No voy a insistir en el ya cansino tema de la amnistía a los catalanes que delinquieron hace unos años, aunque debo indicar que como ... ciudadano y como jurista opino que esa maniobra política es frontalmente contraria a nuestra Constitución, por mucho que en su día la bendiga el Tribunal Constitucional, algo desgraciadamente previsible dada su actual composición.
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No hay peor fe que la del converso y traigo la frase a colación de la deriva ideológica de quien esto escribe, de joven entusiasta seguidor del profesor Tierno Galván y votante también del primer Felipe González, a la vez que admirador de otros gobernantes del PSOE más recientes, como especialmente el Sr. Rubalcaba.
Pero es que me considero defraudado, y hasta abochornado, por el sectarismo alcanzado por quienes ostentan actualmente el Gobierno de España. Para los votantes del partido que sustenta ese gobierno pasaré a ser un «facha», pues la también cansinamente reiterada polarización de nuestra vida política ha conducido a que hoy día sólo haya rojazos para los de derechas y fachas para los de izquierdas, sin centro político alguno. Existe una admisión por cada grupo de las ideas, consignas e informaciones de quienes ostentan la dirección de sus partidos, sin analizarlas, sin cotejarlas, sin discutirlas, en suma, tal y como las expresa cada folleto o cada arenga oficial. La llamada progresía es paradigmática en esta tendencia hacia lo que un buen escritor y buen articulista denomina la «masa cretinizada», por la abulia mental y gregarismo de los votantes.
Debo advertir a quienes me tomen por miembro de la fachería que no puedo ni podré nunca comulgar con la tesis de la extrema derecha, directa heredera de una cruel dictadura sostenida por el llamado nacionalcatolicismo. Aquella se apoyaba en las armas, pero puede gobernarse también autárquica e incluso dictatorialmente con el soporte de las urnas, o mejor dicho, de la composición del Congreso de los Diputados que propician esas urnas.
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Cómo echo de menos las muchas décadas durante las que, concluso aquel régimen, disfrutó España de una democracia sana, esto es, como las consolidadas occidentales largo tiempo existentes. Pero eso acabó hace unos años y otra cosa se está produciendo aquí inconvenientemente.
Las primeras palabras de nuestra Carta Magna disponen que España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, y hay que atender a esos tres términos con la misma intensidad. Lo primero que debe advertirse es que se habla de un solo país, no de varios o de uno parcelado en cuanto a su soberanía. Después se califica el único Estado como democrático y social, para terminar indicándose que lo es de Derecho, esto es, que se rige, no por meras leyes, como las autarquías, sino por la plasmación mediante la gobernación de un Ordenamiento Jurídico dimanado precisamente de la soberanía que reside en el Pueblo Español.
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La política empleada en este tiempo efectivamente cuida el aspecto social antes referido, debiéndose reconocer que en ese sentido se actúa de forma aceptable, ello pese al constante y enorme incremento de la deuda pública, verdaderamente ya inasumible. Pero en el ámbito democrático se descuida palmariamente aquel ajuste a Derecho, pues, si no se respetan los principios esenciales de la propia Constitución, mal se está atendiendo a las bases de esa democracia.
Y es que se está atacando constantemente, o, al menos, se están permitiendo los feroces ataques, a lo que el art. 2 denomina indisoluble unidad de la Nación española. Y también se está descuidando cuanto proclama el art. 14 de aquel texto fundamental, es decir, que los españoles son iguales ante la ley, pues es algo innegable que tanto las normas electorales como las económicas y tributarias discriminan a unas regiones en beneficio de otras. Sobran comentarios al respecto, pues es ya lugar común que los ciudadanos de algunas comunidades están 'mimados' por el Gobierno de España mucho más que los que han nacido o residen en otras. Bien se sabe la razón de tal proceder del Ejecutivo.
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Si a eso añadimos el grosero abordaje por ese Gobierno del Poder Judicial, garante de la propia constitución y del ordenamiento jurídico, la democracia se tambalea, pues queda en mera formalidad, pero desnaturalizada. Fenómenos como los acaecidos con ciertas instituciones afloran esa situación, siendo a veces vergonzantes, como los operados respecto del servicio de estadística o, sobre todo, respecto del Ministerio Fiscal, órgano del Estado, no del Gobierno, que está siendo avasallado y, por ende, fuertemente desprestigiado. Y qué decir del CGPJ, que lo han convertido en un órgano mostrenco, en este caso tanto el Gobierno como la oposición.
Si esto se consolida, vamos directos a un cutre populismo, no a una república bananera, todavía, pero sí a un reino platanero. Y es que tenemos un gobierno maduro, muy Maduro. Que Dios y Europa nos amparen.
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