Fátima, acompañada de su marido, muestra cómo le taparon la boca sus agresores antes de torturarla. :: PACO ALONSO / AGM
LORCA

«Me pusieron fuego en los brazos, me taparon la boca y me echaron lejía»

La mujer torturada en Lorca dice que discutió con su compañera de piso porque «llegaba de madrugada y hacía mucho ruido»

T. M. M.

Jueves, 27 de enero 2011, 09:07

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Si le quedaran fuerzas para gritar, llevaría haciéndolo desde el pasado viernes, pero no puede. La ahoga la impotencia. No logra articular dos frases seguidas sin echarse a llorar o tirar de las dos pesadas mantas bajo las que se cobija a modo de metafórica coraza. Se cubre la cabeza con un pañuelo, el mismo que utiliza para explicar cómo sus agresores le taparon la boca y los ojos antes de comenzar a causarle heridas en brazos y piernas con una navaja y un cuchillo incandescente.

Bajo un jersey a rayas moradas y negras se esconden sus heridas. Moradas son también las huellas, aún visibles, en sus muñecas y tobillos, que durante horas permanecieron prisioneros de la voluntad de otros. Su español no es bueno, pero sus gestos y sus sollozos lo dicen todo. Su marido no se ha separado de ella desde que la encontró maniatada. Estos días ha cambiado su labor en el campo por una silla junto a Fátima, su esposa, una saharaui de 33 años que lleva menos de tres en España. Es la chica que hace unos días fue agredida, supuestamente, por su compañera de piso y el novio de ésta en el barrio de Los Ángeles de Lorca. Fátima insiste en que junto a la pareja había otro hombre.

Preferiría no recordar, pero la hospitalidad musulmana supera sus ganas de callarse. «Yo estaba en casa. Llamaron a la puerta. Salí y ya habían abierto. Me pusieron una luz en los ojos y entonces me cogieron entre los tres. Me colocaron esposas y me pusieron una cuerda en los pies. Con mi pañuelo me taparon los ojos y la boca. Me pusieron fuego en los brazos y me hicieron cortes en los brazos y enlas piernas. También me echaron lejía, barro y arena por la cabeza. Yo no podía gritar para pedir ayuda porque tenía la boca tapada. Así me dejaron muchas horas», comenta Fátima ayudada por su esposo que hace las veces de traductor.

En ese lamentable estado al que la condenaron sus agresores permaneció hasta las tres de la tarde, momento en el que otro de sus compañeros de piso la encontró y dio la voz de alarma. «Llamamos a la Policía, que vino y le cortó las cintas y le destapó la boca. La pobre estaba muy nerviosa y tenía mucho miedo», relata Mohamed, el marido.

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Disputa por la hora de llegada

Al parecer, la causa de la agresión está en una riña mantenida días antes con la supuesta agresora. «Su novio no vive con nosotros. Ella llega a casa de madrugada y hace mucho ruido. Mi marido y el otro hombre que vive aquí tienen que madrugar mucho para ir a trabajar. Yo no trabajo. Le dije que por favor viniera antes o no hiciera tanto escándalo. El jueves, un día antes de que me hicieran esto, vino con su novio y me pegó. Mi compañero de piso llamó a la Policía pero el novio salió huyendo. Al día siguiente, cuando mi marido salió a las siete de la mañana, entraron ellos».

Se vuelve a tapar la cara mientras pregunta algo a su esposo en su lengua natal. Ambos quieren ahora cambiar de casa y volver a empezar en otro lado, lejos de los recuerdos. De momento, Mohamed ha cambiado la cerradura de la vivienda y ha puesto una segunda. Fátima tiene dos hijos en Marruecos. Los dejó para venir a probar suerte.

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A día de hoy, la búsqueda de su fortuna consiste en conseguir pasar una noche sin que las pesadillas y la tortura se recreen una y otra vez. «Mi cabeza está llena de nervios. Todas las noches me vienen todas las imágenes. Quiero regresar con mi padre y con mi madre. Quiero estar con mis hijos». Su situación en España no está del todo regularizada, así que tendrá que esperar a que se resuelva la causa judicial abierta. De momento sus supuestos agresores ya han pasado a disposición judicial.

Fátima no quiere oír hablar de ellos, ni mucho menos verlos. Sólo quiere olvidar para volver a dormir, para seguir pensando que también ella tiene derecho al futuro que quiera. Lo sabe y lo dice: «Tengo miedo, pero ahora sólo quiero vivir».

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