La agonía de la acequia de Pitarque

Es un hecho histórico que, en el siglo XIII, el repoblador Ferriz de Pitarque, oriundo de ese pueblo de Teruel, obtuvo tierras en la actual ... Santa Cruz, ya que así figura expresamente en el Libro del Repartimiento de Murcia. Después, muchos testimonios de estudiosos murcianos, como Pedro Díaz Cassou, Alberto Sevilla o Juan Torres Fontes, asocian el nombre de ese repoblador al de la acequia de Pitarque, que actualmente toma del Azarbe Mayor y discurre casi por completo por la pedanía de El Esparragal. Esa toma del Azarbe Mayor fue realizada en 1697 a instancia de los frailes Jerónimos, que necesitaban el agua para regar las tierras que poseían, donadas por la reina Juana I de Castilla, en las Urdiencas (huertas de Monteagudo, El Esparragal y Santomera).

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Ahora, los propietarios de las tierras regadas por esa acequia forman el llamado 'heredamiento de la acequia de Pitarque', administrado, como todos los demás, por la Comunidad General de Regantes, denominada Junta de Hacendados de la Huerta de Murcia, de modo que la distribución de las aguas y el mantenimiento de los cauces depende de esa Junta de Hacendados. En la actualidad, pues, todo el servicio de limpieza, vigilancia y mantenimiento de cauces se ha centralizado de ese modo, para lo que los propietarios pagan 63 euros por tahúlla al año, a lo que hay que sumar la aportación del Ayuntamiento de Murcia que consiste en 150.000 euros, también al año. Se observa, no obstante, que el mantenimiento de los cauces no se realiza a veces como los propietarios necesitan, dándose el caso de fugas que anegan los bancales, acumulación de basuras, etc., que dan a los cauces y sus cercanías un aspecto lamentable.

Esta situación crea un verdadero malestar entre los propietarios y vecinos, que, ante la inacción que se observa a pesar de las cuotas y de la subvención citadas, llegan a creer que la única solución es el entubado, opción que se presenta, además, como de una falsa modernidad, cuando la vía más adecuada sería un correcto mantenimiento, reservando el entubado para casos excepcionales. Hay que tener en cuenta, en este sentido, que el Plan General de Ordenación Urbana ordena, sobre la preservación del paisaje tradicional, que «se mantendrán los cauces naturales y su vegetación asociada, así como las acequias y canales de riego». A causa de esta situación, hay quienes piensan, incluso, que los huertanos no aman a su huerta, porque son partidarios de la destrucción de su paisaje, cuando, bien informados y con un mantenimiento adecuado de los cauces, la situación sería muy distinta: se conservaría ese paisaje, que, por cierto, pertenece a toda la sociedad.

La Acequia de Pitarque se ha ido entubando en varias etapas desde 2004, de modo que ya está oculta en la práctica totalidad de su recorrido, con el desastre ecológico y paisajístico que ello supone. En los últimos años, cada vez que se ha producido un entubamiento, el caso ha saltado a la prensa con denuncias de particulares, de organizaciones o de responsables del Partido Socialista, entonces en la oposición, aduciendo la presunta ilegalidad de estas acciones. Incluso se ha dado alguna orden de paralización del entubamiento y se ha sancionado por parte de la Concejalía de Urbanismo, pero nada ha resultado efectivo. De su largo recorrido, desde la orilla del Azarbe hasta Santomera, con su espléndido paisaje reconocido y admirado de modo general, no queda al aire más que apenas un kilómetro, en tres cortos tramos, dos de ellos en franca agonía.

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Pues bien, en una reciente reunión de la Junta de Hacendados en relación con nuestra acequia, se acordó el entubamiento del tramo más corto, en la vereda de Muñoz, así como la canalización con hormigón de los otros dos tramos, que van desde el anterior hasta la vereda de Cayuelas, siendo así que ambos métodos destruyen la función de las acequias como ecosistema de ribera y anulan su valor patrimonial y paisajístico. Teniendo en cuenta todo lo anterior, la Junta de Hacendados y el Ayuntamiento de Murcia deberían tomar medidas para dejar el tramo de la vereda de Muñoz (unos 100 metros) en su estado original, debidamente rehabilitado con vegetación autóctona de ribera, y para rehabilitar también, reforzados si es preciso con mampostería a junta abierta, los otros dos tramos (aproximadamente un kilómetro). Así, nos quedarían como testimonio de lo que fue nuestra emblemática acequia y podrían ser contemplados por las generaciones venideras como un patrimonio histórico, cultural y paisajístico.

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