La mascarilla, el mejor escudo contra el polen
El uso de las protecciones faciales durante la pandemia permite a los pacientes alérgicos reducir los síntomas y vivir un año alejados de los fármacos y de las consultas médicas
No lo fue, pero 'mascarilla' pudo haber sido perfectamente la palabra del 2020. O quizás aún esté a tiempo de erigirse como la del año ... que acaba de comenzar, porque sigue estando en boca de todos. Es el mejor escudo ante la amenaza más certera de hoy en día. Es la mayor protección ante un virus, la SARS-CoV-2, que tanto daño está causando en todos los rincones del mundo. Pero también se ha convertido en la mejor arma para luchar contra otras enfermedades que parecen haberse esfumado solo con 'vestir' la nariz y la boca con esta 'prenda'. Ocurre con la gripe, de la que se han diagnosticado solo seis casos en España durante la campaña 2020-21, según el Sistema de Vigilancia de Gripe en España, y con la alergia. La mascarilla le ha prohibido el paso a las partículas de polen –la alergia más común en la Región de Murcia– desde el exterior hasta la zona nasal de los pacientes alérgicos, permitiéndoles vivir un año con menos lagrimeo, no tantos picores y sin la necesidad de tener siempre un pañuelo en el bolsillo.
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Es el caso de Verónica Santiago, una paciente alérgica al polen y a la gramínea desde hace cinco años. De sus ojos ya no caen lágrimas con tanta frecuencia. El picor insoportable de garganta hace mucho tiempo que ya no aparece y coger un paquete de clínex antes de salir de casa ha dejado de ser una obligación. Ella, en un año normal –el único calificativo que no se le puede poner a 2020–, suele tener «entre siete u ocho brotes fuertes de alergia, sobre todo en primavera, aunque con la cantidad de días soleados que tenemos en Murcia me ocurre también en otoño e invierno». Pero en estos casi 365 días que lleva la Covid-19 en nuestras vidas, Verónica solo ha sufrido dos reacciones alérgicas intensas, lo que se traduce en uno de los mejores años desde que le diagnosticaron esta enfermedad. «La mascarilla me ha evitado bastantes brotes. Me siento mucho mejor. De hecho, los dos únicos en este periodo me afectaron más a la piel, a través de erupciones similares a los herpes, que a nivel respiratorio», confiesa.
La última vez que Verónica tuvo que acudir a su médico fue en diciembre. También hace ya dos meses que no hace uso de los dos ases con los que cuenta bajo la manga por si la situación se pone más fea de lo normal: el antihistamínico Ibis y la crema Lexxema. Fue con este segundo y último brote cuando la paciente llamó a su doctor por miedo a que los síntomas no fueran por culpa del polen y sí por la SARS-CoV-2. «En un primer momento, puedes confundirte. Te sientes resfriada, tienes mocos... pero la experiencia te termina confirmando que es la alergia, que está de vuelta. El médico también descartó hacerme una prueba al no tener fiebre ni afecciones propias del coronavirus». Desde entonces, Verónica no ha vuelto a tener noticias suyas [por la alergia] y, aunque su médico le ha dicho que puede vacunarse, lo bien que se ha sentido este año evita que contemple esa opción: «Voy a seguir como hasta ahora. Confío en que la mascarilla me deje seguir viviendo un poco».
Verónica Santiago: «He pasado de tener siete u ocho brotes al año, a sufrir solo dos» gracias al empleo de protección
Sin lista de espera
El doctor de Verónica y uno de los expertos en esta materia es Juan Carlos Miralles, jefe de Alergología del hospital Reina Sofía de Murcia. Para el médico, la pandemia, con el confinamiento, la menor exposición al medio ambiente y el uso de la mascarilla como protagonistas, ha dejado «la temporada más leve de alergias». Algo, que no solo se manifiesta en los escasos síntomas registrados por los alérgicos, sino que se traduce en un desplome de la lista de espera y una caída en el consumo de fármacos contra esta enfermedad.
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Así lo indica el especialista, que asegura que han pasado de tener «una amplia nómina de pacientes esperando para acudir a la consulta a atenderlos, ahora, solo una semana después de que lo soliciten». Miralles reconoce que son los propios afectados los que pronuncian las palabras mágicas: «Desde que uso mascarilla me encuentro mucho mejor». Y es que el alergólogo deja claro que, a diferencia de otras partes de España, donde el polen solo hace acto de presencia en primavera, en la Región de Murcia, por las condiciones climatológicas, está activo todo el año. A pesar de ello, manifiesta que «los picos que hemos tenido otros otoños por gramíneas, parietarias... esta temporada no han existido. Una reducción de la exposición, unida a una protección mayor de la zona nasal y bucal, ha permitido que disminuya durante todo el año la cantidad de polen que llega a las vías respiratorias».
Evidencias estas, según el médico del Reina Sofía, que invitan a pensar que la próxima primavera puede ser todo lo contrario a un infierno para los alérgicos. «Los pacientes están más protegidos, menos expuestos y durante otoño e invierno no ha llovido demasiado, por lo que no se espera una floración muy intensa. Estos factores, unidos a que en enero y febrero los pacientes no están tan afectados por la polinización del ciprés, nos da pistas de que puede ser una estación llevadera», concluye Miralles.
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Más de ocho meses en niveles de alerta bajos
La alergia al polen es la más común en la Región y está activa todo el año por el clima. Sin embargo, los valores de los principales tipos de polen que actúan en Murcia (gramíneas, olivo, parietaria, artemísea...) se han mantenido en un nivel de alerta bajo (inferior a los 50 granos/m³) desde el pasado mes de junio, según la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica.
Los estudios muestran que la radiación solar y el aumento de la luz son los factores que más influyen en la liberación de los pólenes. En un día típico, los niveles de estas partículas aumentan durante la mañana, alcanzan su punto más alto a mediodía y luego bajan de forma gradual. Según muestran los análisis y tal y como señala Juan Carlos Miralles, las medidas para reducir la exposición al polen pasan por evitar hacer deporte o ventilar los domicilios entre las 12 y las 17, al ser las horas con mayor cantidad de estas partículas en la atmósfera, por el aumento de luz y temperatura.
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