Repoblar un antiguo volcán contra el cambio climático
El Cabezo Ventura conforma una pequeña isla natural en un enorme enclave de desarrollo industrial que la Fundación Sierra Minera se ha propuesto recuperar y preparar ante el reto que ya nos está planteando el clima
GINÉS S.FORTE
Miércoles, 27 de mayo 2020, 22:37
La evolución del Cabezo Ventura, a apenas cinco kilómetros de Cartagena, simboliza la lucha de la naturaleza por prosperar frente a un entorno humano que ... le perjudica cuando le presiona y no siempre le resulta propicio cuando trata de ayudarle. Un grupo de profesionales y conservacionistas lucha ahora por preparar este espacio de origen volcánico, enclavado junto a una de las áreas industriales de mayor proyección de la región, ante el advenimiento de una dura prueba: el cambio climático. Lo que se han propuesto los integrantes de la Fundación Sierra Minera, artífices de esta actuación, es restaurar con vegetación resistente a la sequía un área en el que las antiguas repoblaciones forestales no han funcionado. De momento ya se ha acometido una campaña de recuperación y se busca financiación para continuar con más acciones.
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La primera intervención, que tuvo lugar entre octubre y enero pasados, cubrió un área de unos 15.000 metros cuadrados de los alrededor de 150.000 de este cerro que se alza un centenar de metros por encima del llano que lo circunda, y en el que en 2003 se habilitó el Polígono Industrial de Los Camachos y ahora se prevé la construcción de la denominada Zona de Actividades Logísticas (ZAL) de Cartagena, un espacio de actividad de 350 hectáreas vinculado a la infraestructura ferroviaria y portuaria de la zona.
La Estrategia Europea Biodiversidad 2030 incide en «no repetir los errores del pasado tras la Covid-19»
El esfuerzo de reparación medioambiental parece muy pequeño en relación al enorme proyecto empresarial que lo circunda. Sin embargo, la iniciativa actúa como una suerte de pica en Flandes de la restauración natural en esta singular elevación volcánica con una larga historia de ocupación y usos tradicionales desde al menos la Edad del Hierro. En este pequeño enclave hay inventariados al menos cuatro emplazamientos de la antigüedad: tres romanos y uno íbero, que este mismo mes se han puesto en peligro, al igual que la flora autóctona protegida, por la roturación sin licencia de una de sus laderas, otra de las amenazas humanas que le atenazan. El hecho, que está bajo investigación, apremia el interés por extremar la salvaguarda de un área de titularidad municipal sobre la que particularmente preocupa su futuro ante los efectos del cambio climático.
«Debemos aprender de las especies de nuestras solanas para restaurar muchos pinares en retroceso», señala Navarro
El biólogo y especialista del Centro de Investigaciones sobre Desertificación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), José Antonio Navarro, que es el encargado de coordinar la rehabilitación ambiental del Cabezo Ventura, vincula la iniciativa con la nueva Estrategia Europea Biodiversidad 2030, publicada el pasado miércoles. En ella se señala «la necesidad inaplazable de invertir mucho más en restauración del medio natural para mitigar los efector del cambio climático sobre esos otros europeos: las especies, los hábitats, los ecosistemas que nos proveen de servicios clave para mantener nuestra salud y la de nuestro medio ambiente».
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El Sureste peninsular es una de las zonas mediterráneas que más están sufriendo el cambio climático
Navarro subraya que son estos elementos «los que depuran aguas y proveen de suelos de calidad, aire limpio y productos de consumo, pero también de espacios para el recreo y el disfrute, no solo en el medio natural, sino también en nuestros entornos urbanos y rurales».
La sequía de 2014 a 2016
El empeño por restablecer el valor medioambiental del Cabezo Ventura no es nuevo. «A mediados de los 70 del pasado siglo el cabezo fue sometido a una repoblación forestal con pino carrasco en gran parte de su superficie», recuerda el sociólogo Pedro Martos Miralles, que es el gerente de la Fundación Sierra Minera. «Sin embargo», añade, la sequía que azotó al sureste entre los años 2014 y 2016 «ha producido una mortalidad masiva del pinar», que además ha experimentado «problemas secundarios de ataque de coleópteros minadores». El sistema no ha sido capaz de recuperarse con el crecimiento natural de nuevos pinos a partir de los árboles supervivientes y, a la postre, se ha visto dañado por «la expansión de la planta invasora conocida como gandul ['Nicotiana glauca'], en todo el reborde del cabezo». Todo lo anterior, concluye Martos, «hacen necesaria una restauración ambiental». En esta ocasión, con las lecciones aprendidas tras las fallidas experiencias de finales del siglo XX, como señala el coordinador de las actuaciones. José Antonio Navarro se refiere a esas «repoblaciones que durante décadas formaban un dosel arbóreo espectacular a vista de pájaro», pero que, sin embargo, se ha demostrado que «no pueden competir, salvo honrosas excepciones, en biodiversidad animal o vegetal con nuestros matorrales, pastizales y vegetación arbustiva». De ahí que esta iniciativa, enmarcada en el proyecto Sierra Minera Verde de la citada fundación, y que está cofinanciado por la Fundación Cajamurcia y Bankia, se centre en especies arbustivas resistentes a la sequía.
