¿Quién dijo 'España'?
Las políticas del Gobierno de Pedro Sánchez han debilitado las instituciones y, por ello, han empeorado los niveles de libertad y de igualdad de los ciudadanos
En el argumentario de la izquierda española en la campaña electoral hay dos elementos básicos: la gestión de la economía y los derechos sociales. Achacan ... la derrota del 28-M a la influencia de los medios de la derecha, que habrían propagado la idea de que España se rompe. La derecha habría aprovechado los acuerdos parlamentarios del Gobierno de Sánchez con los partidos independentistas para demonizar la gestión realizada. Que te vote Chapote sería el resumen de esta idea. Para el PSOE la supuesta ruptura de España no solo es una ficción, sino que refleja un nacionalismo españolista, añorante de una España que reprime la diversidad de los pueblos que la conforman. Frente a este delirio identitario, el PSOE reivindicaría su política de acuerdos con partidos independentistas como una prueba de logro de consensos y de contribución a la paz social.
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Sin embargo, la comparación con las economías europeas no deja la gestión del Gobierno en buen lugar. El manejo de la crisis de la covid-19 se caracterizó por implementar las medidas social y económicamente más duras de Europa y, a pesar de ello, ser uno de los países con mayor mortalidad. España ha sido el último país de la UE en recuperar el PIB anterior a la pandemia y, aunque los datos macroeconómicos mejoran, la economía real de los ciudadanos va a peor. Hemos visto reducida nuestra capacidad adquisitiva en un porcentaje mayor que el resto de europeos y han aumentado las tasas de pobreza. Según los órganos de control independientes, como el Banco de España o la AIReF, el descontrol del déficit solo ha servido para aumentar la deuda, pero no ha ayudado a los que lo necesitaban.
¿Qué decir de la acusación a la derecha por fomentar un españolismo rancio con el presunto espantajo de que «España se rompe»?
Es cierto que hay partidos que defienden una idea de España como realidad sustancial dotada de esencia y continuidad histórica, así como necesitada de políticas que respeten y refuercen dicha sustancialidad. Sin embargo, existen otras defensas de la unidad de España, y advertencias sobre las políticas que la menoscaban, que ni presuponen un concepto sustancialista de la nación española, ni reclaman políticas a la altura de ello. Son posiciones que asumen la naturaleza histórica, frágil, revisable y contingente de la nación española; en suma, su naturaleza política, esto es, constituida por compromisos reiterados y asentados sobre una base de pluralismo, conflictos, divergencias, tradiciones, afectos e historias compartidas. Se trata de lo que podría denominarse una defensa 'ilustrada' de la unidad de España, análoga a la que puede hacerse de la unidad de Europa. Si se quiere, una defensa 'pragmática', pues se fundamenta en las razones que avalan la utilidad de la unidad de España como garantía de libertad e igualdad de todos los españoles. No hay aquí apelaciones a esencias compartidas; hay una defensa de la unidad de España como la mejor estrategia jurídico-política que se ha inventado para garantizar y promover la libertad, la igualdad y el bienestar de los ciudadanos españoles.
Esta posición es la del Partido Popular y fue también la del PSOE de Felipe González o la de Ciudadanos. El reciente movimiento que ha convertido en alcalde de Barcelona al candidato del PSOE es una prueba de ello: el Partido Popular no ha tenido reparo en votarlo para evitar la alcaldía del independentista de Junts. Los defensores de identidades excluyentes nunca lo hacen.
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Y sí, las políticas del Gobierno de Pedro Sánchez han debilitado las instituciones y, por ello, han empeorado los niveles de libertad y de igualdad de los ciudadanos. Los ejemplos son numerosos: la fiscalía se usa de forma partidista, la memoria histórica depende de Bildu, se busca controlar el poder judicial, en Cataluña no se cumplen las leyes, se indulta a políticos condenados solo porque el Gobierno los necesita para sostenerse, los okupas tiene más derechos que los propietarios o el CIS es ya un chiste. Con todo ello no se daña la esencia de la nación española, sino, más pragmática y prosaicamente, se dañan los derechos y libertades de los españoles. Y, además, las reivindicaciones independentistas siguen tan firmes como siempre, esperando su momento.
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