El artista Dennis Oppenheim, junto al conjunto escultórico 'Cactus Garden', en la plaza Castilla de Murcia, en 2007. :: JAVIER CARRIÓN
Cultura

Fallece el jardinero extravagante

El creador conceptual estadounidense, pionero del 'body art' y del 'land art', tenía varios conjuntos escultóricos en España Dennis Oppenheim, autor de la escultura de la Plaza Castilla de Murcia, fallece a los 72 años

GONTZAL DÍEZ

Martes, 25 de enero 2011, 10:54

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Un cierto elegante desaliño, mirada aparentemente lánguida, manos corteses y modales minimalistas. Taciturno o más bien reflexivo, como si le costara extraer los conceptos de ese arsenal de ideas que guardaba en la cabeza. Sobrio. Vestido de negro. Un único toque de color: una pulsera naranja (contra el maltrato a los animales) en su muñeca derecha. Así se presentó en Murcia el gran Dennis Oppenheim en marzo de 2008. El escultor estadounidense venía a inaugurar su 'Cactus garden' en Murcia -en la plaza de Castilla-, su tercera obra pública monumental en España.

Oppenheim falleció el pasado sábado en Nueva York a causa de un cáncer. Tenía 72 años. «Arquitectura y escultura van de la mano en nuestro tiempo». Lo aseguraba con convicción uno de los grandes valedores de 'land art', pionero de 'body art', nacido en Electric City, Washington en 1938. Creador de extraños vergeles diáfanos -«mutación de la vegetación a la arquitectura»-.

Un constructor de metáforas tridimensionales. Un artista tan excéntrico como influyente, uno de los creadores más destacados del arte conceptual y objetual. Ante esa afirmación lo único que hacía Dennis Oppenheim era regalar una de sus muchas miradas escépticas.

No deja de ser insólito. La Región de Murcia está 'oppenheimnizada', a 'Movil ligt house', una pieza de ocho metros de altura: un faro -«un objeto amigo»- sobre un gran caparazón de tortuga, que alumbra Mula desde hace varios años -por el empeño de la Casa Pintada-, se sumó 'Cactus garden', en la Plaza de Castilla de Murcia, un singular, redondo, transparente y ordenado falso desierto. Aún hay más, otras siete piezas de Oppenheim podrán verse en una colección privada que se abrirá al público -sin fecha programada- como fundación. Eso sí la 'tortuga' de Mula necesita una urgente restauración.

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'Cactus garden fue su tercera gran obra pública en España tras las instalaciones de Navalcarnero y Valladolid. Un jardín de metal con ventanas. Pero a Oppenheim no parecía interesarle en exceso la naturaleza. Es más, se extrañaba -arqueaba las cejas, hirsutas cejas- ante la posibilidad de que sus creaciones perteneciera alguna corriente relacionada con lo natural. Para él el arte era «arte», aunque hablaba de una «planicie masai», de un edén primitivo para argumentar sus afanes. ¡Cuidado! Este hombre alto, rubio, blanco y sosegado llevaba un guerrero africano en su interior. Oppenhiem aseguraba que «el arte debe ser un sueño masai: una llanura perfecta donde conviven las tribus, los hombres y los animales, un paraíso. El arte es una filosofía, una forma de reflexionar. En manos idóneas puede ser muy poderoso». Lo decía mientras comía despacio y frugalmente delante de los concejales Fernando Berberena (Urbanismo), Fátima Barnuevo (Cultura) y el patrono de la Fundación Gabarrón, Cris Gabarrón.

«Lo que me importa de la obra es su concepto teórico más que ninguna otra zona particular. La parte interesante del cactus es que si tuvieras que buscar en un diccionario la definición de escultura y tuvieras que buscar una fotografía para ilustrar ese término, el resultado se aproximaría mucho a esos cactus porque son piezas que personifican la escultura. La imagen que proyectan está muy próxima a lo que la gente puede percibir de lo que debe ser una escultura en sentido abstracto. Quizá todo esto no les interese a los ciudadanos, pero el arte en espacios públicos, aunque en teoría debe tener cierto éxito, no siempre se comprende. No me interesa provocar sino las relaciones que experimentan los ciudadanos frente a ese espacio artístico», explicaba .

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«Comencé siendo una persona optimista..., realizar obras de arte es una profesión tan extraña, perversa y paradójica que sólo permite ir hacia delante volviendo hacia atrás. Sólo se puede conseguir hacer buenas obras haciendo otras malas y eso te hace perder la noción de optimismo», argumentaba el escultor.

Los mejores museos

El creador conceptual estadounidense tenía varios conjuntos escultóricos en España, los dos mayores en Valladolid y Madrid. El último lo inauguró él mismo en 2007 con una visita relámpago a nuestro país. Su última pieza española es una pequeña ciudadela de acero y hierro plantada en una rotonda a la entrada de la villa de Navalcarnero, 35 kilómetros al suroeste de Madrid. Se titula 'Crystal garden' ('Jardín cristalino'). La primera escultura de Oppenheim en España fue 'Stage set for a film' (Decorado para una película) quedó instalada en 1998 en el paseo de Zorrilla de Valladolid. También tiene piezas urbanas en Palma de Mallorca, Mula, Murcia y Medina del Campo. Los mejores museos de arte contemporáneo del mundo atesoran la múltiple obra de Oppenheim, cuya obra, a través de la Fundación Gabarrón, pudo verse en Madrid, Valladolid, Valencia y Murcia. Una obra con múltiples registros en la que cupieron lo conceptual, las videoinstalaciones o la fotografía, por más que en los últimos años dedicara casi todas sus energías a grande proyectos para espacios públicos.

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En 2005, la sala Díaz Cassou, Verónicas y la Casa Pintada de Mula acogieron una antológica de Oppenheim: un bosque habitado por cacerolas sonrientes, cabezas de ciervo que imitan cabezas disecadas de ciervo en cuyas astas ardían pequeñas llamas o un gigantesco cuello azul de camisa. En uno de los paneles de la Casa Díaz Cassou se podía leer una frase de Oppenheim: «Es casi un proceso fisiológico: sientes las cosas con el estómago y, después las persigues en una suerte de actividad decodificadora por medio de un proceso mental». Ese era Oppenhiem.

Su labor en los últimos años incidió en la intención de «fusionar arquitectura y escultura», convencido como estaba de que ambas disciplinas «van de la mano en nuestro tiempo». «Para experimentar este tipo de escultura hay que atravesarla, penetrar en su espacio, como ocurre con la arquitectura. El espíritu de este jardín cristalográfico está en esa fusión», explicó al inaugurar su última pieza española.

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