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PERFIL

José León, el monstruo de las peores pesadillas

Experto informático, este pederasta multirreincidente fue uno de los pioneros en la venta a través de internet de pornografía infantil, que él mismo protagonizaba

RICARDO FERNÁNDEZ rfernandez@laverdad.es Twitter: @Ricardolaverdad

Domingo, 24 de junio 2012, 13:11

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De la primera condena seria que recibió José León Tornero Santos por abusos sexuales sobre menores de edad tuvieron la culpa los nudos de unas sillas. Los particulares y floridos lazos con los que estaban atados unos cojines a las patas de unos asientos.

Corría el año 2001 cuando los agentes de la Comisaría de Policía de Murcia le echaron el guante al pedófilo, que se las daba de entrenador y ojeador de fútbol -no tenía titulación alguna sobre tal disciplina, y sigue sin tenerla- y que había estado baboseando por algunos equipos de cadetes y alevines de El Puntal, Monteagudo y La Alberca en busca de tiernas presas.

Los policías le intervinieron más de 25.000 imágenes y 500 vídeos, muchos de ellos de sexo explícito con menores de edad, que había atesorado en compañía de un desagradable grupo de compinches que estaban igualmente encelados con los chicos impúberes. Fue un avizado inspector, hoy ya convertido en comisario, quien, al visionar algunas de esas repugnantes imágenes, cayó en un detalle que habría pasado desapercibido para cualquiera que esté privado de ese particular olfato que caracteriza a algunos sabuesos. «¿Dónde coño he visto yo esos cojines y esos lazos en las sillas?», se preguntó, rascándose el cada vez más despoblado cogote.

Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que se trataba de una de las viviendas frecuentadas por José León, un piso que había pertenecido a sus abuelos, ubicado en la zona de Centrofama de Murcia, y que habían tenido que registrar con motivo de la operación policial.

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Un dato, el de aquel feo tapizado, que venía a demostrar que el sospechoso no solo se dedicaba a comprar y vender pornografía infantil vía internet -ofrecía las imágenes al precio de 3.0000 pesetas-, sino que, ¡oh, sorpresa!, él mismo elaboraba parte de ese material llevándose a los críos a casa de sus abuelos. Aunque el rostro del abusador sexual nunca aparecía en las imágenes, que solo se recreaban en los cuerpos adolescentes, el mobiliario lo había delatado. Por ese detalle tan tonto se llevaba el primer paquete serio de su vida, que no habría de ser el último.

Este experto informático de mente despierta, sucios instintos y escaso autocontrol, moreno, robusto y de elevada estatura, apenas contaba entonces 25 años, pero ya se había convertido en un pionero a la hora de adivinar el gran negocio que se escondía en los foros más oscuros y hediondos de internet. Aquellos en los que se congregaban pedófilos, pederastas y depredadores sexuales de menores, que estaban dispuestos a hacer casi cualquier cosa y a pagar casi cualquier cifra por hacerse con un buen 'material' con el que dar salida a sus pulsiones.

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José León, cuya carrera delictiva se habían iniciado en 1997, salió de prisión tan rehabilitado como había entrado. O sea, cero pelotero. De tal forma que en 2005 volvió a caer con todo el equipo en la célebre 'Operación Rúber', nada menos que como presunto cabecilla de una amplia red de violadores de niños. Supuestamente captaban por internet a los menores con los que 'fabricar' pornografía, que luego por supuesto intercambiaban y comercializaban.

Con una técnica cada vez más depurada, el pedófilo confeso -«desde los quince años tengo ese problema: me gustan los menores», ha admitido esta semana ante el tribunal que lo juzga- se metía en los foros y chats infantiles y presentándose como entrenador u ojeador, e incluso como una atractiva adolescente -mandaba vídeos eróticos de chicas, como si fueran de 'ella' misma-, acababa convenciendo a los chavales para que se desnudaran ante la webcam. Una vez que los había filmado, supuestamente los extorsionaba para que accediera a mantener un contacto personal. En ese momento ya sabía que habían pasado a convertirse en sus juguetes.

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Otras veces, simplemente, los abordaba en billares y juegos recreativos y los iba engatusando con meriendas en hamburgueserías, entregas de pequeñas cantidades de dinero y regalos -videoconsolas, ordenadores, ropa...- para conducirlos presuntamente hasta su cama. En aquella operación policial, la 'Rúber', fueron identificados 18 niños de los que la red había abusado sexualmente, seis de ellos en la Región.

Nueva y larga estancia en prisión y, en apariencia, igual resultado que en la ocasión anterior en lo que a su recuperación social se refiere. Y así una vez tras otra, pues no en vano entre 1997 y 2010 llegó a acumular ocho detenciones por exhibicionismo, tenencia y distribución de pornografía infantil y abusos sexuales a menores de edad.

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Pese a su multirreincidencia, y -por ello- a las numerosas veces en que José León había tenido que pasar por comisarías y juzgados, la imagen de su rostro jamás había podido ser captada a lo largo de una década. Lo más que se había conseguido de él era una fotografía, del año 2001, en la que se apreciaba a un mocetón alto con una toalla cubriéndole por completo la cabeza.

El misterio se ha desvelado esta semana, cuando el pedófilo ha comparecido ante la Audiencia Provincial para ser juzgado por otro presunto caso de abusos sexuales a menores; en esta ocasión, dos adolescentes alicantinos de 13 y 14 años. Todo apunta a que una vez más, después de salir de prisión en 2010, había convertido una antigua vivienda de su abuelo, un policía local de Murcia ya fallecido, en su centro de operaciones: un cuarto piso de la calle Doctor Quesada Sanz del barrio de San Andrés de Murcia.

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Aunque la investigación solo ha dado para juzgarlo por esos dos supuestos casos de abusos, las sospechas policiales y las declaraciones de los vecinos iban por la línea de que el número de víctimas probablemente habría sido bastante superior. Pero los agentes, que confiaban en obtener más información de su ordenador, se encontraron con unas carpetas exhaustivamente encriptadas, con claves de veinte dígitos, que el sospechoso se negó a facilitar. Todas las gestiones realizadas para tratar de resolver el misterio y, seguramente también, el horror que se escondían en ese ordenador resultaron en vano. Ventajas de ser un experto informático.

Por lo que se refiere a su rostro, tampoco su fotografía ha acabado ofreciendo dato alguno que permita atisbar que nos encontramos ante el mayor depredador sexual de niños que, en apariencia, ha dado la Región en décadas. Es la imagen, completamente normal, de un hombre de 36 años. La del anodino e introvertido vecino de tu escalera. Lo que viene a probar, una vez más, que el horror, como la tenia solitaria, es un parásito que solo infesta desde los intestinos.

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Si alguna vez José León se parara a reflexionar sobre lo que ha hecho y sobre el futuro que le espera, bien podría decir aquello del escritor sueco Stig Dagerman: «Dos cosas me llenan de horror: el verdugo que hay en mí y el hacha que hay sobre mi cabeza». Una hermosa frase con, quizás, vocación de epitafio.

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