Volcado

700.000 dólares en coñac francés

PPLL

Martes, 25 de junio 2013, 13:14

El actual jefe de estado, Kim Jong-Un, invitó en febrero a Denis Rodman, antigua estrella de la NBA, y se dio el gustazo de ver un partido a su lado. Su pasión por el baloncesto se la inculcó una de las personas que le educó en su infancia y que le ponía vídeos de los Bulls de Michael Jordan. Aquel hombre era el cocinero de su padre, una de las pocas personas que se ganó la confianza del 'Querido Líder', Kim Jong-il.

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El cocinero, protegido tras el seudónimo de Kenji Fujimoto, concedió hace unos días una entrevista al premio Pulitzer Adam Johnson, publicada en la revista 'GQ', y desveló intimidades de Jong-il, penúltimo líder de Corea del Norte, un hombre capaz de gastarse 700.000 dólares en coñac Hennessy y de mandar al responsable de su alimentación en busca de todo tipo de exquisiteces: cerveza checa, caviar iraní, papaya tailandesa, mango malayo y, por supuesto, pescado japonés, como ese día que compró 1.200 kilos de atún y calamares.

Fujimoto dejó Japón para dar clases de sushi en una escuela de cocina de Pyongyang. Un día aparecieron tres Mercedes negros y le llevaron para que preparase algunas de sus especialidades. Al acabar el festín, Jong-il le lanzó un sobre con mil dólares a los pies. El cocinero, humillado, se negó a recogerlo, un gesto temerario que pudo costarle la vida. Pero demostró valor y se ganó el respeto de un líder harto de aduladores.

Jong-il le propuso convertirse en su cocinero personal. Fue entonces cuando descubrió al monstruo, al hombre que secuestraba a adolescentes para crear el 'kippunjo', la brigada de la diversión, su cohorte de esclavas sexuales a las que solo él podía tocar en sus desmesuradas fiestas. Las borracheras se repetían en la bodega, un rincón con más de 10.000 botellas en las que abundaba el vino de Burdeos, el coñac francés y el whisky Johnny Walker Swing.

Fujimoto acabó temiendo al 'Querido Líder' y planeó su huida. El pretexto fue ir a Japón en busca de huevas de erizo de mar. Antes de su partida, se cruzó con Jong-un, que venía de jugar al baloncesto. «Debes prometerme que volverás», le dijo. Pero no lo hizo. Hasta que Jong-il murió en 2011. Entonces aceptó la invitación al funeral y cuando se encontró con Jong-un se postró y, sollozando, se excusó: «El traidor ha vuelto». Pero Kim le hizo levantar y se fundieron en un sentido abrazo.

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