REGIÓN MURCIA

«La alegría es gratis»

Los 'nuevos pobres' tienen un rostro y una historia; lo han perdido todo salvo la esperanza

JOSEFINA MECA

Domingo, 5 de agosto 2012, 15:53

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Pedro tiene una simpatía y una alegría contagiosas. «Es gratis», dice. A sus 41 años, se niega a caer en el derrotismo. «He aprendido a pedir ayuda y a poner medios para solucionar los problemas. Siempre hay alguien que te echa una mano, aunque vivimos en un momento muy deshumanizado».

Después de doce años como vigilante de seguridad privada, Pedro se quedó en paro y tuvo que reciclarse. «Hice un curso de agente comercial y ahora me dedico a vender productos de nutrición por las casas». Con lo que vende y lo que gana haciendo buzoneo de forma esporádica, apenas le llega para los gastos diarios. Por eso come y duerme en las instalaciones de la Fundación-Patronato Jesús Abandonado de Murcia desde hace tres meses.

El ánimo de Pedro es envidiable, como sus ganas de mejorar y superarse. En septiembre se matriculó en la Universidad de Murcia en el grado de Nutrición y Dietética, en el campus de Lorca. Solicitó una beca del Ministerio de Educación pero se la denegaron, con lo que su matrícula permanece en suspenso hasta que se resuelva la reclamación que presentó. «No tengo dinero para pagar los 926 euros que cuesta», admite.

Pedro ha estado prácticamente todo el año viajando a Lorca en tren, ha estudiado y ha hecho sus exámenes. A pesar de todo, no se rinde. «Hay que hacer de tripas corazón y trabajar más y ser más competitivo». Su meta es ambiciosa: «Quiero constituir una empresa dentro del sector de la nutrición».

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Pedro tiene tres hermanos que le ayudan en lo que pueden, aunque no saben hasta qué punto llega su situación. «Aquí -tanto en el comedor como en el albergue- hay muy buen trato humano. No estás solo», comenta. Y confiesa: «Nunca me imaginé llegar a estar así, pero nadie está libre».

La realidad siempre supera la ficción. Como las historias de Pedro, Eduardo, Lana, Fina, Francisco y Marta, hay miles en la Región de Murcia. Es muy fácil ver la crudeza de la vida en cualquier esquina, pero lo difícil es mirarla a la cara, sin miedo. Un miedo que estos protagonistas han tenido que tragarse para seguir adelante. Vidas distintas, como sus procedencias, pero con un nexo común: lo han perdido todo, trabajo, casa y, en algunos casos, hasta la familia. Pero gracias al apoyo y el cariño de los trabajadores y voluntarios de las instituciones sociales, han conseguido salvaguardar lo más importante, lo que les mueve a seguir: la esperanza.

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Hace poco más de dos semanas saltaron las alarmas al conocerse un informe de Eurostat que fijaba en un 36% la población murciana en riesgo de pobreza o exclusión social. Miles de personas forman ya parte de ese grupo bautizado como los 'nuevos pobres'. Un perfil aparecido en los últimos años como consecuencia de la crisis económica y financiera, que ha desembocado en una verdadera crisis social.

Atrás quedó la imagen del vagabundo que recorre ciudades pidiendo limosna, y el cruel estereotipo del extranjero que prefiere pedir a trabajar. Ya no están tan lejos, ahora se pueden ver y mirar.

«Nadie está en la calle porque quiere», asegura firmemente Carlos Belizón, trabajador social de la Fundación-Patronato Jesús Abandonado, que tiene en la capital murciana un comedor y un albergue para personas sin recursos. Cada día del año comen y cenan allí unos 200 usuarios, y quienes no tienen otra opción duermen en el albergue, hasta un máximo de 148 personas. El director de la institución, Daniel López, confirma la existencia de un nuevo perfil. «Se trata de población nacional, de mediana edad y de sexo masculino. Pero también hay mujeres, antes algo poco usual». López estima en un 40% los usuarios murcianos, mientras que «antes solo el 30% eran nacionales, y el resto población inmigrante». El año pasado ya se apreció un repunte en este sentido, ya que del total de 2.917 personas que pasaron por el albergue, 937 eran españolas (el 32%, un punto más que en 2010).

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En el comedor social se repartieron más de 131.000 comidas, cenas y bolsas de alimentos entre un total de 4.102 personas. Con respecto a la edad de los usuarios, el 59% tiene entre 31 y 50 años, el 23% entre 18 y 30, y el resto más de 51 años.

Antonio Sánchez, secretario general de Cáritas Región de Murcia, considera que el informe Eurostat se queda incluso corto. «Cada vez se siente con más fuerza el efecto de la crisis. Ahora el perfil mayoritario es el de un matrimonio de unos 35 años en paro y con una hipoteca. Nosotros les ayudamos en lo que podemos; les pagamos algún recibo de luz o agua y les damos comida», explica. En 2011, Cáritas atendió a casi 114.400 personas, de las que 68.648 eran españolas.

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En cuanto a los recursos económicos de los que disponen, Sánchez admite que han descendido, por lo que se han visto obligados a «usar la imaginación y buscar otros caminos de financiación». Una reflexión en la que coincide con José David Martínez, gerente de proyectos sociales de la Fundación Rais. «No todo son subvenciones, hay que explorar otras vías. La crisis también puede ser una oportunidad para cambiar como personas, como ciudadanos, y ver qué podemos aportar. Hay que seguir adelante y no desfallecer», sugiere. En referencia al perfil de 'nuevo pobre', Martínez advierte de que los murcianos que forman parte de ese 36% de población en riesgo de pobreza (de acuerdo a Eurostat)«se mantienen gracias a un colchón familiar» que puede llegar a agotarse. «Quien pide prestaciones sociales es porque no tiene otra salida, se ve al borde del precipicio», puntualiza.

La Fundación Rais atendió el año pasado a 162 personas en situación de extrema necesidad, y el 33% de ellos eran españoles. Este porcentaje alcanza el 50% en el caso del comedor y el hogar del Buen Samaritano de Cartagena.

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La figura del voluntario es la columna vertebral de toda entidad social. Cada año se llevan a cabo por parte de las instituciones campañas de sensibilización para fomentar esta forma de solidaridad. Los responsables de las organizaciones sociales coinciden al señalarlos como fundamentales en el desarrollo de sus actividades.

Es el caso de Antonio Bravo, voluntario en el comedor social de Jesús Abandonado desde hace más de 25 años. «Ahora estoy jubilado y me dedico más a esto, pero antes, cuando trabajaba, quitaba tiempo de mi familia para colaborar aquí». Este voluntario ejemplar no busca protagonismo ni reconocimiento. «Nace del corazón. Para mí no es una ayuda, sino una prolongación de mi humanidad». Antonio reparte las comidas con una sonrisa y unas palabras de ánimo para cada persona. «No solo necesitan cosas materiales, sino también espirituales».

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Antonio ve la vida desde el prisma que da la experiencia. «Hoy en día los jóvenes no son conscientes de la realidad, no se dan cuenta de todo lo que podrían llegar a hacer», indica.

Pedro, como Antonio, sí es consciente. El protagonista de la primera de las seis historias de este reportaje sabe muy bien que su camino lo decide solo él. La alegría «gratis» que rebosa le acompaña al andar.

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