Rafael García, en una finca de la entidad Del Bancal a Casa, del Grupo Operativo Agrodiverso. ROS CAVAL / AGM
Agricultor

Rafael García Sarrión: «Solo 25 especies copan el 95% de la producción agraria mundial, y antes eran 10.000»

«En sus primeros 9.925 años, la agricultura tuvo un impacto inapreciable, mientras que en los últimos 75 se ha convertido en una de las actividades más contaminantes», explica el agricultor

Martes, 14 de junio 2022, 01:10

Aún no existía una formación sobre agricultura ecológica como tal cuando Rafael García Sarrión (Cartagena, 1979) comenzó su carrera de ingeniero técnico agrícola en ... la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT). «Sin embargo, al acercarme al día a día de las empresas de agricultura intensiva sentí un rechazo», relata. Aquellas técnicas de cultivo tan «alejadas de los procesos naturales» le acercaron a la agroecología para tratar de «aunar la sostenibilidad económica, social y medioambiental en la producción de alimentos». Tras completar su formación en Alemania y comprobar «que se podía hacer un tipo de agricultura sostenible, tanto ambiental como económicamente, llegando a una calidad y una productividad envidiables», volvió a Murcia, donde colaboró con el catedrático de Botánica José María Egea en la recuperación de variedades hortícolas tradicionales. «De ahí surgió una ideas de negocio verde». Junto con otro socio creó un vivero ecológico basado en este tipo de taxones y posteriormente participó en el nacimiento de la Red Murciana de Semillas, construida sobre el mismo concepto de agricultura sostenible y de soberanía alimentaria mediante la recuperación de variedades locales y saberes tradicionales.

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–En un momento en el que se conmina a buscar nuevas prácticas agrarias, usted propone recuperar las variedades tradicionales. ¿Por qué?

–El reto que nos supone encontrar maneras de producir de forma más sostenible, como menos impactos tanto medioambientales y sociales, nos debe llevar a buscar soluciones tan complejas como los sistemas naturales que queremos proteger. La agroecología intenta conectar los conocimientos tradicionales y científicos para producir alimentos de manera más sostenible. El impacto de la agricultura, que nació hace 10.000 años, en sus primeros 9.925 años de prácticas tradicionales, fue inapreciable en los ecosistemas, pero en los últimos 75 años de agricultura industrial nos enfrentamos a una de las actividades más contaminantes del ser humano. Por eso podemos aprender de ese tiempo anterior a la llamada revolución verde, cuando tenían que adaptarse más que modificar su medio, y donde las variedades estaban más adaptadas a cada zona, por lo que necesitan menos insumos, y con una variedad genética muy amplia y, por tanto, muy resistente a plagas y condiciones adversas, como las del cambio climático. Pero no es una mirada atrás, sino la selección de elementos tradicionales que al aunarlos con la tecnología actual pueden prestar servicio a un nuevo sistema de producción agroalimentario atento a las nuevas exigencias del mercado y del propio campo.

SIN CUIDADO

«La agricultura más intensiva industrial ha llegado a tomar el campo como si fuese una maceta»

–Estamos atentos a la pérdida de riqueza medioambiental, pero quizá no tanto a la pérdida de variedades agrarias, ¿no?

–Desde un punto de vista de la sostenibilidad es preocupante tener pocas opciones en el campo para la producción de alimentos. De las históricas 10.000 especies cultivadas para alimentación se ha pasado a solo 2.000 a principios de siglo XXI en todo el mundo. Y de estas, 25 copan el 95% de la producción mundial de alimentos y solo cuatro producen el 60% de los alimentos que llegan a nuestros hogares. Es un riesgo ante cualquier plaga u otra adversidad medioambiental, que podrían desencadenar importantes crisis alimentarias, además de que nuestros platos son menos diversos, con una nutrición deficitaria en ciertos elementos, y también estamos perdiendo identidad, patrimonio agrario-cultural y arraigo al territorio.

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–¿Se preocupa la agricultura ahora menos del medio ambiente del que se sirve?

–Aunque la agricultura ecológica es una corriente imparable desde hace más de 30 años, sí que es verdad que la más intensiva industrial ha llegado a tomar al medio ambiente como un espacio casi inerte, como si el campo fuese una maceta. Pero no se le puede poner puertas al campo, y los impactos son difusos y están interconectados, como hemos visto en el Mar Menor. La agricultura industrial se ha fijado como objetivo la producción, y quizá ahora la calidad, aunque más bien desde una perspectiva visual. Lo que nosotros nos proponemos es que la agricultura deje tras de sí un mejor ecosistema, además de que la calidad nutricional sea un valor, nos solo visual.

–¿Y no hay ahora también mucho marketing con la etiqueta ecológico?

–Evidentemente la agricultura intensiva ha tomado el cambio a ecológico como una cosa estética y que proporciona un precio mayor a sus productos, donde se cambian los insumos, pero no la concepción productivista. También hay problemas de contaminación en la agricultura intensiva ecológica. No emplea determinados plaguicidas pero sobreexplota acuíferos o sobreabona campos, por ejemplo. Hay otras corrientes que están generando una agricultura sostenible, incluso sin sello ecológico, como la agricultura regenerativa y la biodinámica. Es una pena que cierta producción intensiva ecológica pueda manchar a agricultores medianos y pequeños que están haciendo muy bien su trabajo pero tienen menos capacidad de llegar al cliente final.

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MIRADA ATRÁS

«Podemos aprender de la práctica tradicional, en la que tenían que adaptarse más que modificar el medio»

–¿Cómo cree que será la agricultura en la Región dentro de quince o veinte años?

–Me gusta ser optimista y creo que el ejemplo es la mejor manera de que otros agricultores y otros empresarios agrarios tomen en serio estos cambios. Así que pienso que en 15 o 20 años habremos conseguido que la producción, y el consumo, que es el que nos marca cómo se quiere producir, será más responsable. Hay que ser conscientes de que si no hay apoyo del consumo los buenos agricultores terminan por dejarlo. Si queremos ver un cambio en la forma de producir, tenemos que hacer un cambio en la forma de consumir. Me gustaría que la agricultura regenerativa se desarrollase en esta Región, porque indicaría que estamos produciendo con una calidad ambiental, con la calidad social y con la calidad nutricional adecuada, además de asegurar que después de generar producción tendremos unos campos más fértiles y resilientes frente a los retos del cambio climático.

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