Adiós a la huerta, adiós a Murcia
El pasado jueves 12 de marzo se celebro en el Moneo el Juntamento anual de la Junta de Hacendados de la Huerta de Murcia con especial relevancia. Entre otras cosas, se aprobó la venta de 8 hectómetros de agua, excedente de riego de la huerta de Murcia, a los municipios de Mazarrón y Águilas. En principio es una medida que para los ciudadanos de Murcia parece no tener ninguna repercusión, pero nos gustaría hacer otra lectura desde una perspectiva de Patrimonio Cultural.
:: ENRIQUE DE ANDRÉS RODRÍGUEZ. Comisión de Patrimonio Cultural del Colegio de Arquitectos de Murcia
Viernes, 17 de junio 2016, 09:34
La historia de Murcia ha estado ligada desde sus inicios a la lucha y la gestión del agua, a lo largo de los siglos el agua ha sido la gran aliada y la gran enemiga, muchas veces echada de menos, pero muchas más temida por sus avenidas. El continuo ciclo de sequías e inundaciones ha supuesto que la cultura de la ciudad haya oscilado tanto en buscar recursos frente a su escasez, como a tratar de solventar sus excesos.
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Lo que fue un valle indomable durante siglos, los andalusíes lo transformaron en una fértil huerta, organizando un sistema de riego a través de una gestión inteligente del territorio, canalizando el agua mediante una tupida red de acequias mayores y menores de suministro regulado de agua a todo el valle y otra red de avenamiento mediante azarbes capaces de recoger excedentes y reconducirlos de nuevo al río.
Esta red no solo sirvió para el riego sino que cumplió otras misiones fundamentales como la de conseguir un ecosistema propio para el valle, que permitiera el desarrollo de un hábitat humano. La red, por una parte, ha servido de drenaje para evacuar las escorrentías de agua de los dos sistemas montañosos norte y sur, a la vez que ha posibilitado el desarrollo de una biodiversidad, con la interacción entre hombre y naturaleza, que le llegó a suponer el título de Huerta de Europa; y, por otra parte, las filtraciones producidas en el territorio, tanto por la red de riego como por el sistema de regado a manta, originan un nivel freático elevado que ha hecho posible un equilibrio climático, resultando finalmente un paisaje cultural envidiable en una de las regiones más áridas y desérticas de Europa.
Desde la fundación de la ciudad de Madina Mursiya en el año 825, fecha en la que se estima la creación de la Contraparada, origen del sistema de riego y de la huerta, pasando por las distintas épocas de esplendor de la ciudad, en el siglo XVIII, gracias al cultivo intensivo de la morera y el gusano de seda, que permitió el florecimiento del magnífico barroco murciano, incluso el crecimiento del siglo XX, con la industria conservera y pimentonera, huerta y ciudad han evolucionado unidas en un destino común.
Pero con la llegada del agua del trasvase, el abandono del cultivo tradicional y el continuo crecimiento y ocupación de la huerta por la ciudad, un sistema que había perdurado casi 1.200 años, se volvió obsoleto y caduco, al dejar de producir suficientes rentabilidades. Toda su historia, ingeniería hidráulica, molinos, azudes, partidores, aceñas; toda su arquitectura popular, casas torre, ermitas; toda su biodiversidad, flora, fauna, variedades hortícolas..., dejan de interesar porque dejan de ser rentables.
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La institución encargada de gestionar todo este patrimonio, la Junta de Hacendados, al haber ido paulatinamente en disminución sus funciones sobre la huerta, ante la continua desaparición de ésta, se transforma en una gestora de nuevos valores; suelo para solares y gestión de un agua para ellos gratuita. Durante los últimos años y de forma continua, se ha llevado a cabo la transformación de la red de riego en una convencional instalación de suministro y distribución de agua mediante una red entubada, sustituta del tradicional sistema de acequias. Las ventajas son, por una parte, que el agua se controla mejor al no haber filtraciones, permitiendo controlar caudales de forma precisa, a la vez que el suelo generado por el entubamiento pasa a formar parte de terrenos, propiedad de la Junta de Hacendados, que al tener autonomía en su gestión pueden transformar como mejor convenga.
El lado malo del entubamiento y la desaparición de los canales de riego es precisamente la desaparición de las funciones medioambientales de éstos: el funcionamiento como red de drenaje en lluvias torrenciales, como ya podemos comprobar en la zona norte de Murcia, con inundaciones en lluvias medias; la desaparición de la biodiversidad, flora, fauna y equilibrio ecológico; la desaparición de filtraciones y mantenimiento del nivel freático y humedad del suelo con las consiguientes afecciones climáticas para todo el valle, veranos más calurosos e inviernos más fríos propios de una Murcia desertificada hacia donde nos dirigimos, adiós al oasis que hemos disfrutado durante doce siglos.
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Por último y motivo de esta reflexión en torno a lo que supone esta medida para el Patrimonio Cultural, ¿tiene sentido mantener el Patrimonio Cultural de la huerta sin huerta o mejor pasarlo a considerar cuestión de historia y museos? Como alguien comentaba recientemente: ¿Por qué no trasladar la rueda de la Ñora a una rotonda que luciría mucho más y no estorbaría para las obras de la Costera Norte?
Las consecuencias por la transformación de la red de riego van más allá. ¿Se podrá seguir habitando el valle o la transformación de la red romperá definitivamente el equilibrio del ecosistema?, ¿cómo afectará a las inundaciones la eliminación del drenaje?, ¿cómo al clima?, ¿qué valores de identidad quedan en Murcia? Durante años, la Junta de Hacendados ha sabido gestionar la huerta de forma inteligente, alcanzando su tribunal consuetudinario, el Tribunal de Hombres Buenos, la condición de Patrimonio de la Humanidad, pero desde el momento en que la huerta se ha transformado en recurso medioambiental, esa gestión ha pasado a ser dudosa e interesada, sobre todo porque estamos provocando el agotamiento no solo de nuestros recursos, sino también el de generaciones venideras.
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