Canción dulce

Con las políticas profesionales podemos avanzar hacia un futuro donde las mujeres no se vean obligadas a elegir entre ser profesionales o ser madres

Me dice un amigo empresario que, mientras realizaba personalmente la entrevista de selección para un puesto de trabajo en su empresa, una de las candidatas ... que, por cómo discurría la conversación, dedujo que tendría posibilidades de quedarse con el puesto, le largó de buenas a primeras: «Antes de seguir haciéndole perder un tiempo y perderlo yo también, he de decirle que soy madre de un niño pequeño con problemas de salud y que es posible –probable, más bien– que en algún momento tenga que ausentarme de mi trabajo». Me comenta que aquella sinceridad lo descolocó y que le respondió: «Si tu marido estuviera en tu lugar, ¿crees que me comentaría eso?». Y aquí respondo yo que, obviamente, no.

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A menudo suelen ser quienes contratan a la persona aquellos que plantean preguntas intrusivas e injustas en el lugar de trabajo sobre su estado civil, sus planes de maternidad y responsabilidades familiares. Probablemente, ella lo sufriría en otras entrevistas y quiso acortar lo que podría ser una pérdida de tiempo. Ese escrutinio puede influir poderosamente en las decisiones de contratación. Pero ese tipo de preguntas jamás se le plantea a un hombre. ¿Por qué?

La discriminación por maternidad es una realidad para muchas mujeres trabajadoras. Desde la falta de oportunidades de ascenso hasta la disparidad salarial, las madres, a menudo, se enfrentan a obstáculos adicionales en sus carreras. Algunas optan por sacrificar sus ambiciones profesionales para dedicarse a sus hijos, mientras que otras luchan por encontrar un equilibrio entre el trabajo y la vida familiar. Y otras no tienen más remedio que dejarlos con meses al cuidado de abuelos o guarderías para poder llegar a fin de mes. Para abordar este desafío es crucial que los empleadores ofrezcan opciones de trabajo flexibles que permitan a las mujeres equilibrar sus responsabilidades laborales y familiares. El teletrabajo, los horarios flexibles y el cuidado infantil en el lugar de trabajo podrían ser algunas opciones para ayudar a las mujeres a alcanzar un equilibrio entre ambas facetas.

La escritora Leïla Slimani ganó en 2016 el Premio Goncourt con la novela 'Canción dulce'. En ella, con una narrativa directa e inquietante, pone el dedo en la llaga al plantear el dilema de una mujer, brillante abogada, que aparca su profesión para dedicarse durante varios años a la crianza de sus dos hijos, que quiere volver de nuevo al trabajo. Las disyuntivas, las dudas, los miedos a dejar a su mayor tesoro en manos de una desconocida... Y no solo eso, también nos muestra el lado oscuro de la moneda: la frustración y la impotencia de otra mujer, la niñera que se ve obligada a abandonar a su propia hija para cuidar a los hijos de otra mujer... La pobreza de esta, la rivalidad de ambas mujeres por el amor de esos niños... Toda la novela es un retrato crudo de una situación problemática que parece ser exclusivamente femenina: la responsabilidad de anteponer la maternidad a la profesión o sentirse sometida a un juicio constante por una parte importante de la sociedad.

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Mi amigo contrató a la valiente madre, pero, reconozcámoslo, no todos los empresarios quieren o pueden contratar a alguien que ya plantea que puede tener problemas a la hora de cumplir el horario laboral. Con las políticas profesionales –cada vez más inclusivas y una mayor conciencia sobre los futuros desafíos que enfrentan las mujeres, por parte de los empresarios– podemos avanzar hacia un futuro donde las mujeres no se vean obligadas a elegir entre ser profesionales o ser madres, sino que puedan abrazar plenamente ambos roles sin sacrificar uno por el otro.

Ya les digo yo que... todavía falta.

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