«La última cara que vas a ver será la mía»
El principal sospechoso del asesinato del joven Kevin en Jumilla utilizó una navaja camuflada en una falsa llave para acuchillarle varias veces
Son las 2.20 horas de la madrugada del sábado 1 de mayo cuando una patrulla de la Guardia Civil de Jumilla recibe un aviso ... del Centro Operativo de Servicios (COS), que informa de una agresión en la calle José Echegaray de la localidad. Los dos agentes que integran esa dotación tardan unos cuatro minutos en cubrir el trayecto y, a su llegada, observan a una mujer de unos 40 años de edad que sangra abundantemente por una brecha en la cabeza. Se trata de María Ángeles F.E., quien momentos antes ha participado en una violenta disputa con un joven colombiano, Kevin M.M., de 20 años, y con su novia, Marta.
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Las cuitas, en este asunto, peinan canas. Se arrastran desde diciembre de 2019, en que se rompió el noviazgo que Marta mantenía con Inocencio J.F., el hijo de María Ángeles, pues ni esta ni aquel asumieron el palo con deportividad. Desde entonces son muchas las veces que se han cruzado los caminos de los unos y los otros, casi nunca por casualidad. Aunque más que encuentros han sido encontronazos -amenazas, lesiones, daños...- que han germinado en al menos media docena de denuncias ante la Guardia Civil. «Déjate de tonterías con los muchachitos; tú vas a ser para mi hijo», le habría advertido su exsuegra a Marta en varias ocasiones.
Los cuatro miembros de la familia acorralaron al muchacho en un solar, donde le cayeron encima con una lluvia de golpes
El de esta madrugada parece un enganche más. Se ha originado cuando Marta y Kevin han acudido hasta el piso de un amigo, sito en la calle Miguel de Unamuno, muy próximo al domicilio de María Ángeles, y esta, vestida con un pijama y haciendo brotar brillos de muerte de la navaja que empuña, se ha encarado con la pareja al sorprenderlos tan próximos.
Bien podría decirse que la primera escaramuza ha acabado en tablas, en empate técnico, pues unos y los otros se han 'obsequiado' recíprocamente con todo lo que han podido -patadas, puñetazos, bastonazos...-, con parejo resultado de contusiones y moratones, aunque el corte en la cabeza de María Ángeles resulta tan escandaloso como siempre lo es la sangre.
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Cuando aparecen por la zona los agentes de la ley, cuya presencia había reclamado María Ángeles, la tranquilidad, que no la concordia, parece restablecida. La mujer lesionada es acompañada hasta la puerta de su domicilio y Marta y Kevin permanecen refugiados en el piso de su amigo.
Nueva, y mortal, reyerta
Es, curiosa y tristemente, la actuación de las fuerzas del orden la que acaba dando pie a un nuevo enfrentamiento, pues instan a la pareja a salir a la calle para identificarse y dar explicaciones, lo que desencadena un nuevo ataque por parte de María Ángeles, ahora ya acompañada por su exmarido y su hijo mayor, ambos de nombre Inocente, y por un vástago menor de edad.
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La situación degenera en escasos segundos. Los tres agentes de la Policía Local y los dos guardias civiles intentan mediar para evitar la reyerta, más con palabras, gestos y agarrones que llevando al límite ese legítimo uso de la fuerza del que pueden hacer uso en situaciones «de alto riesgo» como la que más tarde describieron. Su suceden los gritos, las amenazas, los empujones... También algunos golpes. Pero María Ángeles, los dos Inocentes -padre e hijo- y el menor de edad van acorralando a Kevin hacia un oscuro descampado. Un policía local observa un brillo acerado brotar de una de las manos del mayor de los hermanos y le insta a soltar lo que sea que empuñe. «Son las llaves de mi casa», le responde Inocente hijo. Y sigue caminando en pos de su rival.
Ya en el solar el ataque final se desencadena. Los cuatro miembros de la familia se abalanzan sobre Kevin, que cae al suelo arrastrando a algunos de ellos. También lo hace un policía al tratar de frenar la agresión. Llueven los golpes y los agentes observan los bruscos y contundentes movimientos de Inocente hijo contra el pecho y el abdomen del chaval, «como pinchándole en la zona del torso». Su hermano pequeño, mientras, no deja de golpear al caído. Una voz femenina grita: «¡Mátale, cárgatelo, cárgatelo!». De fondo se escucha una voz de varón, en tono de reproche: «¿Para qué mierda están los guardias? ¿Para qué mierda estáis? ¡Estáis amariconaos todos!».
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«¡Kevin, que te han clavado algo!», se oye gritar a la novia. Después, durante largos segundos, se suceden los lamentos
Los agentes del orden logran por fin sacar del tumulto a Kevin, cuya camiseta blanca está ampliamente teñida de púrpura. El chico queda recostado contra un muro, incapaz de tenerse en pie. Inocente hijo se aproxima y le espeta: «La última cara que vas a ver será la mía». No miente.
Una chica, muy posiblemente Marta, deja escapar un alarido de terror: «¡Kevin, que te han clavado algo ahí!». Después, durante largos segundos, como improvisada banda sonora del trágico desenlace, ya solo se escuchan sus quejidos y lamentos.
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No sin dificultad, pues los intentos de ataque al joven no cesan en apariencia ni en esos momentos, los integrantes de dos dotaciones de emergencias sanitarias consiguen introducir al herido en una de las ambulancias y salen cortando hacia el hospital Virgen del Castillo de Yecla. Tres horas más tarde, agotados todos los recursos por salvarle la vida, se notificará formalmente a la Guardia Civil el fallecimiento del muchacho. Solo en ese momento será arrestado Inocente J.F., en el mismo centro sanitario, donde le atienden de sus lesiones.
[El relato es un resumen de los atestados policiales incorporados a las diligencias judiciales].
Castaño: «Hay un autor material y tres cooperadores necesarios»
El abogado Melecio Castaño, que ejerce la acusación particular en nombre de los padres de Kevin, aseguró a LA VERDAD que «estamos ante un asesinato perpetrado por cuatro personas, una de las cuales es el autor material y las otras tres son cooperadores necesarios. El odio de estas personas fue tal que, estando Kevin ya herido de muerte, tirado en una acera, indefenso y agonizando, aún seguían amenazándole y pretendían seguir agrediéndole». Castaño insistió además en la existencia de responsabilidad «por parte de la fuerza actuante», al estimar que «actuaron con tibieza y no con la contundencia que la situación demandaba». Por último, denunció que las ambulancias tardaron 35 minutos en llegar.
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