Las especies silvestres se quedan sin huerta

Otra red, la que ofrece internet, acoge ahora un muestrario de aquellas plantas autóctonas con la esperanza de volver a familiarizar a los modernos murcianos con unas especies que sus antepasados conocían (y en muchos casos aprovechaban) bien. Las ancestrales acelgas silvestres ('Beta vulgaris'), rebanizas ('Diplotaxis erucoides'), camarrojas ('Chondrilla juncea'), cerrajones ('Sonchus oleraceus'), espárragos silvestres ('Asparagus horridus'), laureles ('Laurus nobilis') y colas de caballo ('Equisetum'), por citar algunas de las más célebres, buscan renovar su fama perdida a través de las nuevas tecnologías con la esperanza de sensibilizar lo suficiente como para que volvamos a querer tenerlas cerca.

«En general, la pérdida de terrenos de la huerta a favor de la proliferación de las urbanizaciones, así como el uso de herbicidas para controlar las 'malas hierbas» son las principales amenazas de estas especies silvestres», explica Eloísa Romero, especialista en educación ambiental de Ecopatrimonio. Esta firma se ha encargado de elaborar (por orden del Ayuntamiento capitalino) un herbario virtual destinado a ayudar a los ciudadanos a reconocerlas e identificarlas. «Como buenas supervivientes, son capaces de surgir, incluso, en grietas y rendijas. Incluso en la ciudad es posible ver algunas especies de plantas silvestres intentando sobrevivir en medio del asfalto», explica. «Para verlas tan solo hay que recorrer la ciudad fijándose un poco».

De momento, en esta «herramienta divulgativa y educativa, que pretende llegar a todos los públicos», elaborada con motivo de la Semana de la Huerta de Murcia (celebrada del 6 al 14 de marzo), figuran poco más de cuarenta especies. «Nos parece fundamental darlas a conocer al público, para proteger y valorar la importancia de la biodiversidad y la función que estas especies han tenido y tienen en la huerta». Al margen de iniciativas de carácter lúdico y divulgativo, en la Región se han acometido otras más científicas desde ámbitos como el Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (Imida), dependiente de la Comunidad Autónoma, y la Universidad de Murcia (UMU), donde durante años ha estado activo un grupo de investigación dedicado a la etnobotánica. El catedrático de biología Diego Rivera se incluyó entre sus investigadores.

«La flora silvestre de las acequias era muy rica en la época de los riegos tradicionales y hasta los años 80 del siglo XX, pero ahora, con el cimbreado de acequias, entubado y las repetidas sequias no queda nada o casi», explica Rivera. Especies como 'Equisetum arvense' 'Equisetum telmateia' y 'Adiantum capillus veneris', se ven notablemente afectadas. De entre todas, quizá las más conocidas son aquellas que componían la vernácula 'ensalá buscá', como la llama el especialista, fiel al habla de la tierra. La 'Sonchus tenerrimus' (cerraja), la 'Scorzonera laciniata' (teta de vaca o berbaja), la 'Coronopus', y la 'Beta vulgaris subsp. maritima' (remolacha silvestre o acelga marina), son algunas de estas «verduras silvestres que se recolectaban en los huertos y márgenes», apunta el catedrático. «Eran las mujeres las que las conocían y las recogían», precisa Romero, «Ellas han sido las que han recolectado y cuidado la tierra, las que conocían las propiedades curativas y sanadoras de muchas especies, y a las que, durante un tiempo de la historia, se consideró brujas y hechiceras».

Entre las especies silvestres de la huerta murciana, «una de las rabanizas más notables de los cabezos de la huerta es 'Brassica fruticulosa subsp. cossoninana', un endemismo ibero-norteafricano, como lo son 'Tetraclinis articulata' (ciprés de Cartagena) o 'Cistus heterophyllus' (jara de Cartagena)», apunta el catedrático. Lamentablemente, el estado actual de estas plantas es «penoso», asevera. «La urbanización de la huerta, el abandono de los huertos, la transformación del sistema de riego, los vertidos de escombros, basuras, residuos industriales,...», todo ello las aboca a un futuro poco esperanzador: «Simplemente desaparecen al desaparecer su hábitat».

El biólogo Antonio Sáez, implicado junto a Eloísa Romero en el herbario virtual desarrollado por la Semana de la Huerta, apela al «conocimiento y reconocimiento de estas especies y los usos tradicionales que llevan asociados», como vía para poder salvarlas. «Constituyen parte de nuestra cultura», coincide Romero. En torno a ellas se acumulan «tradiciones y saberes que es necesario transmitir a las nuevas generaciones para garantizar su conservación, por eso es necesario que la ciudadanía descubra el enorme valor de estas especies, las funciones que realizan y la cultura que llevan asociadas».

«Temo que ya no hay tiempo», sentencia el etnobiólogo Diego Rivera. «Las huertas no son ecosistemas naturales, son ecosistemas culturales que para ser sostenibles requieren de la actividad humana continuada». El especialista las asimila «a un organismo vivo, con su propia red de 'arterias' y 'venas', en su caso las acequias y los azarbes» por los que discurre el agua y los nutrientes que genera este «agroecosistema que era incluso capaz de depurar los residuos de la propia ciudad».

A juicio del profesor de la UMU, no se está haciendo «absolutamente nada» para conservar estas especies. Ni tampoco le ve sentido a «hacer 'microrreservas» que, con la pérdida de la huerta y el avance de la urbe, considera «una tarea titánica que dudo que alguien sea capaz de realizar: se habla mucho de ello, pero nadie lo lleva a cabo».

«La conservación y recuperación de la huerta no debe consistir solo en 'ajardinarla' con especies exóticas», afirma Sáez, quien destaca que «la huerta es capaz de embellecerse sola, lo hace cada primavera en los rincones en que se la deja hacerlo». El problema para ellas es que esos rincones cada vez resultan más escasos.