El pasado de honor y riqueza de la Región
Casas torre y antiguas haciendas atesoran siglos de historia. Sin embargo, su conservación presenta más sombras que luces, como se muestra en esta selección
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El negocio de la seda
Guillermo Carrión / AGM Símbolos de la arquitectura típica de la huerta de Murcia, las casas torre vivieron su edad dorada durante el siglo XVIII. Estas construcciones, al principio concebidas como fincas de recreo de poderosos linajes, según algunos investigadores, se adaptaron después para su uso agrícola y sedero. En Torre Villescas (Puente Tocinos) destaca la galería superior con arquería, una estancia preparada para la cría del gusano de la seda. El crecimiento urbano representa la principal amenaza para este conjunto rural, de estilo barroco y con fábrica de ladrillo, ya que en su entorno apenas quedan zonas de huerta tradicional. De hecho, el inventario municipal marca que, además de conservarse su estructura y fachadas, deben preservarse sus valores ambientales y paisajísticos.
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Las últimas de la huerta
Nacho García / AGM Las casas torre suelen mostrar una tipología similar. Presentan planta cuadrada -como la de los Castaños (La Albatalía, Murcia), en la imagen- o rectangular, y con su fachada principal orientada a sur. Algunas aparecen coronadas con galerías abiertas o con montera (una pequeña torreta que aporta luz al interior). Las construcciones de más renombre también disponían de una ermita anexa para uso de la familia y lucían en un lugar bien visible el escudo nobiliario de los propietarios. Una investigación de los arquitectos Coral Marín y Enrique de Andrés recuerda que a principios del siglo XIX solo en Murcia se contabilizan 200 de estas edificaciones; ahora apenas quedan 30. La degradación de la huerta ha supuesto la puntilla para su conservación.
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Con escudo de armas
Guillermo Carrión / AGM La modernización del campo en las primeras décadas del siglo XX vino a agravar la decadencia que ya arrastraban casas torre y haciendas señoriales, al perder su cometido principal. Con el tiempo, algunas de estas construcciones encontraron otro uso. En el caso de Torre de Zoco (en la fotografía) funcionó durante un tiempo como restaurante y salones de banquetes. El conjunto, en la pedanía murciana de Guadalupe, llegó a contar con almazara. La finca data del siglo XVIII, si bien la casa se levantó una centuria después. Como otras edificaciones de porte noble, luce en su fachada un escudo heráldico. El emblema hace referencia al conde de Montemar, si bien procede del desaparecido inmueble de El Corralazo, que estuvo frente al monasterio de los Jerónimos.
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A la espera de tiempos mejores
Nacho García / AGM El deterioro se ceba con Torre Falcón, junto a la urbanización Joven Futura (Espinardo), que sigue a la espera de que el Ayuntamiento de Murcia acometa su recuperación como centro cultural. Cuando se anunció el proyecto, valorado en 550.000 euros, las previsiones eran que las obras de rehabilitación estarían acabadas a principios de este 2022. Pero a la vista queda que no ha sido así. Solo se han acometido pequeños trabajos de consolidación para evitar que la estructura se venga abajo. Se trata de una construcción de dos alturas, con arquería en la planta superior. En estilo barroco, según el catálogo del Consistorio, perteneció a los marqueses de Ordoño.
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El museo de la Casa del Reloj
Guillermo Carrión / AGM Un proyecto municipal y la reivindicación de los vecinos permitieron salvar de la ruina la Casa del Reloj de Puente Tocinos. Es el edificio más antiguo de la pedanía murciana, conocida como la 'cuna del belén', y acoge un museo dedicado a esa artesanía típica. Enclavado en pleno centro de la población y recuperado en el año 2013 por el Ayuntamiento para uso cultural, su diseño responde a la tradicional casa torre de la huerta, de planta cuadrada y coronada con motera, que se reconstruyó durante las obras de rehabilitación. Conocida también como Torre de los Zamora, en su fachada conserva el escudo nobiliario de la familia Ayllón y un reloj de sol. Levantada en estilo barroco, con muros de mampostería y refuerzos de ladrillo, data del siglo XVIII.
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Un origen defensivo
Nacho García / AGM Repartidas por buena parte de la geografía regional, mansiones y haciendas nobiliarias hunden sus cimientos en la repoblación cristiana tras el Tratado de Alcaraz, a mediados del siglo XIII. En muchos casos, estas construcciones desempeñaron al principio una función defensiva, ante los peligros que azotaban el Reino de Murcia al tratarse de una tierra de fronteras. Con el transcurrir del tiempo, esos baluartes pasaron a convertirse en símbolos de poder de sus linajudos inquilinos. En el murciano barrio del Progreso, Torre Caradoc (en la imagen) parece recordar esa página del pasado. La casona aledaña, de aire victoriano, entre una frondosa vegetación de limoneros y palmeras, data de finales del siglo XIX. Cuentan que la mandó levantar el militar y diplomático inglés John Hubart como prueba de amor a una actriz Cartagenera. La finca no ha perdido cierto halo de misterio.
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El huésped real
Jaime Insa / AGM El modelo de casa torre de la huerta de Murcia caló en otros paisajes agrícolas de la Región, como las fincas de limoneros de Librilla y los huertos de Totana. En este último municipio, el empeño de los propietarios ha permitido mantener la estética de estas singulares construcciones, de llamativos colores, aunque el abandono también ha hecho mella en el patrimonio. Así ocurre con Villa Concepción, de planta cuadrada y torreón central, que sufre el envite de la ruina. La singular edificación, levantada en 1900, destaca por su monumentalidad y por su historia. También conocida como Huerto de La Charca, perteneció al general Aznar Butigieg y cuentan que hasta allí acudía a cazar el rey Alfonso XIII. Sufrió el expolio durante la Guerra Civil, tras ser utilizada como cuartel de la Guardia de Asalto.
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Miradores modernistas
Jaime Insa / AGM El color, las molduras y los elaborados enrejados, de inspiración modernista, adornan los edificios residenciales de los huertos de Totana. Según el arquitecto Alfonso Segovia, las torretas de las mansiones se alzan como «observatorios de los cultivos de su entorno y referencia para identificar las fincas desde la distancia». En unos casos, estos elementos se ubican en el centro de la construcción; en otros, sin embargo, aparecen como un cuerpo anexo. Así ocurre con el Huerto de Santa Florentina (en la imagen), atribuido a Víctor Beltrí. De principios del siglo XX, la obra fue un encargo de la familia Aznar, natural de Totana aunque afincada en Cartagena, como finca de recreo cerca de Sierra Espuña. Destaca su torre rematada por un belvedere con chapitel a cuatro aguas, que se sustenta sobre columnas metálicas con arcos trilobulados.
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El oasis del obispo
Vicente Vicéns / AGM En la vega de Molina de Segura destaca la imponente figura de la Casa del Canónigo, mandada a construir por el sacerdote Jesús Mérida en 1915 como lugar de descanso y oración, según recuerda el investigador y topógrafo Santiago Pastor. Este 'castillo agrario' ocupa un lugar privilegiado, a unos 800 metros del río Segura, entre cultivos y cauces de riego. El religioso y párroco de la Asunción de Cieza disfrutó de la finca de recreo hasta su nombramiento como obispo de Astorga. Entonces, muy a su pesar, tuvo que deshacerse de la propiedad. Del inmueble sobresale su torreón lateral, con reloj y campana, habilitado en un principio como capilla. «La condición de inmueble modernista brinda a la edificación un aire romántico», señala Pastor en un artículo para la revista 'Cangilón'.