siempre así: a veces, cuando el camarero te llama caballero es más bien un signo de distanciamiento contrariado o enfadado.
Por ejemplo: has pedido sacarina con el café, él te trae azúcar, educadamente le recuerdas que querías sacarina, pero se lía (siempre tienen demasiado trabajo y poco sueldo, esa es la verdad) y no te la trae; le ruegas por tercera vez que se acuerde de tu sacarina, y ya a la cuarta le dices que el café se está quedando helado, que por favor te traiga la sacarina. Y entonces es el momento en que el camarero te nombra caballero, cuando te había tuteadoé hasta ese momento: «¡Caballero, pues pídala, yo no soy adivino!», o adivina, y con enfado se saca un sobre de sacarina de un bolsillo junto a la pechera y te lo arroja sobre la barra.
En realidad, en esos casos el «caballero» es una manera oculta de decirte: «caballero, no dé la lata»; o bien: «caballero, váyase a la m...». Pero normalmente, hasta con simpatía y una sonrisa te llaman una cosa u otra de manera alternativa, sin aparente violencia del idioma: «Dime, cariño, qué tomas», te dice la joven y agraciada camarera, aunque al servirte el café ya te diga, para tu decepción: «Aquí tiene,caballero». Dan ganas de decirle: «Señorita, preferiría que siguiese usted llamándome cariño». Pero lo mejor es que pueden combinar en la misma frase ambos tratamientos: «Dime, caballero». Y aquí paz y después gloria.
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