Región de Murcia, tierra de terremotos
Los expertos analizan diez años después los factores que influyeron en la capacidad destructora del seísmo de Lorca y la preparación de la ciudad en este tiempo para eventuales temblores
La Región es tierra de terremotos. A varios kilómetros de profundidad existen fracturas a lo largo de las cuales se ha producido un desplazamiento de los bloques paralelos a la rotura. Son fallas con mayor o menor actividad, pero la reacción repentina de una puede despertar a las otras. Así, una de las más activas de España es la de Alhama de Murcia, que se extiende aproximadamente desde Alcantarilla hasta el suroeste de Puerto Lumbreras. Pero además de estas, hay otras como la de Carrascoy, Crevillente, Socovos, Jumilla, Palomares y Los Tollos. Ellas han sido las causantes de seísmos importantes que pueden volver a repetirse, tal y como afirma el jefe de la Red Sísmica Nacional, Juan Vicente Cantavella.
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«Los esfuerzos tectónicos presentes en la Región son los que producen una lenta deformación de las rocas en el interior de la corteza terrestre, que va acumulando una gran energía durante años. Cuando dichos esfuerzos superan la fuerza de cohesión entre los dos bloques de la falla, se produce un desplazamiento brusco que libera gran parte de la energía acumulada en forma de ondas sísmicas, las cuales viajan por el interior de la Tierra, llegando a la superficie de esta y produciendo los temblores».
Es lo que ocurrió en 1911 en Las Torres de Cotillas y Lorquí, que fueron sacudidas por un terremoto de magnitud 5,7 en la escala de Richter; en 1948 y en 2002, ambos de magnitud 5, en la zona de Bullas; y en Aledo, donde en 2005 hubo un terremoto de magnitud 4,8. Los últimos temblores violentos sacudieron Lorca el 11 de mayo de 2011. Los dos terremotos que golpearon la ciudad se produjeron en una pequeña parte del sistema de fallas de Alhama de Murcia, cercana a la ciudad de Lorca.
Durante los cinco días siguientes, el Instituto Geográfico Nacional (IGN) registró 104 réplicas en la ciudad. Fueron los ecos de los dos principales sismos: el de las 17.05 horas, de magnitud 4,5, con epicentro situado a unos 5 kilómetros. Fue un movimiento premonitorio del siguiente, el más fuerte, en esa misma zona, a las 18.47 horas, de magnitud 5,1. Colapsó edificios y causó la muerte de nueve personas.
Pero, ¿por qué tuvo esa gran capacidad destructiva un terremoto de carácter moderado, de magnitud 5,1?
Cantavella explica que la aceleración sísmica horizontal máxima registrada de Lorca fue considerable, «aproximadamente el 36% de la aceleración de la gravedad», y por ese motivo causó tantos daños. «Fue como un disparo, o como cuando vamos empujando un muelle y lo soltamos, que se libera energía de forma rápida a través del terreno circundante», añade el profesor Emilio Trigueros, del departamento de Ingeniería Minera y Civil de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT).
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Un terremoto suele durar entre 5 y 10 segundos. En Lorca duró un segundo. Pero esa sacudida se produjo a tan solo cuatro kilómetros de la superficie. Este fue un factor decisivo, pero hubo otros que contribuyeron a esa aceleración tan elevada. «La proximidad de la fuente sísmica, a 5 kilómetros de la ciudad; el efecto de directividad, es decir, la dirección en la que avanza la ruptura influye en las ondas sísmicas que se propagan desde la fuente. Si lo hacen en el mismo sentido, como ocurrió hace diez años, tienen una amplitud mucho mayor que las que se extienden en sentido contrario o en otras direcciones», enumera Cantavella. Por último, fue determinante la composición del terreno en el que se sitúa parte de la ciudad de Lorca.
«El suelo de la ciudad presenta cierta amplificación de las ondas sísmicas debido a los materiales que lo constituyen. Los suelos blandos en algunas de las zonas de la ciudad pudieron duplicar la amplitud de la señal que se hubiera registrado en suelos de roca o duros», apunta Cantavella. Esa peculiaridad del terreno lorquino fue el objetivo de un estudio de microzonificación sísmica de la ciudad realizado por numerosos investigadores pertenecientes a siete equipos de las Escuelas de Caminos y Minas y de Arquitectura y Edificación de la UPCT, cuyo objetivo era dibujar un mapa de comportamiento del suelo y las estructuras ante los eventos sísmicos para cada una de las zonas de Lorca.
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«La ciudad se ha desarrollado partiendo del cerro del Castillo, un área, en el norte y el oeste, con suelos más competentes y de mayor dureza. Por su parte, la vega del Guadalentín, que la atraviesa, y los barrios más modernos en el sur y el este, como La Viña, Santa Quiteria y Santiago, se sitúan sobre terrenos arenosos y menos compactos, que pueden amplificar las ondas sísmicas», señala Emilio Trigueros, coordinador del trabajo.
Así, mantiene que todos los edificios con estructuras metálicas o de hormigón cumplían la normativa sísmica existente en el momento de su construcción, que establece unas aceleraciones de cálculo según el grado de peligrosidad esperado y que se han deducido de la sismicidad ocurrida en el pasado.
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«El que no cumplió la normativa fue el sismo, lo que obliga a los cambios sobre las aceleraciones previstas en la norma».
Finalmente, el experto de la UPTC opina que Lorca ha sido sometida «a una especie de ITV para edificación» y considera que está preparada con la cantidad de fondos invertidos. Trigueros abunda en que la adopción de diseños de construcción sismorresistentes permitirá que las estructuras no colapsen, incluso en sismos como el de hace diez años, al tiempo que considera improbable que se produzca otro terremoto en Lorca con esas características en este siglo. «Aunque si ocurre, estaremos mejor preparados», concluye.
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