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Consenso científico
«Existe ya un amplio consenso científico en la necesidad de adecuar las estrategias de restauración ecológica a los nuevos tiempos de cambio global», apunta Navarro tras incidir en la «mortalidad masiva de árboles» que en las últimas décadas se está dando en áreas secas del mediterráneo que fueron repobladas durante la segunda mitad del siglo pasado. «El Sureste peninsular es una de las zonas del mediterráneo que más está sufriendo los efectos del cambio climático», añade, y revela que la señalada Estrategia Europea Biodiversidad 2030, que acaba de ver la luz, «enfatiza la necesidad de no repetir errores del pasado a la hora de recuperar la economía tras la crisis del Covid-19».
La sequía de los años 2014 a 2016 ha producido una mortalidad masiva del pinar en este espacio
«Este nuevo siglo no solo ha traído nuevas pandemias que puntualmente azotan la salud y la estabilidad de amplias regiones del globo», explica el experto en desertificación del CSIC, antes de advertir de que «el cambio climático es ya una realidad que opera día a día, que está cambiando regímenes de lluvias y temperaturas hasta quizá obligarnos en un futuro próximo a retocar la definición de muchos climas, como el mediterráneo, y redefinir nuestra forma de relacionarnos con nuestro entorno». En este contexto, repoblaciones como las del Cabezo Ventura se realizan con «el objetivo principal de promover la adaptación al cambio climático de la vegetación», añade Pedro Martos.
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Los árboles con los que en el pasado se trató de enriquecer medioambientalmente este enclave «ni siquiera han supuesto en muchos sitios una mejora significativa en productividad del suelo o su protección contra la erosión», si bien «al menos dieron sombra durante décadas y, eso sí, actuaron como sumideros de carbono efectivos», afirma Navarro. Esos beneficios, en todo caso, quedan en nada «una vez que la repoblación muere» y «una vez pasado el periodo de sequía [el hábitat] no es capaz de recuperarse de manera natural», como está ocurriendo. De ahí que, según el investigador, «los nuevos programas de restauración ecológica en ambientes semiáridos persiguen no tanto establecer una cubierta vegetal arbórea sino dotar a un ecosistema degradado de una vegetación más resistente a la sequía y sobre todo más resiliente, capaz de recuperarse tras estos periodos de sequía para seguir proveyéndonos de servicios ecosistémicos».
Martos abunda en que la reposición de este espacio se ha basado en la «introducción de especies locales mejor adaptadas a las temperaturas y los nuevos regímenes de lluvias», como consecuencias del cambio climático. El gerente de la Fundación Sierra Minera detalla que las intervenciones se han centrado en la cara sur, donde la mortalidad del pinar ha sido más intensa, y se han realizado íntegramente de modo manual y manteniendo una banda de protección de 20 metros de anchura en toda la línea de cumbre, por la cercanía a restos arqueológicos, presentes en la ladera opuesta, y para, además, «evitar afecciones indirectas sobre flora de interés ya existente en el cabezo».
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Básicamente, los trabajos acometidos desde octubre hasta enero contemplaron tres acciones: la retirada, sin medios mecánicos, del invasor gandul en una superficie de 6.000 metros cuadrados; el saneamiento del pinar muerto, para impedir entre otros la proliferación de insectos minadores, en una superficie de más de dos hectáreas y, especialmente, la plantación de especies locales en una superficie saneada de una hectárea y media. Esta última ha incluido la introducción de 840 plantones de nueve especies arbustivas locales, «que forman hábitats de interés comunitario». Se trata de «matorrales termomediterráneos y preestépicos, matorrales arborescentes de 'Ziziphus' y sabinares de sabina mora ('Tetraclinis articulata'). Entre las plantas introducidas, explica Martos Miralles, predominan especies iberoafricanas muy termófilas (capaces de aguantar temperaturas por encima de los 45 grados), como el cornical ('Periploca angustifolia') y el arto (Ziziphus lotus'). Los plantones han sido además protegidos con acopios de ramas del pinar saneado y con mallas antiherbívoros, para reducir su estrés hidrotérmico durante la estación seca y reducir el ramoneo de conejos y ganado. Finalmente, se ha completado un riego de establecimiento y otro de primavera para favorecer que los plantones puedan prosperar. Las labores han contado con la colaboración del Ayuntamiento de Cartagena, encargado de los trabajos forestales sobre la cara norte del cabezo, y con la supervisión de un arqueólogo, como requiere la Dirección General de Bienes Culturales por la existencia de yacimientos en el entorno.
Los estudios previos del diseño del proyecto han contado también con la colaboración del investigador de la Universidad de Murcia Miguel Ángel Esteve y de Tiago Esteves, estudiante del Máster en Restauración de Ecosistemas de la Universidad de Alcalá de Henares.
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El coordinador de estas tareas, José Antonio Navarro, recuerda que en las laderas de solana de los montes litorales y prelitorales de la Región (Cenizas, Roldán, El Valle, La Muela, entre otros), se extiende «un muro vegetal, no muy alto; uno o dos metros, pero infranqueable», en el que proliferan «palmitares, cornicales, espinares, lentiscares, artineras, espartales, jarales, romerales, aliagares, albaidales, tomillares, algún pino en las vaguadas y unos herbazales y pastizales que hacen las delicias del paseante en invierno».
Se trata de «un tupido manto resistente y resiliente a la sequía, formado por especies muchas de las cuales rebrotan tras cortarlas, quemarlas o ser ramoneadas». El experto concluye que estas especies de «nuestras tórridas solanas» son «de las que debemos aprender para pensar en restaurar muchos de nuestros pinares de repoblación en retroceso. Esa es la idea que inspira el proyecto de restauración ecológica del Cabezo Ventura», sentencia Navarro.
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