Casi un siglo forjando a las élites del aire
La Academia General del Aire y del Espacio ha evolucionado desde los primitivos aviones hasta la última tecnología para formar a sus alumnos
El pasado y el futuro del aire ha pasado por San Javier. La Academia General del Aire y del Espacio se ha reinventado a lo largo de casi un siglo, desde los rudimentarios aviones de principios del siglo XX hasta la tecnología puntera del nuevo sistema de enseñanza de vuelo.
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El cielo no entiende de improvisación. Detrás de cada acrobacia, cada misión y cada aterrizaje perfecto, hay una historia de rigor, disciplina y la incansable búsqueda de la excelencia. La AGA es el epicentro de esa historia, una institución que ha formado a 76 promociones de pilotos militares, transformando el arrojo de los pioneros en una ciencia precisa. Desde sus orígenes en 1929 como Base Aeronaval, y formalizada como Academia en 1943, San Javier no solo ha sido un lugar de formación, sino un escenario donde la valentía y la tecnología han escrito un capítulo crucial en la aviación española.
La evolución del riesgo
Volando a varios kilómetros de altura, con la adrenalina a rebosar, los pilotos militares evitan hablar de heroicidades. Prefieren considerarse profesionales, porque han sustituido la bravura de los aviadores pioneros por un exigente plan de estudios y una minuciosa preparación de cada vuelo. Sin embargo, la memoria colectiva de la base aérea de San Javier, que ya cuenta con casi un siglo de historia, guarda un firmamento de anécdotas que demuestran la materia especial de la que están hechos los aviadores.
«La AGA siempre fue esencial para el Ejército del Aire», explica el historiador de la Aeronáutica, Marcelino Sempere. «Es la primera unidad que tiene bandera propia y su coronel director cuenta con una trayectoria óptima, seleccionado por el Consejo Superior Aeronáutico para desempeñar una alta responsabilidad, que es formar a los futuros oficiales», explica el profesor Sempere. A sus espaldas, abundan los relatos de valentía y coraje, pero actualmente «es una de las escuela de oficiales más modernas del mundo», destaca el estudioso de la historia. La eficiencia actual se cimenta en la escasez de medios -e incluso el hambre- que sufrieron los primeros alumnos en los años cuarenta. La dura disciplina y el entrenamiento físico extremo se han ido relajando, pero entre tanto, la experiencia vital del paso por la Academia ha forjado una idea de compañerismo que perdura de por vida.
Para un militar, «los años de formación en San Javier son la vivencia más importante en la carrera de un aviador. Haces amigos para toda la vida. El sacrificio y los cambios son enormes, te marcan como profesional, pero el sentimiento de pertenencia a la promoción es para siempre», cuenta Sempere.
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Compartir horas de estudio y altos niveles de exigencia académica ha ayudado a llevar la aviación a un nivel de seguridad que los pioneros envidiarían. El teniente coronel Pablo Meroño, en su libro 'La aviación y el Mar Menor', relata un incidente que demuestra la pericia de aquellos primeros aviadores. Apenas seis meses después del trágico accidente de un Junkers en 1950 en el que murieron 16 personas, otro aparato del mismo modelo falló al despegar. Los motores perdieron potencia, y la pericia del comandante Eduardo Arreondo evitó una nueva tragedia al salvar a los 18 tripulantes.
Restos de aeronaves
Este tipo de incidentes eran, lamentablemente, más comunes en los inicios, cuando los aviones, como la Bücker, tenían el morro levantado y dificultaban la visibilidad del piloto. Parece lejana la idea de volar en aviones de tela y madera, pero hubo una generación de intrépidos que no se arredró a pesar del riesgo. El historiador Marcelino Sempere cuenta cómo un camión iba al Carmolí a recoger constantemente los restos de aeronaves estrelladas. «Al principio le echaban mucho valor. Había un heroísmo colectivo», afirma Sempere.
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El profesor comunicaba las órdenes al alumno a través de un embudo con un tubo en medio del estruendo del motor y los vientos cruzados. Los accidentes eran tan frecuentes que se llegaron a contar hasta uno al mes durante el franquismo, según el teniente coronel José Ignacio Domínguez. Con la modernización, llegó otro tipo de disciplina. La transición democrática fue también una transición de material. La incorporación de radios en las aeronaves, y la rotación del profesorado con especialistas formados en el extranjero, hizo que la siniestralidad descendiera significativamente.
Se cuenta en la base aérea que, para frenar los excesos de euforia de los alumnos, se ocultaba en los aviones un medidor de alturas que, si daba una medida desproporcionada en la gráfica, se traducía en un severo castigo. Algún instructor le susurró al Príncipe Felipe en voz baja antes del despegue: «Alteza, que lleva ahí el cacharro».
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La verdadera revolución llegó con el C-101 Aviojet. Este avión español marcó un antes y un después en la formación de los pilotos, ya que el índice de accidentes descendió a uno cada 10 años. Tanto pilotos como expertos destacan la versatilidad de este avión, que se emplea tanto para la enseñanza de vuelo básico como para las acrobacias que la Patrulla Águila ejecutó durante 40 años. Los accidentes en vuelo del comandante Francisco Marín, el comandante Eduardo Garvalena y el comandante Daniel Melero, junto a la alumna Rosa Almirón, fueron duros golpes en el ánimo de la familia militar de la AGA en el curso 2019-20.
La pasión por volar iba más allá del deber. El historiador militar Sempere recuerda al general Salvador Díez de Benjumea, quien dirigió la AGA en el pasado. Se trajo su propio avión, un Messerschmitt Bf 109 alemán, con el que salía a hacer acrobacias a diario, un acto que hoy sería impensable.
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Un futuro exigente
La creación del Centro Universitario de la Defensa (CUD), adscrito a la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), ha marcado un hito en la evolución de la formación en la AGA. El CUD permite a los cadetes obtener una doble titulación: la de piloto militar y un Grado en Ingeniería de Organización Industrial. Esta titulación, que comenzó a impartirse en el curso 2010-2011, ha sido el pilar de la formación de las primeras promociones del centro.
Con el paso de los años, la AGA ha incorporado conocimientos en las áreas de ciberdefensa y ciberinteligencia, que responden a la urgencia de formar a expertos en este ámbito, considerado ya como el 'quinto dominio' de la guerra, junto al terrestre, naval, aéreo y espacial.
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La historia de la Academia General del Aire es un reflejo de la evolución aeronáutica. Desde los románticos biplanos hasta los reactores y la tecnología digital, la esencia del vuelo sin embargo se ha mantenido intacta. Los héroes de antaño han dado paso a profesionales con una alta preparación, pero la pasión por el aire sigue siendo la misma.
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